Era cierto que Juan y Larissa compartían dolores, después de ese desmayo, la noche llena de insomnio extraviada en sus cavilaciones entre el apabullante infierno de su mente, después de todos esos recuerdos traídos a su nostálgica mente y nauseabundo momento de crisis, amaneció de golpe.
A Larissa se la había cogido el día, aun así no le importó, emprendió su viaje hacia el Hospital Universitario Central Alemán.
Presentó su identificación y su carné que la acredita como estudiante de medicina en la universidad alemana, por fortuna iba llegando a las nueve de la mañana, la hora exacta de las visitas; fue un poco complicado porque no tenía un lazo directo con Juan.
—Hola, buen día, jefe Heel, mucho gusto mi nombre es Larissa, sé que el joven Juan Schmidt se encuentra en terapia intensiva ¿puedo pasar a verlo?
—Así es, ¿qué tipo de relación tiene con el paciente? —increpó la Jefe Heel—. Te he visto rondar por aquí...
—Sí claro, he rotado en algunos procedimientos quirúrgicos con usted... —intervino Larissa.
—No sé si deba dejarte ingresar, solo son compañeros de clase, nunca los he visto juntos. Además no estamos hablando de cualquier estudiante, es Schmidt, nieto del expresidente, cualquier error me costaría mi trabajo. —agregó la jefe Heel.
—Por favor, jefe... déjeme pasar a verlo, necesito verlo. Me he sentido muy mal estos días... por favor; seré lo más discreta posible... se lo garantizo. —suplicó Larissa.
—De acuerdo, pero solo tiene diez minutos...
—Le agradezco, jefe. Le cubriré un turno cuando lo necesite.
—Está bien, anda ya antes de que me arrepienta... Y me suena lo del turno.
Larissa corrió veloz, ni siquiera preguntó en qué habitación se encontraba Juan.
—¡Ay, disculpe! Es que llevo prisa. —se excusó Larissa con el médico con el que había tropezado.
—Ten cuidado, es un hospital no una pista de atletismo. —refunfuñó el Dr. Weber.
—Lo he visto antes, he recibido algunas de sus clases... una pregunta doc, ¿en qué habitación se encuentra el joven Schmidt? Es que venía tan aprisa que se me olvidó preguntar.
—Eh... sí, ya te veo bien, eres de las buenas... está en la habitación 502.
—Muchas gracias, doc. Y de nuevo discúlpeme, estoy corta de tiempo.
—Tenga buen día, joven. —repuso el dr. Weber.
En el área de la banda amarilla, Larissa se colocaba encima de pijama médica, el gorro, la bata, el tapabocas, los guantes y las polainas.
Cruzó la puerta y de golpe sintió la frialdad de la habitación; concentró su mirada en el monitor de signos vitales y la bomba de infusión de medicamentos, observaba meticulosamente cada cambio de número en la saturación de oxígeno que marcaban un poco bajas, pero por su condición aparentemente se establecía como normal. El tubo que atravesaba su tráquea estaba bien fijado a su boca, pero sus pobres labios estaban despellejados, quebrados y deshidratados por el maltrato. Las vías endovenosas que tenía abiertas ya habían sido cambiadas y no había presencia de flebitis, los dedos a través de las uñas se percibían cianóticos. (Amoratados).
La sutura de su brazo se notaba limpia y el vendaje compresivo también; lo examinó de cabeza a pies y de pies a cabeza. También tomó su planilla para verificar cuánto líquido entraba y cuánto su cuerpo eliminaba.Hasta que se ubicó en el sofá que estaba al extremo de la cama de Juan y colocó una de sus manos en la rodilla del joven. Empezó a hablarle y contarle cómo marchaba la universidad sin él; que ya había pasado más de dos días y que no veían mejoría; que la disculpara por haber sido el detonante de todo el dolor que se guardaba y no se atrevía a platicarlo con alguien.
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Crónicas de un alma valiente antes de ser occisa.
General Fiction¿Qué es de tu vida cuándo lo posees todo y a la vez nada? Cuando lo intangible lacera cada rincón del alma y ser. Por más que poseas, a veces no sirve de nada cuando suena el tic tac y lo más preciado de tu vida está a un paso del otro mundo. Dos...