Capítulo XVIII - Retorno.

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El silencio era absoluto, pero agradable. De esos silencios que causan de todo menos incomodidad, acompañados de ese abrazo tan fraternal y acogedor. Disfrutarse en los momentos de algarabías y de mudez.

Luego de cuarenta minutos en agua, por fin se dirigían a la plaza central, allí se encontraba el hotel donde estaban hospedados anteriormente.

—Bienvenidos al Hotel Véneto. Tengan una cordial bienvenida y espero descansen. —saludó el recepcionista.

—Muchas gracias, señorita —dijo Marco.

—Sí, muchas gracias, joven —añadió Suzanne.

—Es hora de descansar, mi cielo. Mañana partimos a Roma a las 10: 00 A.M. —comentó Marco y le besó la frente—. Te adoro, Suzanne; nos vemos mañana.

—Así es, cielo... pero si quieres esta noche puedes dormir aquí, a mi lado, haciéndome compañía. Ven... no te quedes pasmado ahí en la puerta —dijo Suzanne mientras halaba a Marco de su brazo—. Nuestra última noche en Venecia, hagámosla más especial.

—Me dejo robar, secuestrar y sí... siempre diré que sí, dormir contigo es de los mejores placeres de la vida.

Se tumbaron en la cama con la ropa que traían puesta, solo sacaron sus zapatos, bufandas, gorros y guantes. Las maletas quedaron a un lado de la puerta y del tocador.
Suzanne se dio vuelta en la cama para quedar frente a frente con Marco. Solo sentían sus respiraciones y los latidos acelerados de sus corazones.

Marco rodeó con sus brazos la cintura de Suzanne, y esta a su vez rodeó su cuello.
Sus ojos se perdían en los brillos de cada uno.

—Nunca en mi vida había detallado una nariz tan simétrica... en tu rostro luce perfecta. —susurró Suzanne.

—Y yo jamás había visto unos ojos tan cafés, expresivos y profundos. Definitivamente vuelcan todo mi mundo.

—Tus dientes son como perlas...

—Los tuyos ni se digan, tienes la sonrisa perfecta.

Se fueron acercando y agitando su respiración, comiéndose la boca con más ímpetu, pasión y deseo. Él acariciaba la espalda de Suzanne por encima de la camisa y esta se aferraba al cuello de él con fuerza.

Entre besos y caricias, entre abrazos y versos, contuvieron la pasión que les prendía el cuerpo.

—Creo que es hora de dormir... antes de que pase algo más y no nos podamos detener. —dijo ella.

—¿Quieres contenerte o darle rienda suelta a lo que estás sintiendo en este justo momento?

—Quiero darle rienda suelta, pero no me siento preparada, aunque me esté quemando por dentro.

—Está bien, cariño. Te entiendo, si no es el momento, pronto llegará y te sentirás completa y preparada para esto.

Suzanne abrazó a Marco y una lágrima corrió por su mejilla.

—¿Por qué lloras, cariño?, mírame... no pasa nada, puedes decidir sobre tu cuerpo, cuando quieras y desees. Si no te sientes lista, lo comprendo en gran manera.

—Eres uno en mil, Marco. Desearía haberte conocido antes... necesitaba a alguien como tú en mi vida. Te adoro, Marco... te adoro.

Esa noche durmieron como niños, abrazados, sintiéndose protegidos el uno por el otro.
Un remanso de sosiego, un respiro de armonía y calma, dos latidos de pasión y alma.

—Buen día, señorita Dietz... nos quedan con exactitud cuatro horas en Roma. ¿Qué le gustaría hacer en ese lapso?

—Me gustaría ir al Panteón de Agripa, me gustaría hacer unas cuantas fotos ahí. Así que tomaré una inmensa taza de café para luego darme una extensa ducha con agua caliente.

Crónicas de un alma valiente antes de ser occisa. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora