Capítulo XXX - Contratiempo.

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Los problemas surgen de la nada o cuando mantenemos a personas en un pedestal, a lo lejos no alcanzamos a comprender, entender o aceptar las traiciones. Porque los enemigos ni siquiera son tan poderosos comparados con las personas a las que les brindas tu apoyo y crees que más de un socio, es un hermano, pero nadie admite que los hermanos son capaces de asesinarte cuando envidian y ambicionan lo que tú mantienes.

La caída impredecible e inimaginable revolcaba toda la vida y años de trabajo del imperio Marx.
En pleno festejo del cumpleaños número cuatro de Larissa, una llamada entró, Marcó se apartó de la reunión y decidió contestar en el estudio:

—Buenas tardes, ¿señor Marco Marx? —inquirió el hombre con tono gélido.

—Así es, soy el señor Marco Marx, ¿en qué puedo servirle?

—Me presento, mi nombre es Friedrich Klein, soy el presidente de la Asociación Legal de Ejercimiento de Derecho y Acciones Contables del Estado Federal. 

—¿A qué se debe su llamada? —con voz entrecortada balbuceó Marco y continuó—: sé que no es de muy buen augurio esta llamada.

—Tiene usted razón, lamento ser portador de malas noticias, pero se evidencia fraude en algunos documentos contables de su empresa.

—Eso no puede ser posible. ¿Qué tipo de documentos? Mi empresa siempre ha sido transparente.

—Pues las revisiones y auditorías que realizamos demuestran todo lo contrario. Una empresa extranjera, cuenta con el más del sesenta por ciento de sus acciones y desea liquidar.

—¿Pero cómo? Eso no puede ser posible. —Marco cayó de sopetón en la butaca cerca al teléfono, su rostro se volvió pálido como un cádaver, realizó un silencio prolongado y añadió—: ¿a nombre de quién se efectuó la compra y venta de las acciones?

—Mire sé que la situación es bastante complicada y que usted se empeña en decir que es inocente y no estaba enterado de todo est...

—¡Es porque así es, carajos! —intervino de golpe Marco—; no sé qué está sucediendo aquí, pero lo llevaré hasta la última instancia.

—Así será, solo llamaba para notificar que el proceso legal inicia pronto; también para que el día de mañana a las siete de la mañana se presente en la oficina principal de ALEDACEF. Si llega a incumplir, las cosas solo empeorarán para usted y su familia.

—Allí estaré. No tengo nada qué temer, pero sí mucho que perder... el patrimonio de toda mi vida está en juego por algo que yo desconozco en su totalidad.

La llamada finalizó y antes de que Marco pudiera pensar en algo más... Larissa corría tocando todas las puertas de la casa buscando a su padre. Antes de que pudiera encontrarlo Marco salió del estudio y Larissa se lanzó sobre él.

—Vamos, pá... —dijo ella—; comeremos pastel.

—Claro que sí, tesoro. Vamos.

—Así es... ¿qué hacías, Marco? —intervino Suzanne con ojos acusadores—; te tardaste mucho, cielo.

Marco suspiró y guardó un silencio prolongado, no quería arruinar la fiesta. Caminaron hasta la terraza y encendieron las cuatro velas del pastel para que Larissa pidiera su deseo, mientras todos cantaban a todo pulmón la canción de cumpleaños. Larissa sopló, todos aplaudieron y la felicitaron.

La tarde acabó llenísima de muchos regalos, felicidad y un poco de preocupación. El sabor agridulce por la desventura de la traición que aún Marco no entendía, ni alcanzaba a descifrar. Por dentro Suzanne presentía que algo estaba mal con su esposo, algo lo aquejaba y ninguno sabía cómo abordar el desazonado tema.
Los ojos de Marco no sabían ocultar nada, ni lo bueno, ni lo malo.

—¿Qué sucede, cielo? —preguntó Suzanne—; desde que saliste del estudio, parece que te hubiesen bañado con agua fría. Estás perplejo e ido.

—Pierde cuidado, amor... todo está bien, estoy bien, solo tengo una jaqueca que me está matando.

—Voy por unos analgésicos, pero cuando vuelva me contarás que está pasando, porque sé que hay algo que te mantiene intranquilo.

Marco suspiró y empezó a enlazar los sucesos en su mente; buscando las palabras adecuadas para notificarle sobre la situación a Suzanne.
Se tomó los calmantes y su esposa volvió a insistir:

—¿Qué pasa, cariño? ¿Quién llamó? Sé que algo te acongojó.

—Cielo... —un prolongado silencio se apoderó de la habitación—; lamento se portador de malas noticias, me han llamado de ALEDACEF...

—¿Cómo es posible eso? ¡Sé muy bien lo que significa! —Suzanne tomó la mano de su esposo y agregó—: tú eres un hombre transparente, honorable e íntegro; no es posible que haya fallas en nuestra empresa y que repercuta sobre la fundación.

—Tampoco alcanzo a comprenderlo, cielo; gracias por tu confianza, pero no entiendo en dónde fallamos, no me dieron mucha información en la llamada, solo que hubo un fraude con algunos documentos y la venta del más del sesenta por ciento de las acciones. Nos estamos quedando en la calle —Marco abrazaba a su esposa— me citaron mañana a las siete de la mañana en la oficina principal.

—No entiendo cómo sucedió, pero hallaremos el trasfondo y origen de esto. Tu nombre no se puede ensuciar de esta manera, tampoco perder la mayor parte de nuestro patrimonio y por lo que tú trabajaste de joven. —Suzanne le dio un beso en la frente a su esposo y prosiguió—: te acompañaré y buscaremos respaldo en nuestros colegas. Si hay que pelear, pelearemos. Te adoro, cielo.

—¡Ay, Suzanne!, cada día que paso a tu lado reafirmo mi amor hacia ti, eres la sombra de mi alma, mi línea paralela y mi epicentro. Te amo. 

—Yo a ti, mi cielo.

Esa noche ninguno pudo pegar el ojo, a las cinco de la mañana ya estaban en pie para encarar la citación que los estaba torturando. Se vistieron muy elegantes, sutiles y formales. Aunque sus preocupaciones eran inocultables, por lo menos manejaban la situación.
Ingresaron por la puerta principal y siguieron hasta el último pasillo en el séptimo piso. Ahí se encontraba la monumental oficina de ALEDACEF (Asociación Legal de Ejercimiento de Derecho y Acciones Contables del Estado Federal).

Los esperaba el presidente Friedrich Klein, una oficina con paredes blancas y muebles negros.

















Nota de autor: ¿Quién creen qué sea el causante de todo este contratiempo para la familia Marx? Como dicen por ahí... las traiciones nunca vienen de afuera.

¡Gracias por leer y llegar hasta aquí! 🫀

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