Capítulo XXXIV - Liesel.

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La carta fue entregada en su destino, Liesel la conservó, esperaba el momento de poder entregársela a Larissa, pues era a ella a quien iba dirigida.
Ese capítulo doloroso fue cerrado, pero nunca olvidado, Larissa siempre mantenía a sus padres presente en todo.

La vida fue menos dolorosa porque Liesel acompañó a la pequeña Larissa en cada momento importante, bueno y malo de su corta vida. Fue creciendo con ella, la conoce desde los tres meses, a los cinco años se quedó con la niña indefensa, tierna y vulnerable, pudo haberse ido y tener su vida, pero su vida en ese instante se enfocó en Larissa. Esa alma diminuta era el motor de su vida.

Cada torneo de natación, ciencia y literatura que Larissa participaba, Liesel iba y la acompañaba. La niña prodigio estaba creciendo y escalando sus triunfos y éxitos colegiales. Cada segundo domingo de mayo Larissa escribía tres cartas una para cada uno de sus padres. Marco, Suzanne y Liesel.

El maravilloso otoño apareció, la época favorita del año de Larissa y Liesel.
El cumpleaños número cincuenta y nueve de la señora Liesel, sería en dos días, Larissa estaba tan emocionada que ahorraba cada centavo para comprarle su pastel favorito y aunque podía retirarlo de su cuenta, prefirió guardarlo de su mesada y comprarlo después de la escuela.

El anhelado día llegó el 05 de octubre de 1992 Liesel cumplía sus dorados 59 años, Larissa le vendó los ojos y le dijo que la esperara en la terraza; Larissa colocó la torta en la mesa y descubrió los ojos de la sra Liesel.

—¡Sorpresa, mamá! —exclamó Larissa y agregó—; ¡Feliz cumpleaños, mamá, te mereces lo mejor! ¡Gracias por dármelo todo, te amo!

Liesel abrazó con fuerza a Larissa y dejó desbordar las lágrimas de sus ojos y en tono muy tenue y dulzón le respondió:

—¡Eres mi bendición, mi Marx! ¡Muchas gracias, es mi torta favorita... la red velvet! ¡Me encanta, muchísimas gracias, mi cielo!

Encendieron las velas, cuando Liesel las apagó Larissa aplaudió muchísimo. Eran ellas dos contra el mundo. Liesel se lo dio todo a Larissa y viceversa, solo importaba el amor y dejar atrás todo lo negro que vivieron, el bufet Marx y la fundación se fueron a la quiebra desde la muerte de sus padres, Liesel trabajó duramente para mantener los alimentos en casa, ya que la educación de Larissa estaba segura por la cuenta que sus padres abrieron. En su infancia con Montessori desarrolló mucho, pero después acordaron enviarla a un Instituto privado, así mezclaba ambos aprendizajes y fue una niña superdotada. La ascendieron a un grado más alto porque estaba bastante adelantada para el grado que cursaba.

Celebraban cumpleaños, navidades y años nuevos juntas, todas las fechas especiales juntas, sin desapegarse por nada, Liesel la adoraba tanto, más que a sí misma. Entre tanto amor, dedicación y respeto, no se dieron cuenta lo mucho que habían crecido juntas. El tiempo pasó tan fugaz que hizo a Liesel más baja y Larissa más esbelta; en un abrir y cerrar de ojos se encontraban en la ceremonia de graduación del "Gymnasium" generación del 1996; con 14 años se graduó con honores del instituto, pues estaba avanzada en su edad y su inteligencia. Liesel estaba tan orgullosa que sacaba el pecho por la gran mujer en la que se estaba convirtiendo su niña, quien ya tenía muy claro su camino... la medicina, no tenía especialidad escogida, pero sí el pregrado que tanto la había cautivado desde pequeña.

—Mis padres deben estar muy orgullosos de mí —suspiró Larissa.

—Así es, mi pequeña ya no tan pequeña Marx —añadió Liesel.

—¿Podrías llevarme al Memorial Cementerio por favor, Lie?

—Ni siquiera tienes que pedirlo, pequeña. Vamos.

Larissa se acercó a las tumbas de sus padres, les apartó la tierra que tenían por encima, le colocó tulipanes blancos y les colocó su diploma.

—Papás... sé que me abrazan a través de toda la naturaleza, pese que son estrellas los siento muy cerca —la voz de Larissa se agudizaba—, me haría tan feliz que pudieran abrazarme un día como hoy... pero por suerte me han dejado a Lie —estrechó la mano de Liesel—; no se han equivocado en escogerla para mi cuidado, ha sido mi madre, mi padre, mi amiga y todo mi apoyo. Soy lo que soy gracias a todos ustedes y cada uno de sus valores, les agradezco. Les dedico todos mis logros a ustedes.

Crónicas de un alma valiente antes de ser occisa. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora