Transcurrieron los días, meses y años de duelo, cinco años de aquel trágico accidente y diez años de vida de Larissa.
Espigada, inteligente, la mejor de su colegiatura y del equipo infantil de natación, ella ya comprendía las cosas y en su mente se sembraba la idea de que sus padres jamás volverían.
La conversación pendiente de años atrás por fin tendría continuidad.
––Má, ya estoy en casa ––eufóricamente pregonaba Larissa––: ¿Dónde estás, mamá?
––Estoy en el jardín, mi pequeña. ––respondió la señora Lie.
––Voy para a allá, mamá.
––¡Hola, mamá! Quiero contarte que fue un día interesante, estoy en el equipo de ciencias y participaremos en un torneo nacional, fui la primera en llegar a la meta en la clases de natación, quizá vayamos a los nacionales ––en voz jadeante exclamó Larissa y estampó un beso furtivo en la mejilla de la señora Liesel––: ¡Estoy muy emocionada!
––¡Eres excepcional, mi pequeña! ––exclamó Lie y le dio un fuerte abrazo a Larissa––: sé que llegarás muy lejos porque tienes dos estrellas en el firmamento que te guían.
––¿Sabes Lie? ––dubitativa exclamó Larissa––: en el fondo de mi ser, desde la boca de mi esófago yacía el vacío de lo que se va y nunca más regresa, sé que lo hiciste para contraarrestar ese suplicio.
––No me equivoqué en guardar la absoluta verdad hasta ahora, estás creciendo, madurando, aprendiendo. Pudiste percibirlo sin escucharlo de mi boca. Ahora sabes que siempre estarán contigo, que la ausencia duele y al vacío nunca te acostumbras.
––Así es, Lie, pero el mundo me premió con tu presencia, eres mi mamá, te he visto de esa manera, me conoces desde los tres meses.
Los extraño mucho, Lie; hubiera querido que estuvieran aquí conmigo, disfrutando verme crecer, yendo conmigo a todos los lugares, pero todo esto de vivir es un misterio. Por fortuna te tengo a ti y me acompañas a cada lugar, cada evento escolar, cada cumpleaños. Eres mi señera compañía.
––Sí, mi niña. Me siento más que acompañada contigo en cada etapa de tu vida y todos los hitos relevantes en tu desarrollo.
Y tienes razón, nadie comprende los sucesos repentinos, pero ellos dejaron un regalo para ti, el mismo día en que fallecieron. Una carta en tu habitación y decidí guardarla hasta que llegara el momento adecuado.
Nunca me atreví a abrirla por respeto, porque considero que es un vínculo irrompible con tus padres.––¡La emoción no puedo detenerla, Lie!
El solo hecho de considerar que respiran nuevamente a través de esta carta, me motiva, me llena de esa luz tan diáfana que irradiaban mis padres. Son los ángeles más preciosos y tú también eres mi angelito, mi querida Lie ––los ojos de Larissa se encharcaron, le dio un beso en la frente a la señora Liesel y la rodeo con sus brazos forjando un cálido abrazo y continúo––: después de esa tragedia, eres el norte de mi vida; esta nota será mi mantra a partir de hoy. En días de soledades y días de beatitudes. ¡Gracias por todo Lie! ––Larissa volvió a abrazar a su madre––.––¡Te amo mucho, mi Marx!, eres la razón por la cuál sigo aquí de pie, nadando con tiburones y esquivando tormentas y haciendo de mi espalda un escudo para protegerte de todo lo malo. Eres lo mejor que me ha pasado en años, el fruto que en mi vientre nunca maduró. Te amo, hija. ––Le volvió el melindroso beso y abrazo de su pequeña amada hija––: Eres parte de mí, te adoro. ––Puntualizó la señora Liesel.
Sanarse en el amor de otros es prodigioso e imperceptible porque sin darte cuenta esa persona te está haciendo bien, acariciando tus heridas y apaciguando la ira de las preguntas no respondidas y los casos inconclusos que vienen adheridos a los párametros de existir.
El amor brindado siempre llega de vuelta.
Eso era Liesel para Larissa y viceversa, una madre, una hija, un sentimiento sin ningún lazo de sangre.
Por encima de todo el amor persistía, aunque se marchitara, volvía y florecía.
Aunque ambas lloraran cada noche, reían cada tarde y una lágrima era compensada con mil sonrisas.A través de las experiencias y vivencias, se quedaban con lo mejor de sí, aunque lo peor reluciera ante la luz. El amor era tan ímprobo, dulce y transparente que poseían la habilidad de transformar la melaconlía de las noches en melodía.
Tarareaban canciones, pintaban acuarelas, veían películas, iban al Mar Báltico a recolectar caracolas para luego devolverlas al mar.
Se envolvían entre historias, mientras construían la más importante segundo a segundo y día a día, la historia de ambas con su lazo inquebrantable.
Horneaban tortas, pasteles y galletas, para luego sentarse en la terraza para que el viento las acariciara y ver la luna caer y reflejar en la fuente de agua.
Sembraban plantas juntas, luego tomaban una larga ducha por separadas y empijamadas Liesel entrenzaba el cabello de Larissa hasta quedarse dormidas en la misma cama.
Formidables, infalibles, llenándose de energía la una a la otra. Porque para eso estaban hechas, para el amor invencible que brinda una madre y el eterno agradecimiento que brinda una hija.
La gratitud se hacía virtud.
Finalmente las cosas y sentimientos tomaban su lugar y así nunca podrían olvidarse y cada vez más palpar las evocaciones.
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Crónicas de un alma valiente antes de ser occisa.
General Fiction¿Qué es de tu vida cuándo lo posees todo y a la vez nada? Cuando lo intangible lacera cada rincón del alma y ser. Por más que poseas, a veces no sirve de nada cuando suena el tic tac y lo más preciado de tu vida está a un paso del otro mundo. Dos...