XXXV

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ARIANNA

-Pare seip eh la misiop em macha.-Cameron levantó el puño aún con la boca llena de su sándwich.

Choqué la palma de mi mano en mi frente y negué con diversión.

-Espera, ¿Aún no hemos acabado?-Hice una mueca de incredulidad.-¿Y en que momento hemos echo la parte cinco?

-La parte cinco era llenar nuestros estómagos de deliciosos manjares.-Se palpó el suyo con gracia.-Todavía quedan cuatro partes, y ahora viene lo divertido.

Eran las 10:58 de la noche cuando nos detuvimos delante de un Waltmar. Cameron cogió un carrito de la compra y empezó a pasear por el establecimiento.
Era genial que después de aquella charla conmigo, muestras de cariño y unos sándwiches; el volviera a ser el mismo chico inmaduro y vivaracho de siempre. Y lo agradecía. Me gustaba ver como se le formaban unos pequeños pliegues a los bordes de los párpados cuando sonreía genuinamente por cada parte de la "misión" conseguida. Me preguntaba el porqué de todo esto, de que nos serviría y que nos quedaba por delante. Pero con Cameron podías esperarte de todo, era una pura caja de sorpresas. También me cuestionaba como había planificado esto, porque está segurísimo de que no se lo ha inventado sobre la marcha. Esto no es algo que en cinco minutos o diez puedas imaginar y crear, no. Aquí había organización, esfuerzo y un plan de juego. Y me moría de la curiosidad por acabar esto que estuviéramos haciendo.

-¿No hay pintura azul?-Se preguntó más para sí mismo que para mí.

Observé que estábamos en la zona de bricolaje, enfrente de la pintura. Cameron agarró un spray de color violeta y negó volviéndolo a colocar.

-¿Para qué necesitamos pintura?-Dije subiéndome cautelosamente al carrito.

Cameron me miró y luego al carrito. Sonrió con maldad y puso cuatros botes en spray de pintura roja chillón. Puso sus manos en el mango del carrito e hizo fuerza mientras se marcaban las venas de sus antebrazos.

-Ya veras.-Y me empujó.

Los pasillos estaban desiertos y solo quedaban dos empleados, por lo que una chica castaña montada en un carrito que iba a unos diez kilómetros hora no era algo tan irrelevante como para fijarse en ella y sus gritos de desespero. Vi mi muerte venir cuando divisé las grandes redes donde depositaban las pelotas. Di mi último grito una fracción de segundo antes de que el metal delantero del carrito se chocara con la goma, medio que rebotara y yo saliera despedida a la red de pelotas. Por lo menos el golpe fue amortiguado. Bueno, iba a morir entre pelotas de goma y plástico barato, pero Cameron solo se preocupaba por reírse del excelente vine que acababa de grabar de mi hostia monumental. Habíamos vuelto a las andadas. Cuando paró de reír sus brazos fueron a mi rescate como buen príncipe azul. Sí, azul le iba a dejar yo.

-Idiota.-Declaré mirándole atentamente.

Una de sus manos descansaba en la parte de atrás de mis rodillas y las otras en la zona baja de mi espalda, peligrosamente cerca de mi trasero. Envolví mis brazos en su cuello y él removió los hombros.

-Lo acabo de colgar en vine.-Me informó con una pequeña sonrisa.

No estaba enfadada, es más, había sido divertido -saltándonos la parte en la que vi pasar mi vida por delante-. Sonreí por su consecuente y dije:

-Hagamonos más famosos.-Y le volví a besar.

Ay, podría acostumbrarme a esto toda mi vida.
Compramos más cosas: Cinta americana, más botes de pintura en spray, linternas de minero -esas que van en la cabeza-, guantes y tijeras de podar, un paquete de recarga de bolas de paintball, una palanca mecánica y dos latas de gas apestoso. El dependiente mientras pasaba nuestra compra nos miraba con los ojos entrecerrados y un aire de "se lo que hicisteis el último verano". Vamos, que el tío pensaba que íbamos atracar un banco o algo por el estilo. Quizás lo hiciéramos, no estaba segura.
Cameron se ofreció a llevar todas las bolsas al coche y yo no me opuse. ¿Qué? Nunca he dicho que no fuera vaga.

The Viner Girl || MagconDonde viven las historias. Descúbrelo ahora