Capítulo 53

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—Lo siento. No volveré a intentar quitártelo de nuevo... Te lo prometo. —Incliné la cabeza hacia la de ella—. ¿Está bien la temperatura del agua para ti?

Asintió y sonrió, como si hubiera olvidado por completo lo que yo había hecho unos minutos antes. Dejó caer las bragas al suelo y, al instante, la cogí entre mis brazos para meterla en la bañera.

—Vuelvo enseguida. —Me recoloqué los pantalones y fui al despacho. Me acerqué a la puerta para dejar entrar a mi asesor.

—Milton, ¿vienes a desearme feliz cumpleaños? ¿Te lo han chivado ya?

—No. —Cogió uno de los globos—. ¿Por eso has dado el día libre a todo el mundo? ¿Porque es tu cumpleaños?

—¿Es un problema?

—¿Es necesario que te recuerde que cada acción que llevemos a cabo entre este momento y...?

—... y el día que salgamos a bolsa es crucial. No tienes que recordarme nada, soy consciente de ello.

—¿En serio? Porque detener la producción de dos días laborables no me parece propio de una directora general responsable.

—¿Crees que no soy responsable? No sueles venirme con halagos...

—Lo que creo es que estás loca, y si piensas que voy a permanecer sentado y dejar que arrastres la compañía por el barro solo porque te apetezca tomar un trozo de tarta y jugar con globos, entonces te equivocas. —Negó con la cabeza.

—Milton...

—No eres la única con mando, Daniela. Y hay demasiado trabajo en juego para tomarnos vacaciones. Es necesario que envíes un correo electrónico masivo enseguida y les digas a los empleados que regresen a la
tarea, antes de que...

—¡Milton! —lo interrumpí—. Vete a casa y disfruta de los días libres. Te preocupas demasiado. Todo el mundo está haciendo hincapié en cosas insignificantes, preocupado por temas que no tienen importancia. Descansa. Cuando todos regresen el martes, el ambiente estará más relajado y nos volveremos a concentrar en la salida a bolsa, créeme.

—Vale... —Suspiró mientras abría la puerta—. Disfruta de tu cumpleaños.

—Gracias, lo haré.

Apagué el ordenador y las luces, cerré con llave la puerta que conectaba el despacho con la suite y regresé al cuarto de baño.
María José estaba ocupada con el mando a distancia, subiendo el volumen de una canción lenta.
Me desnudé con rapidez y me introduje en la bañera con ella.

—Ven aquí... —la invité.

—Me gusta este rincón.

Puse los ojos en blanco y me acerqué a ella para rodearla con los brazos. —He llegado a pensar que mi asesor era más difícil que tú.

¡Qué equivocada estaba...!

—Si tú lo dices... —Se rio divertida—. Adivina con quién me encontré ayer...

—¿Con quién?

—Con el señor Anderson. Al parecer, ha tenido otro ascenso, y va a tener que trabajar en un despacho que está en el otro edificio. No sabrás nada de eso, ¿verdad?

«Sí...».

—No, pero me resulta interesante.

—¿En serio?

—En serio.

—Admítelo —ordenó con un suspiro—. Admítelo ahora mismo.

—¿Qué quieres que admita?

MI JEFA | PT1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora