Capítulo XXIX - Afección.

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Larissa lloraba sin hallar consuelo alguno.
Una posible infección en sus vías respiratorias, tenía en desespero y zozobra a la familia Marx, cada vez que sondeaban intentando encontrar la vena muy delgada de su bebé, ellos no podían evitar llorar.

Horas enteras se disipaban con el ir y venir del cuerpo médico, que estudiaban uno a uno los análisis de Larissa. Un virus respiratorio en su   laringe abarcaba toda la zona de deglución, causándole dolor de oídos y dificultad para respirar, la fiebre en su cuerpo manifiesta que los anticuerpos están haciendo los suyo, pero no le basta. Le pasaban líquidos para mantenerla hidratada. Los resultados de los análisis llegaron en horas de la tarde, los médicos diagnosticaron CRUP (Laringotraqueobronquitis), ordenaron terapias respiratorias, manteniendo el oxígeno, paracetamol para la fiebre y dexametasona para el virus.

Los minutos eran alargados, la tos incesante de Larissa se apoderaba de todo el pabellón, la fiebre no disminuía, no había mejoría.

Unos padres preocupados, Suzanne se quedó la primera noche en el hospital, la mañana siguiente Marco le dijo que fuera a casa para que descansara un poco y se duchara.

—Hola, pequeña Marx... ¿cómo vas? —musitó Marco—: ya estoy aquí, papá ya está aquí. —una lágrima rodó por la mejilla de Marco—; pronto saldremos de esta, mi muñequita de cristal. Volveremos a casa... estarás sana y salva.

En medio de la máscara de oxígeno Larissa esbozó una dulce sonrisa y eso fue suficiente para confortar el corazón de su padre. Seguido a la sonrisa, empezó el llanto vigoroso, la tos perruna y el estridor al respirar; Larissa empezó a tiritar y arder en fiebre, primera convulsión.

Marco gritaba como loco por toda la sala pidiendo ayuda:

—¡UN MÉDICO, PEDIATRA, ENFERMERA, MI HIJA ESTÁ EN CRISIS!

El cuerpo médico sacó a Marco de la habitación e iniciaron a estabilizar a Larissa. Un cuadro clínico bastante complicado.
A través de la ventana del cubículo Marco observaba todo y con sus manos intentaba arrancar su cabello, también tumbar la puerta del área de pediatría.
En posición fetal se tumbó en el piso, abría su pecho de tanto llanto, la saliva se le espesaba y se le marcaba en los labios cada vez que gritaba. Solo había transcurrido una hora que Suzanne se había marchado a reponer un poco sus fuerzas. Esas mismas que acabarían cuando Marco llamó a la casa.

—Hola, querida... —con voz quebrada y átona comentó Marco y prosiguió—: la niña está muy mal, su fiebre aumento y su cuerpecito no la aguantó...

Antes de que Marco pudiese terminar Suzanne interrumpió:

—¿QUÉ NO AGUANTÓ? ¿CÓMO ME DICES QUÉ NO AGUANTÓ? —bufó Suzanne desvaneciéndose entre desespero y con tono desgarrante continúo—: ¿cómo me dices qué mi pequeña no aguantó? ¡No puedo soportar una pérdida más, Marco!

—Cariño, déjame terminar... —pidió Marco—; Larissa sufrió una crisis convulsiva, la fiebre la llevó a eso. Están estabilizándola, ven, por favor.

—Enseguida salgo para allá, estoy derrotada. Me tiene angustiada la situación tan penosa que enfrenta nuestra hija.

Suzanne salió conforme había llegado, no dio tiempo ni de que se tomara un café.
Ingresó al hospital y entró directo al pabellón de terapia respiratoria. Larissa se encontraba cansada después de la crisis, así que dormía un poco; a su lado estaba su adorable padre con la cara enrojecida de tanto llorar y sus ojos un poco hinchados y ennegrecidos por tal tristeza. Suzanne corrió hacia él y lo abrazó fortísimo, ser padres primerizos estaba siendo bastante duro en ese caos.

El pediatra llegó, los saludó y les dio el reporte de lo que estaba sucediendo con su hija, que aumentarían la dosis de paracetamol para que no repitiera un cuadro clínico convulsivo. Ordenó oxigenoterapia y todo el reposo que pudiera mantener la niña, pero que lo corroboraría dentro de dos días con una nueva placa de tórax y la extracción de flemas para despejarle la vía aérea y administrarle desinflamatorios para sus cuerdecitas vocales y oídos. El tratamiento estaba siendo aceptado en el cuerpecito de Larissa, en los dos días siguientes se notó la mejoría y los resultados de la placa arrojaron que la inflamación en los pulmones había disminuido en gran manera.  Fueron contrarrestando la infección; su naricita un poco constipada, el tratamiento le sentó bien y fue posible terminarlo en casa, le dijeron adiós al hospital después de casi una semana.

Limpiaron toda la casa y estaban más sobreprotectores de lo común, Liesel siguió cuidando muy bien de Larissa, abrigándola y manteniéndola fresca en días calurosos.

Celebraron el primer año de vida de Larissa por todo lo alto, tiraron la casa por la ventana, su hija merecía vivir todo el amor, afecto y detalles que sus padres podrían brindarle. Los señores Marx, ya se hacían añejos, pero eran tan felices en su burbuja cada vez que Larissa daba pasos por la casa y balbuceaba. A los dos años Larissa empezó la formación educativa en casa de la mano de su intitutriz Liesel y en acompañamiento de sus padres.

El lenguaje de amor de Larissa fue muy claro, amaba a su familia por sobre todas las cosas y viceversa. Una niña autónoma, inteligente e independiente con unos padres sobreprotectores, pero con confianza; algo difícil de mezclar, pero se podía.

La familia Marx vivía una época familiar tranquila, estaban pronto a jubilarse y dedicarse de lleno a su única hija, solo importaba ella.







Nota de autor: ¿Sabían que el CRUP afecta principalmente a niños? En caso de no tratarse de manera adecuada el niño podría contraer neumonía y en casos más graves hasta la muerte. No obstante si se trata bien y a tiempo, pueden terminar el tratamiento en casa e irían recuperándose notoriamente con el pasar del tiempo y adaptándose al ambiente o clima. ¡Ha, ha, ha, si has llegado hasta aquí porque te interesa todo... hasta los extras! ¡Los abrazo, los adoro! ¿Qué les ha parecido la historia de los Marx? 🫀

Crónicas de un alma valiente antes de ser occisa. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora