Capítulo 14.

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Le llevó mucho más que siete bebidas sentirse satisfecha, y dado que se desmayó cuando tomaba la última, tuve que llevarla a su habitación.
Cuando la metí en la cama y me aseguré de que podía dormir sin vomitar, regresé a la suite y llamé a María José.

—¿Sí? —Cogió al tercer timbrazo.

—Hola, María José.

—Mmm... Hola. —Parecía sorprendida—. ¿Qué tal va el congreso?

—No sabría decirte. No le he prestado mucha atención. ¿Qué tal va todo por la empresa?

—Muy bien. Hoy han enviado un informe desde dirección sobre los aparcamientos: al parecer, el asunto ese de las horas se ha terminado por fin. Todos están muy emocionados de que hayas abierto los ojos.
Me reí.

—¿Practicas insultando a la gente o se te da bien de forma natural?

—Practico cinco horas al día.

—Pues es un tiempo bien invertido. Sobre la cena del sábado por la noche...

—Sí, qué.

—¿Qué tengo que hacer para que aceptes cenar conmigo?

Suspiró.
—Tienes que dejarme pagar mi cena.

—¿Por qué?

—Porque pondrá ciertos límites entre nosotras y no me parecerá una cita.

—Es que es una cita.

—Bueno, pues no debería. Sé que has cambiado la política de la compañía con respecto a las relaciones entre empleados, pero que nos veamos fuera de la oficina está mal, da igual lo que tú pienses.

—Entonces, ¿qué quieres? ¿Que te despida?

—¡¿Qué?! No, no es eso lo que quiero.

—Porque si es necesario, lo haré.

La oí suspirar.
—Vas a dejarme pagar mi cena.

«No».

—Claro, María José. Puedes pagar tu cena. Tengo una reserva en Michael Mina a las ocho. ¿Puedo pasar a recogerte o eso también está fuera de lugar?

—Nos vemos allí. Sé dónde está.

«Por supuesto...».

—Bueno, estoy deseando que llegue el viernes. Dime, ¿has encontrado alguna buena idea para la campaña?

—Sí. —Oí un crujido de papeles de fondo—. «Las rosas son rojas, y el sPhone azul. Yo me voy a comprar uno, y también tú».

—Por favor, dime que estás de coña.

—No, esa era una de las ideas, y está a punto de encontrar su hogar en el cubo de la basura.

—Una gran decisión.

Ella se aclaró la garganta.
—Bueno, creo que tu conferencia es sobre...

—No quiero hablar de trabajo, María José. Y estoy segura de que tú tampoco. Prefiero hablar de ti.

Ella se mantuvo callada durante unos segundos.
—Vale. ¿Qué quieres saber?

—Dime qué te gusta hacer en tu tiempo libre.
La escuché hablar durante horas sobre sus pasatiempos favoritos: diseccionar revistas de diseño de interiores, estudiar arquitectura de puentes, correr y leer. Resultó muy refrescante hablar con alguien cuyo punto de referencia no giraba alrededor de las celebridades o del último reality show de la tele.

Mientras estaba explicándome que tenía el sueño de correr un maratón, la oí bostezar y miré mi reloj. Eran las cinco.

—Supongo que deberíamos colgar ya... No me había dado cuenta de que se estaba haciendo tan tarde. —Me recosté en la cama— ¿Sabes?, tú también puedes llamarme si te apetece.

MI JEFA | PT1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora