En la camioneta Margaret abrazaba a su amado Juan. Él no se resistía a sus abrazos, ya habían marcado un nuevo camino y antes de que se afianzara en su recuperación tuvieron la conversación que padres e hijos se debían.
—Por mucho tiempo soporté los desaires y faltas de respeto de tu padre hacia mí. No diré que soy una santa, porque ambos nos casamos amando a otras personas... con la diferencia de que yo sí aprendí a quererlo, pero él nunca supo hacerlo.
—No hace falta que digas nada más, madre. Siempre lo supe todo y aunque uno sueña con un hogar sólido, los gritos a cada instante lo agrietan bastante. Prefiero verlos separados que siendo infelices y sé por todo lo que has pasado. Quiero que sepas que te comprendo en todo y que no hace falta que te disculpes o digas algo más. No tengo nada qué reprocharte, mamá. —concluyó Juan y abrazó a su madre.
Se bajaron en silencio del auto y en la puerta los esperaba André.
Se abalanzó sobre Juan.
—¡Qué vigoroso se ve mi muchacho! —proclamó André y agregó dirigiéndose a Margaret—: mmm... bueno, nuestro muchacho.
—Sin duda alguna es un nuevo nacimiento. —completó Margaret.
—Gracias, papá —respondió Juan y abrazó por segunda vez a su padre—: quiero que sepas que ya lo sé todo...
—Pu, pue, puedo explicarlo... —tartamudeó André.
—¿Y para qué? —interrogó Juan con mucha seriedad.
—Pa, par... para que lo sepas todo. —carraspeó André.
—No es necesario... te he dicho.
—¿Estás enojado?
—Lo último que haría en este mundo sería enojarme con ustedes... —susurró Juan tomando las manos de sus padres y continuó—: ustedes serán mis padres toda esta vida y la otra, el hecho de que su relación no haya funcionado es natural. Todo cumple un ciclo y que ustedes se hagan daño estando juntos fingiendo un amor que quizá nunca exisitió, me hacía más infeliz y miserable a mí. Los amo y los apoyo en cada paso que den... incluso ahora se llevan tan bien que eso me da tanto gusto. Es una maravilla. Así que aquí ya todo está dicho y el tema no se toca más.
André y Margaret, no evitaron llorar, les afectaba tanto recordar lo que ya habían simulado olvidar: la nobleza de su hijo. Estaban felices de ver el hombre maduro, sereno y transparente en que se había convertido.
A partir de allí serían una nueva familia, un amor sano y un hogar sin gritos.
Pasaron al comedor y se apotronaron cada quien en su lugar, la casa se sentía vacía desde que las niñas se habían marchado, pero era una nostalgia dulce lo que se respiraba. Estaban felices de que Juan, comprendiera todo y no colocara trabas; por otra parte sus padres organizaban un retiro espiritual por tres días a las afueras de Berlín, para poder darle gracias a Dios por el renacimiento de su hijo; asimismo planificaban el viaje a Reikiavik, para reencontrarse con la familia que un día el viejo Karl, separó.
Mientras los demás asumían que la paz por fin aparecía de un todo, siempre estaba Karl en medio.
El viejo mañoso quería salir triunfante en todo, sin duda Margaret, era la piedra en el zapato de Karl y este estaba dispuesto a todo por sacarla de su camino, pero el viejo no sabía que la señora Hoffman, ya no volvería a temerle a nada y mucho menos a él, sin importar el poder que este tuviese.
Al día siguiente en la empresa con unos productos pendientes, Margaret, está realizando la respectiva inspección de que los lotes de medicamentos estuvieran en buen estado y que no estuviesen adulterados, porque ciertos rumores zumbaban en los oídos de que el viejo no era tan decente, trasparente y honrado. Siempre llevaba un pie adelante en sus negocios sucios, pero Margaret estaba allí para cambiarlo todo.
—¡Vaya, vaya! —exclamó con sorna Karl y prosiguió—: es que ahora eso de ser la casi dueña de la empresa le ha subido las ínfulas a la señora.
—No estoy dispuesta a caer en tus juegos, Karl. —replicó Margaret dándose la vuelta hacia él.
—Nada de esto te pertenece. -señaló Karl a su alrededor-: te demostraré que mi imperio es difícil de demoler, no he caído en tantos años y una mujer no me va a hacer caer. Tenlo por seguro, Margaret. —sentenció el viejo y empuñó sus manos de tanto coraje.
—¿Es una amenaza? ¡No te tengo miedo! —refutó Margaret.
El viejo solo dio media vuelta e ingresó a uno de los laboratorios.
Margaret, estaba descompuesta, pues pese a decir que no tenía ni un ápice de miedo, por dentro lo temía todo, no tanto por ella, sino por Juan... le atemorizaba la idea de que el viejo tomara a su hijo en represalia con ella; así que se contactó con André y lo puso al tanto de todo, este quería confrontarlo, pero la señora Hoffman, lo evitó.Esa misma tarde saliendo de la empresa la camioneta de Margaret Hoffmann, fue interceptada por unos maleantes que dispararon reiteradas veces de forma indiscriminada hacia el asiento de la señora Hoffman.
Créditos de las imágenes: Pinterest.¡Volvimoooos... capítulo cortito, pero sutancioso!
Espero sus retroalimentaciones. ❤
¡Los adoro!
Síganme en instagram: @soydann8.
(Si existen errores ortográficos, perdónenme... no revisé bien). Estoy emocionada por retomar y terminar la obra. 📘❤
ESTÁS LEYENDO
Crónicas de un alma valiente antes de ser occisa.
Narrativa generale¿Qué es de tu vida cuándo lo posees todo y a la vez nada? Cuando lo intangible lacera cada rincón del alma y ser. Por más que poseas, a veces no sirve de nada cuando suena el tic tac y lo más preciado de tu vida está a un paso del otro mundo. Dos...