Capítulo XXXI - Traición.

8 4 4
                                    

—Buenos días —Marco estrechó la mano de Klein—; mucho gusto, me presento soy Marco Marx y esta es mi esposa Suzanne —recalcó señalándola—. Ha sido mi mano derecha en todo este proceso, desde los últimos veintiséis años en la compañía y la fundación.

—Un placer, señores Marx. Así es, tengo entendido que su empresa es una de las más influyentes de Frankfurt y también una de las más transparentes y legales; se me hace muy extraño que haya cometido tales fraudes. Tomen asiento, por favor. —indicó Klein.

—Esta noticia ha sido como un balde de agua fría en nuestras cabezas —comentó Suzanne y siguió—; hemos llevado la contabilidad de nuestra empresa con nuestro amigo de plena confianza y mano derecha.

—Es cierto —contrarrestó Marco— nos criamos juntos, estudiamos en la misma escuela y compartimos una que otras materias en la Universidad.

—¿Cómo se llama el contador de su empresa, amigo y mano derecha? —indagó Klein.

—Dedrick... —Marco hizo una breve pausa—; Dedrick Kerner, como ya le dije, es contemporáneo conmigo y llevamos una vida entera laborando juntos.

—¿Aseguran ustedes qué es su fiel, honorable amigo e intachable mano derecha? —contratacó Klein.

—Así es —respondieron ambos a ojos cerrados.

—De manera lamentable les manifiesto —pronunció Klein mientras le entregaba una carpeta a cada uno—; que el señor Kerner realizó una transacciones que no entran en la nómina; es decir doble contabilidad por tiempo prolongado, más o menos siete años. Ya se imaginan la problemática, no conforme con eso realizó la venta del más del sesenta por ciento de sus acciones a una empresa ubicada en Colombia y para completar todos los males ensució el nombre de la fundación con sus negocios chuecos. Es decir, ustedes estarían perdiendo todo por lo que han luchado en años. Siento pena por ustedes, las traiciones siempre vienen de las personas que menos esperamos y las enaltecemos en grandiosos altares.

Una lanza atravesó sus corazones, más fríos quedaron con la magnitud de la noticia y la forma tan vil en que su colega de toda la vida los amordazaba sin ningún tipo de remordimiento. Amortajados en esa horrible pesadilla que era más real que todo en el mundo. La envidia ensombreció el corazón de Dedrick, al percatarse de todo lo que Marco estaba consiguiendo; el éxito laboral y amoroso. Esto carcomía el interior de Dedrick; una profunda y falsa admiración hacia su mejor amigo. Este se guardó todo por años; cuando no pudo más, prefirió encochinar el nombre de Marco, apoderándose de documentos importantes, para tumbarlo del trono y destrozar su imperio.

La dicha de contar con alguien leal y transparente es ínfima; la perfidia quebraba el cristal, mientras dos almas quedaban heladas.
Dos lágrimas corrían por sus rostros, ninguno refutó, ni mencionó algo más, se negaban a creerlo y les costaba aceptarlo; aun así ninguno defendió a Dedrick, las pruebas estaban frente a sus ojos. Ironía de la existencia, construir juntos para que la avaricia se llevara todo. Los bienes dolían, pero la estaca de la traición posada en el alma, eso mataba.

El director Klein sugirió que no lo colocaran en sobreaviso, que aunque fuera difícil mantuvieran un perfil bajo y retuvieran cualquier deseo de encararlo. La unidad seguiría investigando y les darían la oportunidad de apelar, también ver si podrían recuperar la posesión y absoluto derecho de las acciones. Se despidieron con suma gratitud e hicieron un nuevo amigo, nada mal, para el espaldarazo que se acababan de llevar.

Ya en el auto, Marco lucía absorto. Un remolino de emociones lo estaba sacudiendo, Suzanne lo entendía y lo sabía porque ella se sentía igual. El silencio los cobijaba, sus miradas perdidas en el horizonte de la vía. Contenían el ardor que les apuñalaba las carótidas, en este instante no existían palabras, no había lamentos. Todo era un témpano de hielo en pleno sol de mediodía. Marco detuvo el auto y corrió hacia el bosque a la orilla del río y empezó a desahogarse gritaba tan alto como pudiese, detrás de él estaba Suzanne quien lo observaba sacar toda su ira. Cuando por fin su boca se cerró, se le acercó y lo abrazó por su espalda, le dio la vuelta y tomó el rostro de su amado entre sus manos, observó sus ojos zafiros vidriosos y ennegrecidos del dolor.

Crónicas de un alma valiente antes de ser occisa. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora