Capítulo 59.

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POCHÉ

Ocho semanas antes...

Entré en Dutchman's, una pequeña tienda de regalos en el embarcadero, y seguí a Lucia y a Andrea entre los pasillos. Habían insistido en venir conmigo para ayudarme a elegir un regalo de cumpleaños para Daniela, a pesar de que todavía no la conocían.
Habíamos recorrido el muelle todo el día, pero no habíamos tenido suerte.

—Si nos presentaras a esa mujer, todo esto sería mucho más fácil.
Andrea cogió un pez de plástico y sonrió.
—¿Le gusta el pescado?
—¿Un paquete de cajas de sardinas? —Lucia se encogió de hombros. «Aggg...».
—Voy a echar un vistazo... —Fui a la parte trasera de la tienda, pero me paré cuando vi una vista del océano desde las ventanas.

—Impresionante, ¿no?
Una mujer morena de mediana edad se detuvo a mi lado, sonriente. Iba vestida totalmente de blanco, lo que sentaba como un guante a su cuerpo delgado, y llevaba recogido el pelo en un moño. Tenía los ojos castaños, matizados con tonos verdes, y por alguna razón me resultaban familiares.

—Mucho... —convine—. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando llueve? — Me había dado cuenta de que la ventana estaba rota y de que el suelo necesitaba un buen arreglo.

—Bueno, la semana que viene nos pondrán una ventana nueva, pero el suelo... No sé. Nos gustaría que la gente siga viendo la vista, ya sea que llueva o brille el sol.

—Deberíais utilizar tonos bambú, no amarillos, que se desvanecerán en solo seis meses. Un fondo marrón con un acabado liso parecerá más auténtico y hará destacar los tonos tierra del local.

Le brillaron los ojos mientras me tendía la mano. —Soy Fernanda.

—María José.

—De acuerdo, María José; estaba pensando más bien en un blanco básico de plástico que sea sobre todo barato, pero lo tendré en cuenta si este lugar llega a dar beneficios. —Se rio—. ¿Puedo ayudarte en algo?

—Estoy buscando un regalo de cumpleaños para la persona con la que estoy saliendo, y no sé muy bien qué comprarle...

—¿A esa persona le gustan los yates?

Asentí con la cabeza.

—Ven, cariño. —Me llevó hasta el mostrador—. Aquí hay muchas cosas para alguien a quien le gusten los yates, pero tienes que elegir bien. ¿Vais en serio?

Me sonrojé.
—No lo sé. Es que...

—Ya veo, es algo serio. —Sonrió—. Tengo un regalo perfecto. —Desapareció en la trastienda durante varios minutos y regresó con una caja marrón que deslizó hacia mí por encima del mostrador—. Esto.

—¿Un colgante?

Se rio.
—No, querida. Son anclas, que simbolizan que vas en serio con esa persona, que estás, hablando figuradamente, amarrando su nave. Sin embargo, puedes personalizarlas, y si ese alguien conoce bien el significado, acabará soldándola al ancla de su nave. Es un regalo perfecto.

Busqué en la caja y saqué algunas de oro. Pasé los dedos por los extremos puntiagudos.
—Lo compraré.

—¿El qué?
—¿Qué es eso, mamá?
—¿Le vas a regalar a tu pareja unas anclas de juguete? —¿Qué clase de regalo es ese?

Fernanda negó con la cabeza.
—Chicas, les prometo que tiene su lógica. María José, ¿cómo te gustaría personalizarlas?

—Bueno..., ¿qué tal mi nombre en los ganchos y el suyo en la parte inferior?

—Me parece bien. —Cogió un bolígrafo y una libreta—. ¿Cómo se llama tu novio?

—Bueno, en realidad no es novio, es mi novia.

MI JEFA | PT1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora