Capítulo 29.

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Nos desplazamos hasta el Water Bistro Café en el transporte para empleados. La mayoría de mis compañeros que estaban a bordo parecían emocionados al verla, y como ya había mencionado antes, parecían pensar que era solo una comida de negocios; incluso algunos bromearon sobre la necesidad que tenían de su ayuda en algunos departamentos.

Una vez que el autobús frenó, me indicó que me bajara delante y luego me cogió por el codo.
No nos paramos en el atril del maître; sencillamente fuimos hacia la izquierda y subimos las escaleras hasta un comedor privado con vistas al océano.

—Buenas tardes, señorita Daniela. —Una camarera nos indicó que tomáramos asiento en la única mesa de la estancia, que era alta y estaba rodeada de sillas plateadas igualmente altas, situada junto a la ventana—. ¿Se unirá alguna otra persona a su grupo hoy?

—Sí, el doctor Clarson. —Me acompañó hasta mi lugar—. ¿Podría asegurarse de que el aparcamiento sea gratuito para él?

—Sí, señorita. ¿Espero hasta que llegue para anotar su pedido?

—Perfecto. ¿Podría traernos el vino que sugiera el chef mientras esperamos?

—Por supuesto. —Dejó tres menús sobre la mesa antes de desaparecer.

—A ver, dime... —dijo Daniela mientras se sentaba a mi lado—, ¿cómo van las campañas creativas para la sTablet?

—Corta el rollo, Daniela. Sé que te molesta que Ernesto haya aparecido hoy por mi despacho. Así que ve al grano...

—¿Por qué iba a molestarme?

«No sé...».

—Da igual... —Negué con la cabeza—. Me había dado la impresión de que eras una mujer celosa... Perdona por haberlo pensado... Con respecto a la sTablet, preveo que la campaña será todavía más complicada que la del sPhone.

—¿Por qué?

—Porque «sTablet» no rima con nada.

Se rio.
—Estoy segura de que acabará siendo una campaña increíble.

La camarera regresó con una bandeja con las copas de vino, y Ernesto llegó poco después.

—Es un restaurante precioso. —Se sentó enfrente de nosotras—. ¿Las mesas son tan altas por alguna razón en concreto?

—Es un bistrot de agua. —La camarera sonrió y le puso delante una copa de vino—. Toda la comida está hecha al vapor, y se sirve en platos que se mantienen calientes con agua hirviendo. La altura de las mesas y las ranuras que hay en los bordes impiden que los clientes se quemen. — Se sonrojó.

—Ah... ¿Qué me sugiere que tome primero, señorita Daniela?

—Por favor, llámame Calle... —sugirió sonriente antes de girar la cabeza hacia la camarera—. ¿Qué tal si nos trae un menú degustación?

—Como diga, señorita. —Nos recogió los menús y lanzó una mirada más a Ernesto antes de marcharse.

Los tres probamos el vino y luego permanecimos en completo silencio hasta que Daniela se aclaró la garganta.

—Entonces, Ernesto, ¿en qué hospital trabajas?

—En ninguno. Poseo una clínica privada en el centro. Sin embargo, es relativamente pequeña: solo somos tres médicos y cinco enfermeras.

—¿Cuál es tu especialidad?

—Las mujeres... —repuso Ernesto, buscando mis ojos.

—Interesante. —Daniela se acercó más a mí y me puso la mano en el muslo—. ¿Qué te llevó a elegir esa especialidad?

MI JEFA | PT1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora