Capítulo 72.

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«¿Por qué no le he dicho "Aquí está. Lo siento, Derek, pero estoy enamorada de Daniela... Quiero estar con ella"? ¿Por qué no se lo he dicho?».

Había rebobinado esa escena en mi mente durante toda la noche, deseando poder retroceder en el tiempo y retirar mis palabras. Incluso fui en busca de Daniela después de que terminara el baile para tratar de hablar con ella, pero sus guardias de seguridad no me dejaron acercarme.

Ahogué los sollozos en la almohada y sentí que Derek me rodeaba con los brazos.
—¿María José? —Salió de la cama y encendió las luces—. ¿Por qué estás llorando?

—No estoy... No estoy llorando... —Ahogué otro sollozo—. La alergia me afecta a veces de repente...

—¿Llamo al servicio de habitaciones?

—No.

—Puedo pedir té. —Se sentó en el borde de la cama y me acarició la mano—. ¿Quieres algo?

Solté un bufido.
—Claro... Mmm, ¿te importaría que bajara a la tienda del resort un segundo?

—¿Qué necesitas? Puedo pedirlo.

—Un antihistamínico. Pero lo iré a buscar yo misma, así doy una vuelta...

Se acercó a mí con unos pañuelos de papel que había cogido de la mesilla de noche.
—Ven aquí. —Me agarró los brazos y tiró para que me sentara derecha—. Cuando regreses, quiero que me digas de verdad por qué estás
llorando, ¿vale? Sea lo que sea, necesito saberlo. Si me dejas, puedo solucionarlo.

«No, no puedes...».

—Vale —murmuré mientras me besaba en la frente—. No tardaré.

Salí de la cama y cogí la bata. Esperé hasta que lo vi desaparecer por la cocina y salí de la suite.
Cuando cerré la puerta, corrí por el pasillo, hacia los ascensores. Sabía que Daniela ocupaba la suite presidencial —se lo había oído mencionar en el baile—, así que esperaba pillarla antes de que se fuera a dormir.
Presioné el botón en cuanto pisé el ascensor y traté de calmar mis manos temblorosas mientras subía.
Cuando las puertas se abrieron, estaba preparada para correr por el pasillo, pero me recibió un botones vestido de blanco.

—Buenas noches, señorita; ¿en qué puedo ayudarla?

—Necesito ver a Daniela Calle.

—¿Tiene permiso para acceder a esta planta?

—No...

—Bueno, pues mucho me temo que no puedo dejarla pasar. Este piso es de acceso reservado. Quizá debería llamar a su secretaria y pedirle que la añadiera a la lista de gente a la que se le permite el paso... —Se le apagó la voz.

—Es preciso que la vea. Es importante.

—No está en mis manos, señorita. No puedo permitir que nadie traspase esa puerta.
Señaló la puerta que ocultaba el resto de la planta—. Solo los huéspedes de la suite presidencial y los visitantes autorizados tienen permiso. Nadie más.

Me puse a llorar.
—Por favor, solo... Sé que no me conoces, pero necesito que hablar con ella. Es un asunto de vida o muerte...

—¿Quiere que la llame? —El hombre parecía preocupado.

Asentí con la cabeza, y sacó un móvil del bolsillo.
—Señorita Daniela, soy el señor Collins, el botones de su planta, y la llamo porque... Sí, a mi hija le encantaron los bombones que le envió ayer. Muchas gracias... Ah, sí, lo llamo porque aquí hay una mujer que desea verlo. Dice que es muy importante, pero tenemos una política estricta con respecto a los visitantes de la suite presidencial... —Me miró—. ¿Cómo se llama, señorita?

MI JEFA | PT1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora