Capítulo 46.

5.7K 218 1
                                    

A continuación, noté unas gotas frías sobre mi cabeza, seguidas por el contacto de sus manos, que extendieron con suavidad la crema sobre mi cuero cabelludo.
Cerré los ojos y me eché hacia atrás, hacia Daniela, mientras me mojaba el pelo, mientras movía la punta de los dedos contra mi cabello en un movimiento circular que no dejó ninguna parte sin tocar.

«Por favor, no te detengas...».

Vertió algunas gotas más en mi cabello y lo masajeó una y otra vez, haciéndome sentir más débil cada vez que giraba los dedos.

—¿Estás bien? —susurró, subiéndome todo el pelo a la parte superior de la cabeza.

—Sí... —murmuré, notando cómo sonreía detrás de mí.

Me empujó la cabeza hacia delante para que quedara directamente debajo de uno de los chorros de agua, y se tomó su tiempo para enjuagar el champú.
Cuando la espuma se deslizó hacia el desagüe, intenté volver a apoyarme en ella.

—¡Estate quieta! —Me sostuvo por los hombros, impidiendo que me moviera—. Todavía no he terminado.

Suspiré. Después sentí que me pasaba por la espalda con suavidad una esponja de luffa trazando círculos que envolvieron mi piel en un olor dulce a vainilla. Después de limpiarme las piernas, me puso los labios en el hombro derecho y me cubrió la espalda de besos hasta llegar al izquierdo.

Me deslizó la esponja por debajo de los brazos y la frotó contra mi estómago antes de moverla sobre los pechos. Al mismo tiempo, usó la otra mano para tocarme entre las piernas, reposicionando un chorro de agua para que impactara contra el punto más sensible.

—Esta noche voy a follarte con la boca —susurró.

—¿Qué? —jadeé. Luego moví la cabeza, porque no quería que pensara que deseaba que me castigara.

—Ya me has oído. —Me rodeó de modo que quedamos frente a frente y me miró a los ojos—. Voy a ser la primera en follarte así; haré que te corras una y otra vez. —Bajó la cabeza y me besó en los labios—. Va a ser tan bueno que querrás que sea también la última.

Se me detuvo el corazón, literalmente. Además, se me debilitaron las rodillas, y me vi obligada a apoyarme en la pared hasta deslizarme al banco de la ducha.

Se inclinó hacia mí con una carcajada y me besó una vez más. Luego se acercó a la estantería, donde cogió una esponja azul que usó para esparcir el gel sobre su piel.
Se dio la vuelta para mirarme a los ojos mientras se pasaba la esponja por el pecho, y los musculosos abdominales. Permitió que la espuma cubriera su cuerpo unos segundos, y luego dejó que el agua la arrastrara hasta el suelo.

—¿No puedes levantarte? —Arqueó una ceja mientras se frotaba la esponja contra la polla, dura como una piedra, y me mordí el labio mirando cómo se la frotaba con las manos de arriba abajo.

Traté de ponerme en pie, pero todavía sentía las piernas entumecidas. La presión que ejercían los chorros de agua contra mi cuerpo tampoco era de ayuda.
Lo único que podía hacer era permanecer allí sentada y ver cómo Daniela se burlaba de mí repasando su cuerpo con aquella maldita luffa, que acariciaba todos aquellos lugares que yo ansiaba tocar.

Después de muchos minutos de juguetona tortura, la arrojó al suelo y me guiñó un ojo.
—¿Todavía no puedes levantarte?

Me ruboricé mientras se acercaba a mí para cogerme las manos y tirar de ellas hasta levantarme.
En cuanto salimos de la ducha, los chorros se pararon y las luces se volvieron blancas.
Me condujo hasta el banco que había frente a la sauna y sonrió. Después de ponerse una bata negra, cogió una toalla de manos de un cajón y me envolvió el pelo en ella. Luego cogió otra, más grande, y se puso a apretarla contra mi piel, frotándola lentamente por todo mi cuerpo.

MI JEFA | PT1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora