Capítulo 49.

5.6K 229 0
                                    

—Buenas noches, María José.

—Hola... —Mi cuerpo reaccionó de inmediato a su voz sexy y a su tierna caricia.

Me besó el cuello, acercando los labios a mi oreja.
—¿Llevas algo debajo de esto? —me susurró al oído.

Negué con la cabeza.

—Mmm... —dijo de forma aprobadora antes de sentarse delante de mí.

—¿Qué tal ha ido la reunión? —pregunté.

—Ha sido innecesariamente larga y aburrida, como de costumbre. Me sentiré feliz cuando hayamos solucionado todo el tema de la salida a bolsa. No creo que pueda... —Nuestros ojos se encontraron, y soltó un suspiro mientras se inclinaba sobre la mesa para apretarme la mano—. ¿Qué te pasa?

—¿Qué? ¿De qué hablas?

—Me alegra ver que ha llegado sana y salva, señorita Daniela. —El camarero se acercó a nuestra mesa—. ¿Qué vino desea probar esta noche?

—Por favor, ¿podrías darnos unos minutos? —Daniela mantuvo los ojos clavados en mí cuando el camarero desapareció—. Tienes los ojos rojos, y estoy segura de que se supone que el rímel debe estar en las pestañas, no por debajo de ellas. ¿Has estado llorando?

—No, es alergia. —Busqué en el clutch un espejito—. Siempre me pasa lo mismo en esta época del año. Hay tanto polen que...

—Deja de mentirme, María José.

Suspiré.
—No es que esté triste. Es que estoy rabiosa.

—¿Porque he llegado tarde?

—No... Es que...

—Vamos. —Se levantó y me cogió de la mano—. Hablaremos en el coche.

Me apoyé en ella cuando me puso un brazo en los hombros para guiarme fuera del restaurante.
El aparcacoches trajo el vehículo en cuanto nos acercamos y, como de costumbre, Daniela me ayudó a entrar y esperó a que me hubiera acomodado antes de arrancar.
No sabía a dónde me llevaba y, sinceramente, me importaba una mierda. Si nos movíamos sin rumbo durante el resto de la noche, sería feliz.
Recorrimos las calles de la ciudad bajo las farolas, pero me miró cuando llegó a un stop.

—¿Tienes pensado hablar en algún momento?

—Solo quería estar segura de que no me castigarías si lo hacía.

Puso los ojos en blanco.
—Me alegra saber que no se trata de algo grave.

—No lo es. —Negué con la cabeza—. Mis hijas van a ir a Anaheim esta misma noche, en avión... Es el cumpleaños de su hermanastra, así que su padre nos avisó en el último minuto. Quería que se reunieran con ellos mañana en Disneyland.

—¿Te molesta que vayan con él?

—No. Richard siempre será su padre, y puede verlas cuando desee. Lo que me molesta es que haya esperado al último minuto para decírmelo. Tenemos un acuerdo, y sé que no compró ayer los billetes de avión, ¿sabes?

—Entiendo. Bueno, es comprensible. ¿Es necesario que estés pronto en casa para que las lleves al aeropuerto?

—No. Mi madre se ocupa de eso.

—Mmm... —Parecía preocupada.

—No es para tanto. No estoy triste, te lo prometo. Odio que me llame, odio que siga existiendo... Estoy segura de que estar contigo esta noche hará que deje de pensar en ello...

—¿Cuál es tu película favorita?

—Anastasia. ¿Por qué?

—¿Una película de dibujos animados?

MI JEFA | PT1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora