Capítulo 63.

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Anduve hasta la orilla del mar en Ocean Beach; estaba tan cerca que podía ver la casa de la playa de Daniela en la distancia. Se me ocurrió que podía correr hacia allí y ponerme a golpear la puerta, pero me detuve.
Había hecho esto mismo cada fin de semana desde que nos separamos: ir a la playa desierta, tumbarme en la arena y pensar en todas las cosas que habíamos realizado juntas.

Cogí el bolso y saqué la cajita que me había dado el día que terminamos. La llevaba siempre encima, pero no había llegado a abrirla, porque no quería que nada me recordara lo tonta que había sido al romper con ella.
Incapaz de reprimir la curiosidad por más tiempo, me senté en la arena y retiré la tapa.

Dentro había un hermoso collar de oro con un solo colgante en forma de ancla. Además, había otra gargantilla, plateada y con colgantes de brillantes que formaban unas banderas blancas y rojas que, al unirlas, formaban las palabras «María José y Caroline» en la parte de atrás, un yate de plata, un ancla con las palabras «Tuya, siempre», una botella de vino con nuestras iniciales en la etiqueta y luego una M y una A entrelazadas. La A era más llamativa que la M y estaba cubierta por brillantes.
¿M y A? ¿Qué significaba?
No podía pensar en nada que respondiera a esas iniciales, ninguna conversación...
«¿Mi amor? ¿Mi amante? Sí, seguramente...».

—Señorita Garzón, ¿va todo bien? ¿No le gusta mi idea?

—¿Qué? —Volví a la realidad—. No, Tiffany... Tu idea es perfecta.

—«Como de costumbre».

—¡Bueno, gracias! Eso significa mucho viniendo de usted. Gracias por habernos citado en la cafetería; al antiguo director nunca se le ocurrió algo así.

Sonreí.
—El gusto es mío, disfruta del resto del día. —Le estreché la mano y la miré mientras salía.
Había pasado toda la mañana reuniéndome con mis subordinados en el Starbucks. Les había dicho que tenían que mostrarme sus ideas, hacer una breve exposición y, cuando estuviéramos de acuerdo en todo, podrían tener el resto del día libre.

¿Tiffany era la última de hoy? ¿Cuántos habían sido? ¿Quince? Dios, estaba perdiendo la cuenta...
Estaba tratando de hacer todo lo posible para romper con la rutina, para empezar a superar lo de Daniela y todo lo que me recordara a Industries Calle. Había organizado reuniones de personal en cafeterías y había cambiado la rutina de mis entrenamientos; incluso iba a una playa diferente cuando quería relajarme.

Había llegado al extremo de pedirles a Mari y a Paula que me apuntaran a fiestas para solteros durante los fines de semana para no quedarme en casa enfurruñada. Pero por muy amables que fueran algunos hombres, ninguno podía compararse con Daniela. Ninguno.

Me levanté para pedir otra taza de café, aunque me detuve al ver la portada del Wall Street Journal. El título era «DEMASIADO BUENA PARA IGNORARLA», y debajo había una foto de Daniela, sonriente, con un traje a medida, de pie en el escenario, hablando para sus empleados en el baile de la celebración de la salida a bolsa.

«No lo cojas. No lo leas. Tienes que superarla... Tienes que superarla...».

Pedí un café latte y volví a sentarme. Lo que más deseaba en ese momento era enviarle un mensaje de texto para felicitarla o preguntarle qué sentía. Pero no sabía si me respondería. Y si lo hiciera, acabaría olvidándome de todo y escribiéndole «Te echo de menos».

Abrí la carpeta y empecé a mirar las propuestas mientras anotaba comentarios aquí o allí. A veces negaba con la cabeza ante lo perfecto que era su trabajo.

—¿Esta silla está ocupada? —preguntó una voz profunda.

Pasé una página y no me molesté en levantar la cabeza para mirar.
—No. Puedes cogerla.

MI JEFA | PT1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora