Capítulo 45.

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—¿No vas a darme alguna pista sobre el libro?

—¿Vas a tratar de descubrir el título? —sonrió—. ¿Tan buena eres con los libros?

—Quizá...

—Transcurría en los años 20, en la era del jazz. El protagonista era un joven rico al que le encantaba dar fiestas. La gente de la ciudad no sabía cómo había conseguido su riqueza y estaba enamorado de...

—¿El gran Gatsby?

Asintió antes de tomar un sorbo de vino.
—Me acabas de dejar muy impresionada.

—Esta casa no parece el hogar de una persona, sino que resulta más apropiada para una familia.

—Quizá tengas razón. Es posible que algún día viva aquí una...

Me quedé paralizada.
En momentos como ese, las inseguridades que había logrado bloquear salían a la luz y se reían en mi cara. Sabía de sobra que esta aventura no iba a durar para siempre, que no estábamos destinadas a terminar juntas, pero había pequeños detalles que me llevaban a pensar que esos hechos eran más evidentes y llamativos.
Y, cuando ocurría, la confianza que había acumulado estallaba en un millón de pequeños pedazos.

—Daniela, ¿puedo ser franca contigo unos segundos?

—¿Me estás pidiendo permiso para hablar?

Suspiré.
—Es que me has recordado una razón por la que no debería estar contigo.

—¿Otra vez con eso?

—Deberíamos poner fin a lo nuestro antes de que...

—¿Antes de qué...? —Bajó la copa y me miró con los ojos entrecerrados.

—Acabas de decirme que te gustaría tener aquí a tu familia algún día, y eso es algo que yo no voy a poder darte... nunca. Me hice una ligadura de trompas, e incluso aunque decidiera revertir esa cuestión, sería muy arriesgado que alguien de mi edad... De todas formas, no vamos tan en serio, por lo que no sé siquiera por qué... —Suspiré—. Creo que deberíamos volver a la relación estrictamente sexual que teníamos antes. No deseo impedir que disfrutes de las cosas propias de tu edad. Te aseguro que yo lo hice en su momento, y quiero que hagas lo mismo. Después de que terminemos de follar esta noche, llévame a casa e intentaremos reconducir esto a lo que fue una vez...

Me miró y parpadeó lentamente, como si estuviera intentando procesar todo lo que le había dicho. Me preparé para que refutara mis palabras, pero se limitó a poner los ojos en blanco y a terminar lo que le quedaba de vino en la copa.

Se acercó a mí y me levantó de la silla. Luego me rodeó la cintura con los brazos mientras presionaba la frente contra la mía.
—Uno, nunca he querido tener hijos propios. Nunca. Dos, cuando he dicho que me gustaría que esta casa la disfrutara una familia, me estaba refiriendo a alquilársela a una, algo que he pensado hacer a finales de año. Tres, deberías haberme dicho que te habías ligado las trompas hace mucho tiempo: habría pasado de comprar condones. Y cuatro, nunca me has parecido una mujer insegura, así que no sé por qué estás dándole tantas vueltas a todo últimamente, pero quiero dejarte algo claro: voy en serio contigo. Disfruto de la edad que tengo. No vamos a volver a tener una relación solo física y no pienso llevarte a casa hasta mañana. ¿Lo has entendido bien?

—Sí... —Sentí que se me paraba el corazón.

—Vale. Pues vamos a ducharnos.

—¿Juntas?

—Por supuesto que no —aseguró—. Yo me ducharé por mi cuenta y tú lo harás en otro cuarto de baño. Cuando terminemos, te meteré en la cama y te daré un besito de buenas noches.

MI JEFA | PT1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora