Capítulo XV - Almas desnudas.

18 4 0
                                    

—Creo que le he entregado la mejor parte de mi vida al mejor ser humano —musitó Suzanne con mirada meláncolica y feliz.

—Yo por lo contrario, creo que eres tú el mejor ser. Me has enseñado a mirar por medio de tus ojos, ser feliz con lo que en ese instante está —replicó Marco derramando lágrimas de felicidad—; el amor llegó en lo más inesperado de mi vida... pero esta solo era parte de la sorpresa, salimos esta madrugada, abrígate bien y alista tu maleta de manos, no olvides tu cámara.

—Te estoy adorando, mi querido Marco. —Suzanne lo rodeó con sus brazos y le dio un beso apasionado—. Gracias por dármelo todo, aun cuando no esperaba nada. Gracias por darme la seguridad que nunca apareció por mi vida. —llorando a lágrimas vivas musitaba Suzanne—; aprendí a vivir con dolor, es fatídico acostumbrarse a eso. Mi madre murió cuando era una niña, mi padre era un alcohólico maltratador... creo que por eso me apasiona tanto la protección y bienestar de las infancias.
Crecí en un hogar de paso, al parecer a ninguna familia le agradaba, así que al cumplir los dieciséis años me inscribí en el programa de becas de la Universidad de Zúrich y aprobé.
Esas heridas me dolieron cada instante, pero decidí no arrastrarlas conmigo, porque merezco ser feliz; ¿sabes Marco?, tuve mi primer pastel de cumpleaños cuando cumplí trece años, me la obsequió una cuidadora que me tomó mucho aprecio recuerdo bien ese once de septiembre de 1946.

Marco la envolvió en un abrazo acogedor, estrechándola fuerte y delicadamente hacia a él. Entendía cada una de sus lágrimas y el sinsabor de los vacíos colgados.
Llorando a cántaros estaban ambos, sentir el dolor del ser que amas como si fuese tuyo es la muestra de amor, compasión y empatía más inmensurable que puede existir.
Esa madrugada desnudaban sus almas y se iban despedazando las corazas que la subsistencia les había obsequiado sin haberlo deseado.
Marco también esparcía su pesadumbre, pero no por sus padres, estos siempre le brindaron muchísimo amor, pero no entendía porqué las velas de sus vidas se apagaron tan pronto.

—Mi querida Suzanne, mi infancia fue distinta a la tuya, mi fortuna fue tener a mis padres unidos y haciendo de nuestra casa el lugar al que siempre quería regresar. —exclamó Marco en medio de sollozos—: mi mamá era la mejor, cariñosa, amable y gentil, mi papá era más tajante, frío y testarudo, pero cumplía con todo. Y sé que amaba a mi madre por sobre todas las cosas. Un día cualquiera mi mamá contrajo pulmonía y sus órganos no resistieron, mi padre... —Marco se trababa al hablar, los mocos y lágrimas se esparcían por todo su rostro, en su mirada se apreciaba la agonía de esos días—. Mi papá no lo resistió y también se entregó al alcohol, una madrugada normal, sin sobresaltos, ni señales de nada... escuché un ruido en nuestra cochera... —el llanto de Marco se intensificaba y al tiempo temblaba—. Y allí... allí tendido en el suelo nadando en un charco de sangre yacía el cuerpo inerte de mi padre. Él se disparó directo a la sien... me pregunto; ¿por qué lo hizo? Si aún le quedaba un pedacito de mi madre y ese era yo. Una tía se hizo responsable de mí y me terminó de criar como su propio hijo.

Los abrazos se intensificaban, las lágrimas corrían a cántaros.
Las personas con más agujeros en el alma, aprenden a ser felices, sin arrastar a lo que aman hacia ese suplicio.

Ya casi amanecía, no habían dormido nada, porque los dolores que los desvisceraban por fin estaban siendo hablados y creando una cicatrización por lo menos sana, sin supurar.

—La noche más relevante de nuestras vidas, la hemos vuelto un cementerio y mar de lágrimas —musitó Suzanne.

—Es mejor fluir entre lágrimas y no contener más el dolor guardado por años. —dijo Marco con voz ronca y añadió—: ¿recuerdas qué dije que la sorpresa no estaba completa?

—Suzanne lo miró directamente a los ojos y asintió con su cabeza—.

¡Dentro de una hora salimos a Venecia! —concluyó Marco.

—¿Es broma? —bufó Suzanne y siguió—: creo que solo nos dará tiempo de cambiarnos la ropa y agarrar las maletas.

—Tienes razón, voy por mis cosas a mi habitación y paso por ti pronto... ¡Ah, por favor no olvides tu cámara! —puntualizó Marco.

Esa noche bañada en lágrimas y parte de dolores pasados que fueron silenciados, guardados y cohibidos porque no hallaron la confianza y plenitud del mundo. Esa madrugada fue de ellos, abrazándose, regalándose caricias al alma; intentando colocar banditas para esas heridas. No hubo interrupción, ni pérdida de tiempo o felicidad, los demonios bestiales que los devoraban por dentro fueron rugiendo y haciéndose pequeños. No hubo noche más transparente que aquella en medio de tanto dolor y felicidad, emociones fortísimas enraizadas a sucesos abrumadores. Ellos mismos habían experimentado el horror en cada poro del cuerpo y cada rincón del alma. Después de todo eso reconocían que el cruce de sus almas sin duda alguna el destino los marcaba, la sensación sublime de ir en picada y que tu pareja o alma sea tu paracaídas para amortiguar tu aterrizada. Ese gesto, ese sentir maravillaba todo lo desangrante de la tierra.
Quizá apenas se asomaban unas que otras verdades, unas más dolorosas que otras, pero el dolor te hace sentir que vives y al paso que sientes, porque es ahí... justo ahí en ese momento que el alma se desnuda y todo queda a flor de piel, sin reproches, sin medidas, solo dos almas que unieron su dolor y lo lloraron por primera vez de la forma más sincera y vítrea posible. Podrían quedarse toda la vida hablando de sus dolores, dejando salir todo; pero disfrutarse era la mayor de sus fortunas, entre lágrimas y sonrisas, dulzura y amargura, estaba el balance perfecto, así que un sueño impalpable erigía en ellos.

Crónicas de un alma valiente antes de ser occisa. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora