Capítulo 38.

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—¿Señora? ¿Señora? —me llamó la cajera—. Puede empezar a vaciar ya el carrito...

—Mmm... En realidad necesito algunas cosas más...

Empujé el carrito fuera de la cola y lo aparqué en el pasillo de los refrescos. Luego fui al baño y me estudié en el espejo: camisa con el cuello rosa, unos vaqueros de color azul claro, pelo despeinado...

Mis mejillas estaban rojas y brillantes, y me sentía dolorida... Como si deseara que me tocaran; tuve que decirme que me tranquilizara.

«¿Realmente soy tan insaciable? ¿Acaso soy tan incansable como ella?».

Respiré hondo y salí, aunque me tomé mi tiempo para atravesar la tienda hasta el aparcamiento. Busqué mi coche mientras rebuscaba las llaves en el bolso, pero se me cayeron al suelo.

Cuando me agaché para recogerlas, Daniela fue más rápida.

—Buenas tardes, María José—me susurró contra el cuello, poniéndome al cien.

—Hola.

Escondió las llaves en la mano y abrió la puerta trasera.
—Después de ti...

Al entrar, me deslicé hasta la ventana. Ella se me acercó en cuanto cerró la puerta.
Miré hacia otro lado, pero Daniela me cogió la barbilla para que la mirara. Podría decirse que yo temblaba, literalmente, de anticipación, preguntándome cuándo comenzaría a desnudarme.

En cambio, me miró a los ojos y me trazó la línea de la mandíbula y los labios con los dedos. Sin dejar de mirarme, se acercó y me quitó la goma con la que me había recogido el pelo. La lanzó al asiento de delante antes de encerrar mi cara entre sus manos, todavía con los ojos clavados en los míos, consiguiendo que me mojara sin apenas tocarme.

—¿Qué ha hecho que me escribieras eso hoy? —preguntó, dejando caer las manos para desabrocharme los vaqueros.

—Estaba probando eso del sexting...

—¿Sexting? —Me bajó los pantalones.

—Sí. Se suponía que tú debías responderme con otro mensaje de texto en el mismo tono. Luego, al parecer, estaríamos todo el día picándonos el uno al otro...

—Yo no me dedico a hacer sexting. —Se desabrochó el cinturón y se quitó los pantalones.

—¿Por qué?

—Prefiero follar. —Me puso en el asiento y me bajó los pantalones hasta los tobillos—. ¿Cuáles fueron las palabras exactas que decías en el mensaje?

—Coge el móvil y míralas.

—¿Perdona?

—No te pongas así...

—Ni tú tampoco. —Arqueó una ceja—. Solo te lo preguntaré una vez más.

—Eso está bien, porque pienso darte exactamente la misma respuesta. Sonrió mientras me quitaba la blusa por la cabeza.

—A veces te pones muy difícil. Vamos a tener que esforzarnos para cambiar eso. —Me puso boca abajo antes de que pudiera añadir nada.

—Ahhh... —Noté que me daba una suave nalgada en el culo antes de desabrocharme el sujetador.

Contuve el aliento cuando sentí que me sujetaba las manos a la espalda
con el cinturón, y luego oí que abría un condón.

—¿Obtienes algún placer en comportarte así? Deslizó dos dedos en mi interior.

—No...

—¿Estás segura? —Me apretó el cinturón alrededor de las muñecas—. ¿Estás segura de que no lo disfrutas?

MI JEFA | PT1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora