Capítulo 54.

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Puse los dos regalos —una caja rectangular de color rojo y otra plateada, bastante grande— delante de la chimenea, esperando que María José se sentara a mi lado.

—¿Cuál deseas que abra primero? —pregunté.

—La caja plateada.

Me tomé mi tiempo para desenvolverlo, desdoblando cada esquina y tirando con suavidad de la cinta. Dejé todo a un lado ordenadamente, incluso el lazo.

—¿Por qué te lleva tanto tiempo? —Se echó a reír—. ¿Necesitas ayuda? Estás actuando como si nunca hubieras tenido un regalo de cumpleaños.

—Y así es.

Abrió mucho los ojos y palideció.
—Lo siento... Estaba de broma. No...

La atraje hacia mí.
—No lo sabías. No pasa nada. —Puse a un lado el último trozo de papel y giré la caja. Cuando le quité la tapa y vi lo que era, contuve la respiración.

—No estaba segura de qué regalarte, ya que lo tienes todo —dijo mientras sacaba el ancla dorada en miniatura de la caja—, pero como te gustan tanto los yates, he pensado que te gustaría tenerla... Dicen que las anclas son...
Sabía perfectamente lo que significaban las anclas, lo que representaban. Para alguien que no supiera de barcos, eran solo colgantes dorados con forma de ancla, pero yo conocía los yates. Cada propietario de un yate tenía sus propios colgantes en forma de ancla, y cada vez que amaba a alguien, una persona sin la que no podría vivir, debía personalizarlos y soldarlos al ancla de la nave. Eran un símbolo de longevidad, una forma de decir «Quiero estar contigo».

Examiné el objeto a conciencia, y noté que María José ya había grabado algunas palabras. Su nombre aparecía en uno de los ganchos, y el mío por debajo.
Como no sabía qué decir, me limité a abrir el otro regalo, ahora mucho más rápido.
Me reí cuando vi de qué se trataba.

—No había que existiera una versión Harry Potter del Monopoly.

—Y no existe. —Me quitó la caja de las manos—. Pero hace años trabajé para Parker Brothers y me debían una, así que les he pedido que hicieran una pieza única para ti. Sé que ninguno de estos regalos es demasiado valioso, pero...

Me incliné hacia delante y apreté los labios contra los de ella al tiempo que la rodeaba con los brazos con firmeza, sin querer soltarla. Me acerqué por encima de la alfombra y le pasé las manos por las caderas explorando su boca con la lengua, diciéndole con besos todo lo que no podía transmitirle con palabras.

—Muchas gracias —susurré cuando me detuve para respirar—. Lo que has hecho hoy significa mucho para mí.
Nunca había tenido una fiesta de cumpleaños, ni regalos ni nada. A mis padres no les importaban los cumpleaños, y las personas que me adoptaron solo me hacían un regalo al año, en Navidad, por lo general un dispositivo electrónico de segunda mano o un libro. Después de haber crecido sin celebrar los cumpleaños, ya había dejado de fijarme en las fechas.

La solté despacio y me metí la mano en el bolsillo trasero.
—Yo también te he comprado algo. —Le tendí una cajita de joyería.

—No será un anillo de compromiso, ¿verdad? —me preguntó muy pálida —No podría aceptarlo.

—¿Qué? —Me senté y me eché a reír—. No. Creo que te conozco lo suficiente como para saber que no podría regalarte eso. Ábrela.

—¿No puede esperar a mañana? Es tu cumpleaños, y no quiero que...

—Abre-la-caja.

—Pero...

—Ya

Soltó un suspiro de exasperación absoluta.
—En serio, no quiero que...

MI JEFA | PT1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora