Capítulo 32.

6K 248 1
                                    

—María José.—Me cogió de la barbilla—¿Has dicho que sí?

—Eso es demasiado personal...

—No, no lo es. Dímelo.

Suspiré.
—Por supuesto que le hice...

—No hablo de él. Hablo de ti.

—No... Pero eso no significa que...

—¿Nunca? —Abrió los ojos como platos.

—Mi ex era muy directo. Siempre decía que eso no era lo suyo. Cuando nos acostamos por primera vez, yo era virgen, así que jamás lo he echado de menos. No puedes añorar lo que no conoces, ¿sabes? Nos lo pasábamos bien en la cama.

Me miró durante un buen rato, parpadeando lentamente al tiempo que movía la cabeza, negando con incredulidad.

—Vale, déjame preguntarte otra cosa. ¿Habéis practicado sexo fuera de su dormitorio?

—Jamás follamos en una habitación llena de gente, si es eso lo que estás preguntándome.

—¿Nunca te ha dicho guarradas? —me preguntó al oído.

—Daniela...

—¿Lo ha hecho o no?

—Estas preguntas son completamente...

—Necesarias. Me lo tomaré como un no. —Me pasó los dedos por el trasero—. ¿Alguna vez te exploró por aquí?

—No... Y no es algo que yo hubiera querido que hiciera.

—¿Por qué? —Me apretó el culo con suavidad.

—Porque eso es... Es...

—¿Inmoral? —Se rio y tiró de mí hacia uno de los bancos—. Lo hablaremos algún día.

—¿Con cuántas mujeres has estado, Daniela? ¿Con cincuenta?

—¿Cincuenta? —Sonrió—. ¿Incluida tú?

«¡Oh, Dios mío! ¿Son más?».

—¿Es un número demasiado bajo?

—Demasiado alto.

—¿Cuarenta y nueve?

Se rio.
—Diecisiete.

—Guau...

—¿Por qué pareces tan sorprendida?

—Son... son muchas menos de las que esperaba, pero siguen siendo muchísimas mujeres... ¿Mantuviste una relación seria con alguna de ellas?

—Con algunas. Una era amiga con derecho a roce a la que veía cuando no tenía otra relación.

—Y, antes de acostarte conmigo, ¿cuándo fue la última vez que follaste?

—Seis meses antes de conocerte.

—Bueno, eso resulta bastante impactante. ¿No había más mujeres en la empresa que quisieran verse arrastradas a habitaciones secretas o inclinadas sobre tu escritorio después del trabajo?

Se encogió de hombros.
—En realidad no. Estoy demasiado ocupada y debo ser muy cuidadosa en lo que a mujeres se refiere.

—¿Porque tienes problemas de apego?

—¿Te gustaría follar en el Golden Gate? —Me miró con los ojos entrecerrados—. Y no tengo problemas de apego... Si debo ir con cuidado es porque algunas mujeres solo se acercan a mí por mi dinero, o están interesadas en ir a la prensa y pretenden chantajearme por estar conmigo.

—¿Te ha ocurrido alguna vez?

—No, a menos que vayas a intentarlo tú. ¿Debería empezar a preocuparme?

MI JEFA | PT1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora