Capítulo XIII - Travesía.

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Culminaron de desayunar y no hubo tiempo para reposar, salieron en andas aligerados por su primer recorrido.
Entre hormigón y bloques de travertino, entre mármol y estuco, el ícono de la Roma Imperial y a su vez conservando la arquitectura romana. Con ciento ochenta y nueve metros de largo, ciento cincuenta y seis metros de ancho y cuarenta y ocho metros de altura. Tan diminutos como hormigas se observaban Marco y Suzanne y el resto de transeúntes.
Suzanne tomó su cámara y le dijo a Marco que posara en una esquina del Coliseo para darle una perspectiva distal a la fotografía.
Para obtener una fotografía juntos le pidió el favor a un joven que estaba a su lado.

—Disculpa... ¿podrías tomarnos una fotografía a nosotros? Por favor —dijo Suzanne, sacándose la cámara del cuello y entregándosela al joven—. Nos haremos hacia el centro y para que detrás se aprecie toda la arquitectura.

—Bien, permítame... —contestó el joven, mientras sujetaba la cámara—: ¿están listos? Tres, dos, uno... ¡Listo, una foto para los esposos!

—Es perfecta, me agradó mucho, aprecio esto, gracias... —y no somos esposos, musitó Suzanne soltando media sonrisa—.

—Qué indiscreto he sido; discúlpeme —expresó el joven retirándose del lugar antes de que Suzanne pudiese agregar algo más.

La hora de visita en el Coliseo transcurrió súbitamente, el frío hacía estragos, pero no truncaría su siguiente destino.
En una caminata de aproximadamente veinte minutos, antes de poder llegar a la "Fontana di Trevi". (La fuente de los deseos).
Se mandaba la lluvia, pero como no son merengues para deshacerse, Suzanne guardó su cámara en el morral y decidieron disfrutar la lluvia.
En pleno corazón de Roma, de espaldas ante la estatua de "Oceanus". Dios de los mares y ríos, uno de los Titanes más formidables.
Ambos lanzaron entre tres monedas para que sus deseos se consagraran.
El mito surge de la película estadounidense "Tres monedas en la fuente". (1954). Y este dice que si lanzas una moneda volverás a Roma, si arrojas dos encontrarás el amor en un italiano o italiana y por último si lanzas tres te casarás con la persona que conociste, pero de seguro que si deseas lo que entre añoranzas abrazas, llegará.

Después de los deseos contemplados y lanzados al dios de los ríos y mares, Suzanne decidió sacar su cámara a través de una rendija de su maleta y tratar de cubrirla con su gorro. Retrató a todos los que huían de la lluvia y la tranquilidad de Marco bajo los rocíos de la borrasca.
Intentó tomar una foto de ella misma, al lado del rostro de Marco. No fue la mejor toma, pero los momentos pasaban a ser inmarcesibles por medio de estas fotografías alocadas y poco planeadas.

El último sitio para visitar en ese día era la Capilla Sixtina dentro de la Ciudad del Vaticano.
Relativamente estaban cerca, pero tiritaban del frío y la tormenta ya estaba amainando.
Por fortuna el sol volvía a brillar, tomaron un taxi vía a la "Cappella Sistina" .
Cuando llegaron seguían escurriendo agua de sus abrigos, pero la experiencia lo valía todo. Y vivir pese a cualquier circunstancia o clima, los hacía único, porque el morir sin haber disfrutado es como si jamás hubiesen nacido.
En frente de la gran arquitectura renacentista, estaba hasta el tope de turistas, el frío pasaba desapercibido. Recibiendo y escuchando atentamente la descripción del guía quies se refería a la primera misa que fue celebrada en la Capilla Sixtina, el quince de agosto de 1483. "Fiesta de la Asunción de María". En esa solemne ceremonia fue consagrada y dedicada la Capilla a la Virgen María.
No eran devotos, pero les interesaba el arte y la cultura, así que toda la ruta era sensacional.
Las fotografías no se hicieron esperar, en menos de cinco minutos ya Suzanne había tomado diez fotos, con Marco, con turistas, en la bóveda de la Capilla Sixtina, elaborada por Miguel Ángel con una técnica fresca y renacentista.

El día llegaba a su fin, estaban exhaustos, pero dichosos. No había nada que renegar, ni siquiera la lluvia o el frío. Disfrutaron muchísimo saltar en los charcos de agua. Era hora de regresar al hotel, para la noche de gala en la terraza exclusiva para clientes números uno.

—¿Qué le pareció la Capilla Sixtina?, veo que disfrutó muchísimo la lluvia. —preguntó Marco dirigiendo su mirada hacia el rostro de Suzanne—; verla saltando y adorando la lluvia, me llevó de vuelta a mi infancia; también hacía lo mismo y luego me resfriaba.

—Es maravilloso, el mundo más a allá de nuestras narices es fantástico. Imaginar que hay un mundo dentro de otro y una ciudad dentro de otra ciudad, que las pinturas te hablan y te trasladan a ese suceso ahí plasmado. ¡Estoy muy feliz! —respondió Suzanne con una sonrisa de oreja a oreja—. No quepo de la dicha, no suelo huirle a la lluvia, ¿para qué lo haría? Si la ropa se vuelve a secar, pero el tiempo se esfuma y los momentos quedan grabados en el alma y corazón. Los resfriados puedo soportarlos, pero no soportaría una vida insulsa y vacía sugestionándome en las consecuencias, así que decido vivir.

—Su manera de ver la vida, me hace querer habitarla a su lado... —los ojos azules de Marco brillaban tanto como el mar—; contemplar el ahora y hacer recuerdos imborrables desde los maravillosos momentos. —la voz de Marco se entrecortaba y sus ojos cada vez brillaban más—. ¡Muchas gracias por aceptar este viaje, Suzanne!

—Gracias a usted por invitarme. También por aprender a observar con otros ojos y salirse de las reglas del mundo cuadrículado, por volver a su infancia y recordarse de lo feliz que usted era.

—Hemos llegado, nos vemos esta noche para nuestra gala y ahí le adelantaré parte de la sorpresa que he mantenido. —dijo Marco.

—Está bien, nos vemos esta noche. ¡Gala azul vamos por ti!

Crónicas de un alma valiente antes de ser occisa. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora