Capítulo XLIX - Sentencia.

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Karl, había cumplido su amenaza. Mientras él celebraba en su oficina viendo las noticias, porque todos los medios anunciaban la desgarradora crónica de la muerte de la señora Margaret.

Un grito fuerte se escuchó en la oficina de André, quien estaba impactado por la primicia y Juan que se encontraba con él en ese momento no paraba de llorar; justo anoche tuvo la mejor noche de su vida con su madre y que pronto viajarían juntos, esa añoranza ya no se iba a poder cumplir...

André y Juan, llegaron al lugar del crimen, toda la zona estaba acordonada, —había militares, equipo de criminalística y reporteros por doquier—... los pasos eran lentos y el aire se sentía bastante denso, les costaba respirar, ni Juan  ni André querían encontrarse con la cruda realidad.

Hay un cuerpo cubierto con una manta blanca, siete disparos en el panorámico del auto, un extenso y espeso río de sangre corre en el asfalto, hay casquillos de balas y todo lo que está alrededor es evidencia para abrir el caso más mediático y doloroso de la historia de una de las familias más acaudaladas de Berlín.

Juan, estaba destrozado, las palabras no salían de él. Su rostro estaba enrojecido de tanto llorar, las lágrimas por más que intentara detenerlas seguían su curso. Devastado, se postró al suelo de rodillas y André, lo abrazó, lo abrazó tanto, tanto como nunca lo había hecho y André no encontraba palabras de consuelo dentro de sí para animar o intentar calmar a su hijo, solo pudo romperse... romper en llanto y gritar por todo el daño que en el pasado él a Margaret le causó.

—¿POR QUÉÉÉ? ¡NO ENTIENDO POR QUÉ!

Gritaba sin parar con la saliva espesa entre los dientes y la voz ronca del dolor que lo estaba desgarrando.

—Se ha ido, papá... se ha ido... —susurró Juan en medio de sollozos.

—Perdóname, hijo...

André, se levantó y se dirigió hacia la camioneta para levantar la manta del cadáver, cuando un guardia le ordenó que saliera de inmediato del lugar, ya que esos no eran los protocolos que debían seguir. Era obligación reconocer el cuerpo, pero en la morgue, no ahí. El señor Schmidt, no se opuso, levantó a Juan del pavimento, lo abrazó y en medio de la lluvia siguieron su trayecto hacia la camioneta.

Amaneció en medio de una fuerte tempestad,
Karl, es notificado con una orden de arresto en su contra... esta vez el cazador fue la presa y Margaret, le llevó bastante ventaja, reunió pruebas que lo incriminaran y con sus hombres de confianza no permitió que la información se filtrara, así Karl, fuera un hombre de mucho poder. La gota que colmó el vaso fue el atentado contra Margaret, ella afirmó que si algo le sucedía culparan a Karl Schmidt, ya que había recibido amenazas contundentes, constantes y directas.

—¡Está usted bajo arresto! —sentenció el capitán Amato—. Todo lo que diga podrá ser usado en su contra, tiene derecho a un abogado.

—¡Basta de estupideces! ¿Usted no sabe quién soy yo? —bufó Karl, ufanándose de su poder y continuó—: ¡Tengo un fuero y una inmunidad que me cubre! ¡No me pueden arrestar!

—Sí, sí podemos, porque atentar contra la integridad de un familiar queda exento de ese fuero.

—No sé de qué habla... ¡quíteme las manos de encima! —estriló el viejo zarandeándose de lado a lado—, ¡no se atreva a esposarme porque se las verá conmigo!

—Amenazar e irrespetar a la ley también es delito y tenga por seguro que interpondré mi demanda en su contra. —refutó el capitán.

El viejo se resistía al arresto, se retorcía de un lado a otro, intentando ser resbaladizo y antes de llegar a la puerta principal ya la prensa lo estaba atosigando con preguntas:

¿Es cierto qué ordenó asesinar a su nuera?

¿Por qué empezó esta rencilla?

¿La señora Margaret, nunca fue de su agrado?

El viejo no respondió nada, estaba fresco, tranquilo e impávido, con esa frivolidad que lo caracterizaba; parecía no estar remordido por nada. De verdad que era un ser sin escrúpulos, que no fue capaz de ver el daño que le causaría a su adorado y único nieto.

El viejo decretó de que su nieto pudiera verlo en la prisión, quería convencerlo de que él no era culpable de nada, su nieto lo adoraba y tenía la certeza de que le creería a ojos cerrados.

—Querido nieto... —susurró Karl, con una sonrisa fingida.

—Dime que nada de esto es verdad... —respondió Juan, con un nudo atravesado en su garganta y apretando sus dedos.

—Puedo jurarte que todo esto es una calumnia y malentendido...

—Claro, mi abuelo jamás haría algo así... —dijo Juan, con la voz ronca y los ojos encharcados—: él es mi héroe y nunca me lastimaría.

—Estaba seguro de que tú sí me creerías —exclamó Karl, dándole un fuerte abrazo a Juan.

—Y yo... —suspiró Juan y realizó una larga pausa—. Yo estaba seguro de que jamás me dañarías, Karl; pero atentaste contra lo que más quería, eres tan inescrupuloso, que ni siquiera te detuviste a pensar en el dolor que estoy sintiendo. ¿POR QUÉ ARREBARTAME A MI MADRE? —vociferó ahogado de dolor y llanto y siguió—: ¿POR QUÉ? ¿Acaso qué te hizo ella? Lo único que quería era todo lo que le correspondía de vuelta.

—Ni, ni, ni- nieto... no digas cosas de las que después te puedes arrepentir... —balbuceó Karl, con cierto nerviosismo...

—Yo hoy he perdido... perdí a mi madre y también al gran abuelo que fingías ser... —se quebró Juan—. Guardia, ábrame la puerta, por favor.

—Déjame explicar... no te vayas así. ¡Juan!, ¡Juan!, ¡Juan, debes creer en el gran abuelo que siempre he sido para ti! ¡JUAN! —gritaba de manera desesperaba el viejo a través de las rejas, mientras de manera despectiva les gruñía a los guardias que le quitaran las manos de encima.

El viejo perdió la poca compostura que le quedaba. La ley agilizaba todo el proceso para dictar la sentencia final en contra del Karl...
Su indestructible imperio empezó a caer; a costa de lo que más quería.














Nota de autor: Todos los créditos de las imágenes son desde Pinterest.
Quise subir capítulo hoy, en el día mundial de la poesía. 21 de marzo.
Espero lo disfruten es con muchísimo amor, cada día más cerca de los capítulos finales. ¡Gracias infinitas por leerme!
¡Sus retroalimentaciones significan mucho para mí!
¡Besitos! ❤

Crónicas de un alma valiente antes de ser occisa. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora