Capítulo III - Código azul.

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Es auxiliado por transeúntes que estaban despavoridos por la magnitud del choque, realizan una llamada a la unidad de emergencia, los paramédicos descienden de la ambulancia, evalúan el lugar, realizan el examen céfalocaudal, emprenden a colocar collarín cervical, encamillar y ascenderlo a la ambulancia.

A Juan le está quedando difícil respirar, aturdido de las contusiones y en ese síncope, solo expresaba incoherencias, queriendo fallecer y que no hicieran nada por él.

—¡CÓDIGO AZUL! Empiezo maniobra cardíaca, treinta compresiones, dos insuflaciones —vociferó el paramédico Merkel y continuó—: ¡Necesito desfibrilador cargado a ciento ochenta Joule!

––¡Cargado! —replicó la paramédica Bukowski.

—¡Despejen!

—Área despejada.

—No reacciona, un miligramo  de epinefrina.

—¡EPINEFRINA ADMINISTRADA!

—¡LO ESTAMOS PERDIENDO!, ¡CARGA A TRESCIENTOS JOULE!

—CARGADO A TRESCIENTOS JOULE.

—¡Recuperamos pulso!

Antes de llegar al Hospital Central Universitario Alemán, Juan había sufrido dos paros cardiorrespiratorios.
Ingresan a la unidad de urgencias, recibe médico en turno, el traumátologo Weber, el paramédico Merkel realiza el reporte:

—Paciente masculino de 22 años con múltiples contusiones en accidente de tránsito, en la avenida décima, colisionó contra un árbol, lesión a nivel cervical, trauma cráneo encefálico grave, glasgow de ocho sobre quince, sufrió dos paros cardiorrespiratorios en el recorrido, realizamos reanimación cardiopulmonar, administramos cinco miligramos de epinefrina endovenosa.
Hay que intubar; por favor firmen el ingreso del paciente y comuníquensen con algún pariente.
¡Suerte, Dr. Weber!

Juan estaba en los minutos cruciales de vivir o morir, en el limbo de sobrevivir o desistir, batallando con mil demonios, los internos y los aparatos médicos, una paradoja en la que al parecer no había escape.

Crónicas de un alma valiente antes de ser occisa. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora