Todo lo que habían mencionado los tres era cierto, André seguía amando a Annette, Gustav, la adoraba como a nadie en el mundo y Annette, ya no sentía nada en absoluto por aquel hombre que amó antes. Solo un sentimiento guardaba y era el resentimiento de aquellos años envueltos en un superficial cariño; porque el amor sí acaba, porque de tanto llorar ya nada sentido tenía, porque entre sentimientos amargos siempre se vuelve a saborear la dulzura; porque aunque Margaret, sintió que lo perdió todo... fue allí cuando el aire se soltó de su pecho dando un prolongado respiro.
La madrugada los consumía a todos, que estaban dispersos entre sus pensamientos y los sentimientos divagando entre las almohadas.
Margaret, estaba tumbada sobre su costado izquierdo, dándole la espalda a André, pues no había querido hablar con nadie después de lo que pasó esa tarde. André, a su vez estaba acostado boca arriba perdiéndose en la pulcritud del cielo raso.Con su sangre hirviendo de todos los malestares que se había estado guardando, el señor Schmidt, entendió que su vida era una miseria. Que no tuvo ninguna clase de cuidado en llegar a fracturar el matrimonio honorable, comprensivo y lleno de amor que conformó su hermano. Amaba tanto su hogar que no deseaba algo más, mientras que él nadaba en contra de la corriente por mantener algo que hace tiempo había muerto.
Aunque intentara cambiar algo, ya no podría darle más largas, pues iban de fracaso en fracaso, el tiempo no perdona amores acostumbrados al qué dirán.
—Eh... no podemos seguirlo posponiendo —rompió el silencio Margaret y continuó—: habernos casado fue un error desde el día uno.
—No todo ha sido tan pésimo. —replicó con desazón André.
—Pero eso no significa nada... —suspiró Margaret volviéndose hacia André, sentándose frente a frente y prosiguió—: aprendimos a convivir, nos tomamos cariño y aprecio, quizá en algunas ocasiones lo confundimos con amor... tratando de llenar el vacío de la pasión y el sentimiento que teníamos por aquellas personas...
—Nunca imaginé que Annette volviera... —sopesó el silencio en la habitación, André, entrelazó su mano con la de Margaret antes de añadir—: y mucho menos casada con mi hermano.
—Annette, es lo de menos. He notado que es una mujer correcta, firme e intachable... ¿por qué nunca hablaste de ella? —indagó Margaret con sentimientos encontrados.
—Porque no tenía sentido. Ya lo había perdido todo y necesitaba hacer del pasado eso... pasado. —respondió con arrepentimiento y las mejillas hirviendo del coraje, André.
—Ni tan pasado... cuando la viste volviste a revivir todo; ahora comprendo a la perfección tu nerviosismo. —soltó con suficiencia Margaret, borrando las lágrimas de sus ojos.
—Tu comentario es acertado... yo nunca he sido un santo, pero lo intenté todo para que fuéramos felices.
—¡YO TAMBIÉN LO INTENTÉ TODO! —bufó Margaret, con las mejillas rojas de la rabia, con sus manos empuñadas y tirándose de la cama de sopetón—: ¡PERO TAMPOCO PUDE OLVIDAR EL AMOR QUE SIENTO POR AQUEL HOMBRE! ¡ENTONCES, TAMBIÉN HE SIDO UNA FARSANTE! ¿POR QUÉ REPROCHARTE A TI LO MISMO QUÉ HE HECHO YO?
—Es hora de ser sensatos, francos y dejar todo a flor de piel... es evidente que ya no podemos callar nada más. —sentenció André.
—Tienes razón... estoy de acuerdo contigo, aquí el tiempo es nulo, porque importa tan poco cuando el sentimiento no existe o nunca llegó a desarrollarse. —argumentó Margaret con tristeza, pero con gran tranquilidad.
—Entonces... —titubeó André.
—Entonces es momento de partir. Quiero separarme de ti. —sentenció Margaret con seguridad, temiendo a la respuesta que André pudiera darle.
—No pienso oponerme más a eso. —confesó André, con convicción.
—Te aprecio mucho, André... —susurró Margaret, mientras pegaba su frente con la de André y lo abrazaba con fuerza.
—Yo... —la voz de André, se entrecortaba y tomada grandes bocanadas de aire para continuar—: yo a ti, Marga.
Sopesó el silencio en esas cuatro paredes que veían morir la ilusión de los amores quebrantados por las ambiciones familiares. De dos seres infelices, tratando de hallar la luz en el único vínculo que los mantenía... un hijo.
—Entre todas las mierdas que te hice no merezco que tengas ni un atisbo de perdón hacia mí. Te lo he robado todo, te he convertido en una infeliz, hasta en un mueble más. —sollozaba André, enterrando su rostro en el pecho de Margaret—: ver a Gustav, tan feliz con la mujer que amé solo me recuerda que he sido un cobarde y la sombra de mi padre. Toma la decisión que más creas conveniente respecto a la salud de nuestro hijo, te aseguro que no interferiré más. Te devolveré la parte de las acciones que te corresponden y empezarás a trabajar cuando desees...
—Pero el dinero siempre me ha importado poco. —interrumpió Margaret.
—Pero es lo que te corresponde y yo abusé de eso, nunca fue justo. Así que por favor... déjame siquiera tratar de enmendar un tantito todo el mal que te causé. Retoma tu carrera de arte, nunca es tarde para empezar... o mírame a mí... pensando con el corazón después de cuarenta años. No creí decir esto... pero me da duro el divorcio, aunque también tengo claro que al maltratro no hay quién se acostumbre, solo se vive intimidado. —concluyó André, llorando a moco tendido, Margaret, quiso abrazarlo, pero este salió corriendo, encendió su auto y se marchó.
Quizá a perderse entre sus pendientes en la oficina. Siempre se había escabullido entre documentos, pedidos y juntas.
Es muy duro dejar ir al ser amado, peor aún con la cobardía para enfrentarlo todo.
Después de toda esa purificación, perdón y redención, André, reconoció que ni él, ni Margaret, eran felices juntos; era mejor conservar una linda amistad por el bienestar de su hijo... Juan, muchas veces les reclamó a sus padres que si eran tan infelices, entonces que se separaran.
Nota de autor: Un capítulo cortito, pero que preparé esta tarde con mucho amor. ¡Espero sea de su agrado! ❤
Anhelo ver sus comentarios... me hacen muy feliz. ✒
Créditos de las imágenes: Pinterest.
ESTÁS LEYENDO
Crónicas de un alma valiente antes de ser occisa.
Ficción General¿Qué es de tu vida cuándo lo posees todo y a la vez nada? Cuando lo intangible lacera cada rincón del alma y ser. Por más que poseas, a veces no sirve de nada cuando suena el tic tac y lo más preciado de tu vida está a un paso del otro mundo. Dos...