Capítulo 23.

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POCHÉ

Daniela: «María José, ¿hoy hay reunión de directores de departamento?».

«No creo».

Daniela: «¿Estás segura?».

«Sí, segurísima. Hoy solo voy a trabajar con el equipo».

Claro que había reunión de departamentos, pero no quería decírselo a ella. La última vez que habíamos estado juntas en su despacho, me había mencionado que quería mantener relaciones sexuales en la sala de juntas al término de una reunión.
Pensaba que era algo demasiado arriesgado y audaz. Todavía me costaba asimilar el incidente de la sala de relajación, y no quería arriesgarme a que me pillaran mis compañeros en plena faena.

—María José, ¿podrías ayudarme a preparar la reunión de hoy? —preguntó el señor Bustamante al tiempo que me entregaba una caja de carteles—. Hoy vamos a limitarnos a las cosas más sencillas.

No sabía si era porque había pasado más tiempo con él y lo conocía un poco mejor, o si el sexo constante con Daniela me había vuelto más tolerante con la gente, pero Bustamante me resultaba menos irritante. Todavía me parecía que era demasiado entusiasta y que necesitaba darse cuenta de que existía la diversidad, pero por primera vez en los años que llevaba en Industries Calle, comenzaba a apreciarlo.

Llevé los carteles a la sala de juntas y vi que Daniela estaba sentada ante la mesa, sola.

—Buenas tardes, María José. Espero no haber llegado demasiado pronto a la reunión de directores de departamento de hoy.

—En absoluto —repuso el señor Bustamante, que me seguía los pasos—. Ha llegado a tiempo. Empezaremos dentro de diez minutos.

«¡Mierda!».

Daniela sonrió y se recostó en la silla.
—Señor Bustamante, solo por curiosidad: ¿esta reunión estaba convocada ya o ha sido algo sobre la marcha?

—Oh, no, estaba planeada desde hace unos tres meses. Siempre nos reunimos los jueves cuando recibimos un memorando sobre un producto nuevo.

—Gracias por la información. —Daniela me lanzó una de sus sonrisas más lujuriosas—. Lo tendré en cuenta a partir de ahora.

Me alejé y me puse a montar los carteles para la lluvia de ideas. Notaba que ella me observaba, lo que provocaba que mi cuerpo reaccionara incluso contra mi voluntad. Cuando empezaron a llegar otras personas, me senté al final de la mesa, lo más alejada de ella.

Me pasé todo el tiempo revisando el móvil, pensando que me iba a enviar algún mensaje de texto en el transcurso de la reunión, pero el aparato no vibró en ningún momento. De hecho, ni siquiera me miró.

Cuando terminó la reunión, Daniela se puso a hablar con el señor Bustamante, así que aproveché para fugarme. Me despedí de algunos compañeros, recogí los carteles y salí pitando.

No quería utilizar el ascensor —Daniela podía atraparme allí dentro—, así que bajé los diez pisos que me separaban de mi despacho.

Cuando abrí la puerta, jadeante, encendí la luz y me volví... Estaba sentada detrás del escritorio, sonriéndome.

«No estoy obligada que darle ninguna explicación».

Dejé los carteles en el archivo y empecé a organizar los papeles como si ella no estuviera en el despacho. Cuando estaba poniendo los memorandos de mis compañeros por orden alfabético, sentí que me rodeaba con los brazos.

—Me has mentido. —Parecía estar pasándoselo en grande.

—¿Y qué?

Me soltó para girarme.
—¿Y qué qué?

—Eso, ¿y qué?

Me miró durante un buen rato, dejando que sus ojos vagaran por mi cuerpo. Dio varios pasos hacia mí hasta acorralarme contra la pared.

—Conseguiré que te arrepientas, pero será cuando menos te lo esperes. —Me besó en los labios—. Nos vemos esta tarde.

——

«No la llames... No la llames...».

Era medianoche. Estaba acostada en la cama, contando el número de grietas que había en el techo para intentar mantener a Daniela fuera de mi mente.

Había hecho todo lo posible para no desearla, pero no podía evitarlo. Llevábamos dos meses follando casi a diario, hablando por teléfono de vez en cuando y enviándonos mensajes de texto en el trabajo. Sin embargo, no era nada de eso lo que me llevaba a sentir mariposas en el estómago, sino las pequeñas cosas, más íntimas...
Como me negaba a almorzar con ella, se ocupaba de que me entregaran en mi despacho la comida y me llamaba durante ese momento para que pudiéramos comer juntas... Al menos técnicamente.

Insistía en besarme antes y después de acostarse conmigo, y no eran de esos besos voraces y salvajes en plan «devórame», sino besos sensuales, con la boca abierta, como si no pudiera cansarse de mí. Me decía lo guapa que era cada vez que podía, y me pedía citas siempre, aunque yo nunca aceptaba.

No era tan tonta como para creer que nuestra relación duraría... Solo se trataba una aventura, algo temporal. Era solo cuestión de tiempo que una mujer más joven, que aceptaría de inmediato salir con ella, llamara su atención.

No podía negar que yo disfrutaba de esa atención que me prestaba, que mi ego había crecido un montón, pero debía encontrar a alguien lo antes posible. Necesitaba recuperar la cordura y dejar de comportarme como si fuera una adolescente que acabara de descubrir el sexo.

«Deja de pensar en ella ... Deja de pensar en ella...».


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Último capítulo de hoy. Espero estén disfrutando la historia. <3

MI JEFA | PT1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora