Capítulo X - Hilo rojo.

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––Buenos días, Sr. Marx, estuve leyendo los casos archivados a los cuales no les han dando celeridad, yo sugiero que nos basemos en el código penal 305, ya que rigen todas estas zonas y descartan posibles vencimientos de términos. ––Comentó Suzanne.

––Tenga un buen día, Suzanne, ¡qué diligente es!, me agrada su propuesta, podríamos desestimar todos los peros y aplicar justo ahí. ––Concretó Marco.

En ese preciso momento supieron que serían un gran equipo con ayuda del resto de abogados, cada uno aportando desde su especialización.

Se fueron desempeñando tan bien que cada jornada matutina que se extendía hasta la noche, no importaba, porque todos eran muy asiduos con sus labores, que cada vez era más afable trabajar juntos.
Viendo la recompensa de sus ardúas labores en la victoria de los casos llevados y forjando carácter y más popularidad al bufete.

Suzanne fue ganando la confianza de Marco, este se resistía a admitir que esta mujer le estremecía hasta el tuétano solo con observar el desempeño de su entrega en el área de protección infantil. El escucharla sugerir u opinar acerca de casos extremadamente difíciles.

Suzanne se estaba coronando como la reina de su área y de paso con el corazón de Marco.

El semestre de pasantías volaba tan rápido, así que faltaba poco para que Suzanne regresara a su país, culminara su proyecto escrito para sustentarlo en su alma máter.

Al parecer algo de sentimientos exisitían hacia a Marco, podría ser algo recíproco. Aunque sus planes tambalearan, ella seguía muy firme en el objetivo forjado desde el principio.

La mayoría de las veces creemos que todo está bajo control, incluso que podemos encadenar el corazón, pero resulta que los sentimientos supuran por nuestros poros, es una verdad absoluta que intentamos disipar y hacerla invisible, entre más te esfuerces en retener y esconder más salen a relucir a flor de piel.

Esa tarde todo transcurría con total normalidad, el zarandeo del trabajo, documentos por aquí, papeles por allá, pronto la pesadez del día se inmutaría cuando accidentalmente Suzanne tropieza con Marco y algunos documentos caen al piso.

Ambos se agacharon con premura a recoger los folios en el porcelanato, sus rostros quedaron tan cerca que se podía sentir el espesor de sus salivas recorriendo sus gargantas.

Compartían el mismo sentimiento, solo que se negaban, resistían, contenían a admitirlo. Todo lo vivido en ese lapso desencadenaron lo impensable, pero predecible.

El frenesí no pudo atajarse más, ya no podía seguir siendo silenciado y que gritara cada noche en sus pensamientos.

Así que brevemente Marco tomó a Suzanne por la muñeca y la ayudó a levantarse, aquí surgió lo que esperaban, pero no estaban dispuestos a abalanzarse por temor a dejar surgir sus anhelos más fehacientes; sin hacer referencia a las metas, sino a la pasión de la carne.

––Eh, Suzanne... ––expresó Marco acomodándose la corbata y continúo––: Sé que el trabajo y el sentir no deberían mezclarse; pero desde que la observé atravesando por esa puerta su aura me deslumbró, pude mirarla.
Dije que era algo peculiar en este mundo ordinario, no he dejado de pensarle ni un instante. Le he dado muchas vueltas en mi cabeza y me gustaría saber... ¿si me haría el honor de acompañarme a cenar esta noche? ––De un solo soplo de voz Marco dejó salir todo esto.

Y fue hasta el 31 de diciembre de 1960, que Marco se animaba a invitar a Suzanne a cenar y aprovechar la víspera de año nuevo para estar acompañados, es difícil andar solo por la vida y más triste pasarlo lejos de su tierra natal. Se complementaban en lo más simple del universo, pero hacían innegable su verdad.

––He estado absorta por usted, sin hacer a un lado mi enfoque ––declaró Suzanne, mientras sus orejas se calentaban y sus ojos brillaban––: Su inteligencia, cómo maneja los casos y sobre todo la humanidad con la cual se dirige al personal. Sospecho de que yo también me he visto envuelta en el mismo sentimiento, así que encantada acepto su invitación a cenar.

––¡Perfecto!, la recojo a las 20: 00 h. ––Añadió Marco.

––Nos vemos luego. ––Concluyó Suzanne.

Partieron a sus departamentos para arreglarse y cumplir la cita.
Iban tarareando sus canciones favoritas, estaban sumidos en una felicidad plena. Suzanne caminaba al compás del viento, dejándose llevar por este y conversaba con las plantas, estaba relativamente cerca del bufete así que optaba por caminar en vez tomar taxi y aportar su granito de arena al cuidado del medio ambiente.

Marco conducía su automóvil pacientemente, recibía un sí de la mujer que le causaba el insomnio.
Justo aquí empezaría a escribirse la historia feliz del hilo rojo que enredó sus almas.

Crónicas de un alma valiente antes de ser occisa. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora