Dos semanas en Roma, tal vez eso era el paso fuerte y agigantado que ambos estaban esperando, necesitaban un lugar más romántico y tranquilo para saber más de los dos y quizá conocer los dolores que arrastraban del pasado, pero que eso les permitía seguir sintiendo y haciendo del hostil mundo un lugar pintoresco y sereno para vivir y sentirse vivos, aunque por instantes murieran.
—No tiene que responder ahora, puede pensarlo y decidir si acepta o no, no tengo ningún problema. —añadió Marco.
—Podría pensarlo, podría quedarme todo este día y toda la noche devanándome los sesos y de todas maneras diría que sí, así que... acepto. —replicó Suzanne.
—¿Entonces es un sí?... ¿sí? ¡Es un sí! —eufóricamente vociferó Marco y continúo—: ¡Gracias por aceptar, salimos esta misma noche!
—¿Co, co, co, cómooooooo? —con voz temblorosa y con los ojos como dos huevos fritos, totalmente sorprendida Suzanne bufó—: ¡Pero cómo podría, no tengo maletas hechas! ¡Esto sí que es una verdadera sorpresa! De esas que te suben al cielo y te empujan de golpe.
—Pierda cuidado, ya arreglé un par de cosillas, así que la llevaré al departamento para que arregle su mochila y recoja lo que desee llevar.
—De acuerdo, por fortuna aún tengo ropa doblada en la valija, solo sería trasladar a la maleta de mano para hacer más liviana la carga.
Descendieron hacia donde estaba estacionado el auto y se subieron, tomando el atajo para llegar con brevedad al departamento de Suzanne, para ultimar detalles.
El silencio era ensordecedor, las calles no estaban tan transitadas, ya que por ser día festivo y año nuevo, todos preferían quedarse en casa y pasar tiempo en familia.
Marco y Suzanne, ya estaban siendo familia, aunque no lo notaran o quizá sí, muy en sus adentros lo sabían.
Muy aprisa descendió Marco del auto, para abrirle la puerta del auto a Suzanne. Aunque ella insistía en que podía hacerlo ella misma, Marco bregaba en ser especial.—Muchísimas gracias por traerme y hacer de mi especialización muy dinámica y llenísima de aprendizajes —un beso furtivo llegó a la mejilla de Marco—; sobre todo por lo entregado que está siendo, devolviéndome el aliento en cada detalle.
—Quien debería estar agradecido soy yo, gracias por permitirme vivir, cuando sentía que ya estaba muerto. Lo mustio había enraizado mi corazón, pero ahora siento que llueve y que la primavera florece y lo mustio reverdece. —Marco devolvió el beso sutil en la mejilla de Suzanne y siguió—: en serio, gracias, paso por usted en menos de cinco horas. No vemos luego.
Suzanne empezó a trasladar la ropa de una valija a otra, empacó su cepillo de peinar y de dientes, algunos de sus textos favoritos y su cámara para retratar cada momento y añadirlo a su bitácora. Su labial carmín y su perfume con olor a lirios y manzanilla.
Se duchó tan rápido como pudo, para esta ocasión había escogido un pantalón recto en dril azul oscuro y una camisa tres cuartas blancas, más un abrigo que le cubría desde los hombros a los pies, unas zapatillas tipo tenis y una pañoleta entre su cabello, para recrear una especie de lolita, tuvo que reemplazarla después por un gorro por el intenso frío.
Estaba lista, solo esperaba que Marco llegara por ella... estruendosamente la bocina sonó y se asomó por la ventana y ahí estaba Marco.
Estacionó el auto y subió al departamento para ayudar a Suzanne con las valijas.—Está perfecta usted, esta tarde. Ese blanco le hace juego con la pureza de su aura. —musitó Marco.
—Le agradezco el cumplido y se lo doy de vuelta, ese suéter azul rey le resalta con el mar de sus ojos. —agregó Suzanne.
—Estando todo listo, es hora de partir. Encaminemos nuestra ruta hacia el Aeropuerto Fráncfort del Meno. —acotó Marco con voz jocosa y añadió—: el vuelo será corto, pero juro que con usted, lo efímero se convierte en eternidad.
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Crónicas de un alma valiente antes de ser occisa.
General Fiction¿Qué es de tu vida cuándo lo posees todo y a la vez nada? Cuando lo intangible lacera cada rincón del alma y ser. Por más que poseas, a veces no sirve de nada cuando suena el tic tac y lo más preciado de tu vida está a un paso del otro mundo. Dos...