En los mundos alternos, Larissa cada vez que realizaba turnos pasaba a donde Juan, para verificar que todo estuviera bien con él y su recuperación. Habían disminuido la dosis de los sedantes, para que su fisiología se adaptara a trabajar por sí sola de nuevo. También Bastián de vez en cuando rotaba con ella, pues su mejoría en la universidad había sido notoria y destacó entre los demás estudiantes. Además humanizaba muchísimo su carrera y en el hospital los niños en el área de oncología lo adoraban. Cada día que pasaba los resultados de las pruebas se acercaban y Larissa, rogaba porque ella fuera una de las elegidas... lo necesitaba. Además Larissa estaba trabajando con Bastián, en una investigación acerca del síndrome de Schönlein – Henoch (púrpura anafilactoide), un trastorno que afecta a los vasos sanguíneos causándoles inflamación y sangrados. Puede llegar a complicar los intestinos, articulaciones y riñones. Planteándose varias hipótesis y quizá hasta poder buscar una terapia diferente a la diálisis o trasplante de riñón cuando ya este órgano se viera afectado.
Margaret, se notaba más aliviada, ayudaba a colocar la mesa para el desayuno, aprovechando que todos seguían descansando en sus habitaciones, a excepción de André, que amaneció en su oficina, un poco angustiado, pero seguía ensimismado en sus cosas.
Pese a toda la tensión del día anterior, el ambiente que se respiraba era impasible.
Annette, bajó por café y se dio frente a frente con Margaret.
—Sé que lo escuchaste todo... —comentó Annette mientras le daba un sorbo a su café—: quiero excusarme.
—No tienes porqué... —Margaret, hizo una pausa y continuó—: no hay nada que no fuese cierto y además siempre lo supe. —completó con calma.
—De verdad... que lo siento. —se lamentó Annette y le dio un tenue abrazo a Margaret.
—Siempre supe que amaba a otra mujer... pero no que serías tú. —repuso Margaret y añadió—: no tienes nada de qué preocuparte, ten plena seguridad de que todo está bien. Así son los hilos de la vida que nos hilvanan entre sí, aunque pasen eternidades... hay sentimientos que no son fugaces y otros que ni siquiera nacen, o que quizás guardamos como la última vez que lo vivimos y no miramos cuánto han cambiado. Así de agridulce es la rareza de la vida.
—Comprendo... te comprendo en gran manera, mi estimada Marga.
—Ya no hablemos más de eso... no quiero darle más importancia, quizá dentro de unos minutos bajen las niñas a desayunar.
—Está bien, como desees. —respondió Annette dando cálidas palmadas en el hombro de Margaret—: ¿puedo ayudarte con algo?
—No, querida. Ya todo está listo, solo acomodaba parte de los cubiertos. ¿Sabes? Eres una mujer grandiosa y Gustav, es todo un caballero... no elegiste mal. De verdad, admiro mucho su unión. —expresó con dulzura y melancolía Margaret.
—No te equivocas... mi esposo es un humano extraordinario, me ha apoyado en cada paso, sé que no hay hogar perfecto, pero te aseguro que en el nuestro se trata de dialogar, perdonar y solucionar siempre. —argumentó con dulzor Annette.
—Te felicito, querida. —exclamó Margaret con ternura y continuó—: ya cambiando el tema... quiero pedirte algo.
—Lo que desees, querida cuñ...
—¡Buenos días, mamá! ¡Buenos días, tía! —pregonaron las niñas interrumpiendo la conversación.
—¡Hola, amores! —respondieron Margaret y Annette, al tiempo y continuaron en coro—: ¿cómo durmieron?
—¡Bien! ¡Descansé muchísimo! —exclamó Anne.
—Y yo también, estoy hambrienta. —se quejó Marianne.
ESTÁS LEYENDO
Crónicas de un alma valiente antes de ser occisa.
General Fiction¿Qué es de tu vida cuándo lo posees todo y a la vez nada? Cuando lo intangible lacera cada rincón del alma y ser. Por más que poseas, a veces no sirve de nada cuando suena el tic tac y lo más preciado de tu vida está a un paso del otro mundo. Dos...