La luna de miel sería allí mismo en Heidelberg, en el hotel más ostentoso de la ciudad, pero donde más naturaleza se respiraba.
Una habitación con una ventana enorme.
Marco cargaba a Suzanne entre sus brazos para llevarla hasta el lecho, surgía la noche de entregar sus cuerpos y fundirse hasta ser solo uno; entre caricias Marco bajaba a punta de besos por la espalda de Suzanne y a la vez deslizaba la cremallera del fino y sutil vestido de Suzanne; se abalanzaba sobre ella, comiéndole la boca sin ningún respeto, el vestido caía sobre las sábanas y Suzanne se desvanecía entre tanta lascivia, Suzanne seguía boca abajo dejándose recorrer por los ardientes labios de su esposo.—Para... Por favor detente —pidió Suzanne.
—¿Qué sucede? —con voz jadeante preguntó Marco volviéndose hacia Suzanne—; ¿aún no estás lista? ¿Es eso, cielo?
—Estoy segura... sé que lo anhelo y deseo tanto como tú, amado mío. Pero algo me frena, es algo que no he podido superar y que cada noche me atormenta.
—Puedes hablar de lo que sea conmigo, sin miedo, sin tapujos, aquí puedes ser tú... todo el tiempo.
—Lo sé... sé perfectamente con quién y con qué clase de hombre me casé y no me arrepiento de nada, porque eres perfecto, único e inigualable. —una lágrima corrió por la mejilla de Suzanne—: pero no sé si lo que estás por escuchar, te hará cambiar tu afecto hacia mí.
—Cariño... podría llorar esta noche entera junto a ti y no me incomodaría en lo absoluto. Porque te quiero, te amo muchísimo y nada de lo que venga del pasado podría arruinarnos el maravilloso presente del que ahora gozamos. —Marco secó la primera lágrima de Suzanne, pero sus ojos llovían a cántaros.
—Cielo... hace cinco años, recuerdo muy bien tenía veintidós años; tenía mi primer amor o novio, o como se le quiera llamar, era todo menos eso... —Suzanne se ahogaba en llanto—: era la persona en quien más podía confiar... imaginarás mi mamá muerta, mi padre alcohólico y abusivo, sin ningún tipo de afecto, estaba cegada creyendo que lo que ese tipo me brindaba era amor; pese a todo siempre me he mantenido segura de mí misma. Esa noche me pidió que lo acompañara a la montaña más alta de toda Zúrich, la "Schnebelhorn", a mil doscientos metros sobre nivel del mar; me dijo que en ese lugar las estrellas brillaban más y tenía razón porque era como si del cielo cayeran ángeles. Llevó alcohol, yo no soy de tomar demasiado con una o dos copas o tragos es suficiente, pero él si estaba muy borracho y quería tener sexo, a lo cual respondí que no estaba preparada, que no era el momento, mucho menos el lugar; se colocó muy violento y me tomó por la fuerza, arrebató mis bragas sin un ápice de remordimiento y me embistió tantas veces como pudo —la voz de Suzanne se cortaba al hablar y Marco le apretaba las manos sin cesar—, mi primer amor se convirtió en mi peor pesadilla... todo no acaba ahí, después de violarme tantas veces como pudo y se le antojó, me golpeó... me golpeó hasta molerme las vísceras; mira esta cicatriz en forma transversal que atraviesa mi abdomen —Suzanne dejó caer la sábana que la envolvía y se posó frente a Marco—: mírala bien, porque ese vil miserable... porque no era un humano, era un monstruo disfrazado de buen ser humano, ese criminal me apuñaló con una barra de acero y como si fuera poco me dejó desangrándome a mi suerte en lo más alto y solitario de la montaña —la saliva en la boca de Suzanne se espesaba, las lágrimas abarcaban todo su rostro y sus ojos no podían ocultar su dolor—. Lloré, grité, grité y grité una y mil veces; pensé que no resistiría, pero mis plegarias fueron escuchadas. Desperté en el hospital siete días después de varias intervenciones quirúrgicas, mi vida se paralizó en ese instante, mi vida se apagaba, se acababa, al menos así lo sentía... Yo no entendía como alguien que me quería podía joderme la vida, pero somos esclavos de nuestros sentimientos, nos doblegamos ante lo que sentimos, colocando a los demás por encima de nosotros mismos, llenándonos de penas, vacíos, deseos inverosímiles y amores placebos. Alusiones de eso que hemos de sentir y muchas veces solemos llamar amor. Y esa era yo, muriendo en una sala de terapia intensiva por alguien que juraba amarme; ahora dime tú... ¿puedes amarme tal y cuál cómo estoy? ¿con todo lo qué arrastro a mi paso? —Marco cada vez abrazaba más fuerte a Suzanne, secando cada una de sus lágrimas y conmocionado por el acto tan despreciable que le habían hecho a Suzanne.
ESTÁS LEYENDO
Crónicas de un alma valiente antes de ser occisa.
Ficción General¿Qué es de tu vida cuándo lo posees todo y a la vez nada? Cuando lo intangible lacera cada rincón del alma y ser. Por más que poseas, a veces no sirve de nada cuando suena el tic tac y lo más preciado de tu vida está a un paso del otro mundo. Dos...