Capítulo 51.

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—Así que, Daniela... ¿Si podemos llamarte Daniela? —Lucia me ofreció la cesta del pan.

—Por supuesto.

—¡Genial! Dime, ¿cómo es eso de vender flores? ¿Qué consejos nos darías? ¿Es cierto que hay que cortar los tallos?

Me reí.

—No vendo flores. —Me pregunté por qué María José no les había dicho a qué me dedicaba—. Soy la directora de Industries Calle.

—¡Qué! —jadeó Lucia—. ¿Eres la directora de la compañía donde trabaja mamá? —Sacó el móvil y deslizó el dedo por la pantalla. Arqueó una ceja y le dio a Andrea un golpe en el hombro—. Andrea, estoy viendo su propia página en la Wikipedia... Espera, ¿por qué no está su foto?
—Quizá tiene la autoestima baja... —Andrea se encogió de hombros.

—No, solo prefiero ser discreta.

—Qué raro... —Andrea miró su propio teléfono antes de estudiarme de forma especulativa—. Entonces, ¿eres multimillonaria? ¿Asquerosamente rica?

Sonreí.
—Podría decirse que sí.

—¡Mamá, no nos habías contado que fuera rica! ¡Deberías habérnoslo dicho! Bueno... Lucia y yo estamos tratando de conseguir que nuestra madre nos dé la razón en algo, y necesitamos tu opinión.

«Oh, Dios...».

—¿En qué? —Fui consciente de que María José me miraba desde el otro lado de la mesa.
—Creemos que cada una merece disponer de su propio coche. Somos buenas estudiantes, trabajamos en el aeropuerto a tiempo parcial y casi no nos metemos en líos. Si tú tuvieras un gemelo, ¿te gustaría tener que compartirlo todo? Hace poquísimo que nos ha dejado una habitación para cada una, y creemos que ha llegado el momento de que ocurra lo mismo con el coche. ¿Qué opinas al respecto?
No sabía muy bien cómo manejar esto. No poseía ninguna experiencia con angustias adolescentes.

—Mmm... —Me aclaré la garganta—. ¿Desean comprar su propio coche y su madre no las deja?

—¿Lo dice en serio?
—¿De verdad ha dicho eso? Quizá nos ha entendido mal...
—No, no nos ha entendido mal. —Andrea puso los ojos en blanco—. Si nos disculpan, tenemos que terminar un trabajo.
Se levantaron y me miraron con los ojos entrecerrados antes de desaparecer en otra habitación.

«¿Qué he hecho?».

—Gracias por decir eso. —María José se acercó y me rozó los labios con los
suyos—. No te has aburrido demasiado esta noche, ¿verdad?

—No, en absoluto. Ha sido diferente.

—¿A qué te refieres con «diferente»?

—A lo de asistir a una cena familiar. No lo había hecho nunca.

—¿Y tu familia adoptiva...?

—Querían que comiera sola en mi habitación. —Negué con la cabeza al recordarlo—. En la mesa solo cenaban sus hijos de verdad.

—¿Tus padres biológicos no te dieron de cenar nunca cuando eras pequeña? ¿Ni una sola vez?

—No que yo recuerde... Aunque una vez mi madre nos prometió cocinar la cena de Navidad. Nos lo dijo durante toda la semana, asegurando que por fin íbamos a celebrar las fiestas como es debido. Incluso nos hizo escribir una lista con todo lo que queríamos. Luego fue con mi padre con la lista al supermercado, en Nochebuena...

—¿Qué fue lo que pasó?

—No regresaron hasta Año Nuevo.

—Oh... —murmuró—. Lo siento mucho.

MI JEFA | PT1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora