Capítulo XXXVIII - Aversión.

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A las seis de la mañana realizaron el primer reporte, ya estaban los resultados de todos los exámenes. El doctor Hartmann, precisó por medio de las imágenes diagnósticas un cuerpo extraño en los pulmones de Juan, con alta definición corroboraron que era un coágulo con un diámetro de tres centímetros alojado en la pleura de su pulmón izquierdo; era eso lo que le ocasionaba la desaturación y fiebre, pues asimismo contrajo neumonía y debían tratarla cuanto antes.

—Buen día a todos —saludó el dr. Hartmann—. Les informo que ya tengo todos los resultados de los exámenes que le realizamos al joven Juan. Necesito que por favor me acompañen al consultorio a detallarles el caso, exponerles las alternativas y poder trabajar en el menor tiempo posible.

Los señores Schmidt salieron detrás del dr. Hartmann, quien les indicó que tomaran asiento ya estando dentro del consultorio; tomó los rayos x y empezó a señalarles el área comprometida.

—Como pueden ver en esta zona más oscura encontramos un coágulo que de no ser tratado a tiempo podría causar una tromboembolia pulmonar. Ese intruso en el pulmón de su hijo hace que su saturación disminuya y también le produzca fiebre porque es algo que no pertenece ahí; enton...

—¿QUÉ ESTÁ DICIENDO? —bufó Margaret interrumpiendo al dr Hartmann—, ES QUE NO PUEDO CREERLO, MI HIJO ESTÁ MURIENDO POR SU CULPA. ¿CÓMO ES POSIBLE QUÉ HASTA AHORA SE DAN CUENTA? ¡LOS DEMANDARÉ POR NEGLIGENCIA!

—Mantén la calma, Margaret. Deja que el médico termine, para poder tomar cartas en el asunto.

El dr. Hartmann continuó comentando el caso, sin mostrar ningún temor, ni molestia, ni nada.

—Entonces como les venía comentando habría que intentar deshacer el coágulo, ya sea por medio de anticoagulantes como la heparina o warfarina. Una infección ha llevado a otra y por eso también contrajo neumonía...

—¡Pero es que esto no es posible! —chistó Margaret—, no me cabe en la cabeza cómo mi hijo se deteriora en cuestión de horas. ¿Es esto un matadero o un verdadero hospital de renombre? —soltó en tono molesto la señora Margaret tratando de intimidar al dr. Hartmann.

—Estoy de acuerdo con mi esposa... la poca paciencia que tengo se está colmando, así que termine de una buena vez... está perdiendo tiempo y mi hijo solo se agrava más. —gruñó André.
El dr. Hartmann, logró colocarse un poco incómodo y nervioso, pero mantuvo su postura.

Es que de no haber sido por la sugerencia de Larissa, Juan estuviera muerto.

—Ordenaré el tratamiento con antibióticos cada seis horas para contraarrestar la neumonía, es confirmado que es de origen bacteriana, también aumentaré su flujo de oxígeno, agregado a todo eso se le administrará la heparina para intentar deshacer el coágulo y si no...

—Y si no... ¿qué? —increpó André.

—Tocaría el camino difícil y más complicado —comentó el dr. Hartmann sobándose la barbilla y añadió—: intentar sacarlo del coma inducido, sé que la presión intracraneana de su hijo no ha disminuido mucho, pero asumiré el riesgo. Someteré a todo mi equipo médico a un trabajo estricto y bastante delicado con tal de salvar la vida de su hijo y evitarle complicaciones futuras.

—Debemos pensarlo. —acotó André.

—Pensarlo le quita vitalidad a nuestro pequeño... ¿no lo ves? ¡Está muriendo! —contraatacó Margaret.

—Estoy de acuerdo con su esposa, señor Schmidt, tienen veinticuatro horas para debatir, porque los tratamientos empiezan apenas yo cruce esa puerta; con base a cómo su hijo lo asimile decidimos si lo sometemos a cirugía o no. Les deseo un buen día y me temo que no podrán pasar más al cuarto de su hijo, solo a la sala alterna; así evitaremos más complicaciones y contagio de más virus. —argumentó el dr. Hartmann, retirándose del consultorio.

Crónicas de un alma valiente antes de ser occisa. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora