XXIV

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ARIANNA

Uno, dos y hasta tres rayos de sol caían sobre mi rostro, acariciando suave y calurosamente mi piel algo bronceada. No sentía ruido, así que debía estar sola en la habitación. Me incorporé lentamente, aun con los ojos cerrados. Parpadeé varias veces, intentando adaptar la luz a mi entorno. Llevo la misma ropa de ayer, y la sabana yace en las puntas de mis pies. Hacía calor, indicando que junio estaba apunto de llegar. Cameron no estaba a mi lado, y algo extraño se removió en mi interior. Me incliné hacia su lado de la cama, comprobando que el cubo que puse anoche a su lado seguía intacto. Su camiseta estaba tirada sobre la cama, y era el ultimo rastro que quedaba de él.

Anoche me preocupé, me preocupé mucho. No podía evitar ponerme nerviosa y preocuparme por él. Era algo inevitable. Y odiaba eso.

Me levanté silenciosamente, haciendo crujir todos y cada uno de los huesos de mi cuerpo. Las camas estaban destendidas; los chicos habían dormido aquí. Los pensamientos me nublaron la mente, y no me moví mucho ya que acabé sentada sobre el sofá blanco que teníamos en la habitación.

¿Que había echo? Dios, Cameron y yo estábamos peleados, y aún así me ofrecí primera voluntaria de cuidarlo, de protegerlo. No sé lo que dirá Logan, pero no creo que tenga la razón de objetar absolutamente nada. Él chico estaba fatal, y aunque contradiga todo lo que dije antes, no lo odio, y también como ya he dicho, estaba fatal. Posiblemente me llevé por los nervios, no soy buena controlando situaciones nuevas para mí. Pero lo que más me carcomía la cabeza fue nuestra con conversación. No llegaba a entenderlo. No sabía se creerlo, a pesar de que siempre se ha dicho que los borrachos y los niños siempre dicen la verdad. ¿Que quería decir con que se sentía solo sin mí? Yo no lo lograba comprender, verdaderamente era ingenua. Pero aún me preocupaba más lo que nunca me llegó a decir; algo acerca de Nash. ¿Qué tenía que ver él en todo esto? Dios mío, todo era tan confuso. Acabaría volviéndome loca en cualquier momento.

La puerta del baño se abrió.

Y él apareció tras ella.

Andaba solo con unos jeans normales, mientras que por su pelo caían varias gotas de agua, las cuales rebotaban en sus pectorales y bajaban lentamente por sus abdominales, perdiéndose en la cintura de sus vaqueros.

Una sola palabra: Sexy.

Eso era Cameron Dallas en estos momentos.

Sus carnosos y apetitosos labios se entreabrieron al verme, a pocos metros suyos. Las manos me empezaban a picar, y el nerviosismo corría rápidamente por mis venas. No sabía que decir, no sabía que hacer.

-Hola.-Se me ocurrió decir en un hilo de voz.

-Hola.-Contestó de la misma manera. Hizo un ademán de dar media vuelta, pero se lo pensó mejor y obligó a sus pies acercarse a mí, hasta sentarse.- Gracias.-Fue lo único que cortó él silencio.

-¿Porque?- Las palabras salieron de mi boca sin que me percatara de ello. Guardó silencio durante varios segundos.

-Por todo.-Lo miré extrañada.-Yo me comporté como un idiota el otro día, y anoche también.- Lo miré con los ojos entrecerrados.-Vale, sí, yo siempre me comporto como un idiota.-Rodó los ojos con una risita. Oh mierda, teniéndolo tan cerca y así no se como comportarme.-El caso es que te quería pedir perdón, y gracias.

-¿Tienes resaca?-Pregunté ganando tiempo para su anterior oración.

-Sí, y no veas lo que jode. Parece que tuviera un bombo de oreja a oreja.-Reí por su absurda comparación. Suspiré, preparándome para lo que diría ahora.

-Oye, Cameron, no tienes toda la culpa ¿Sabes? Yo también fui una estúpida.-Se quedó anonadado mirándome con la boca abierta. Parece que le sorprende que aparte mi orgullo a un lado.- Mira, yo reaccioné mal a tu comentario y empecé la pelea.-Una pequeña sonrisa victoriosa creció en la cara de Cameron.- Hey, pero sigues siendo un idiota. ¡Te peleaste con mi hermano! Y encima luego me echabas unas miraditas que vamos. Sin contar...-Al empezar a divagar en todas las cosas desesperantes que había echo me cortó.

-Primero: Gracias, eres muy alargadora.-Comenta con ironía.-Segundo: Tú hermano se me tiró encima ¿Que querías que hiciera? ¿Quedarme quieto?- Intento interrumpirlo, en un total fracaso.- Sh, Arianna estamos hablando los mayores.-Alzó su índice divertido y rodé los ojos.- Y tercero: ¡Tú también me mirabas raro!- Rió, demostrando que no poseía ningún rencor hacia todo lo anterior. Nos quedamos callados, otra vez.-Entonces... Si yo te perdono y tú me perdonas... ¿En qué quedamos?

Suspiro con diversión y lo miro.-¿Amigos, otra vez?-Pregunto con algo de temor.

-Vale.-Hace un ademán de abrazarme pero se detiene.- Con una condición.

-Escupe.-Pero abro mucho los ojos al recordar lo que hizo la última vez que le dije eso.- No literal.- Le advertí con miedo. Otra risita brotó de su garganta.

-Vale, mi condición es no volver a pelearnos por cosas estúpidas.-Asiento y junta su cuerpo al mío, abrazándome por la espalda y yo por sus hombros, escondiendo mi cabeza cerca de su clavícula. Sentía sus músculos contrayéndose contra mí y una pequeña risa escapó de mis brazos.

-Estas marcado.-Suelto sin pensar y me avergüenzo al instante. Su risa ronca se oye cerca de mi oído y la piel del cuello y la nuca se me eriza.

-Cameron Dallas es un sex simbol.-Se separa de mí y empieza hacer poses raras, marcando más sus músculos. Ruedo los ojos. Este chico no tiene remedio; su ego no tiene remedio.

-Tu ego va acabar criando hijos como siga así.-Le doy dos toquecitos con mi uña en su frente de manera divertida.

Cameron se queda varios segundos analizando mi rostro lentamente, de arriba a abajo, de izquierda a derecha. Sus ojos acaban sobre mis labios, y relame tentadoramente sus labios. Me encuentro yo mirando sus labios, y el los míos. En el momento en el que percato de lo que está pasando me levanto con falsa energía y doy vueltas por la habitación, dejándolo algo aturdido.

La puerta se abre y Nash entra con una bolsa y dos cafés de Starbucks. Nos mira a los dos, los dos lo miramos a él.

-Os e traído comida.-Me sorprendo, no por lo que ha dicho, si no por como lo ha dicho. Se acaba de referir a los dos, a mí y Cameron, con quien supuestamente no se hablaba. Y Cameron parece comprenderme.

-¿Que es?-Digo para calmar la tensión.

-Dos capuccinos y dos croissants.-Contesta, pero no me mira, si no que inspecciona a Cam, como intentando encontrar alguna anomalía en él. Se acerca al chico, sentándose a su lado. Cam y yo nos quedamos estáticos, compartiendo la confusión.- ¿Estás bien, tío?-Pregunta el oji-azul.

-¿Si?-Contesta poco convencido.

-Joder hermano, anoche nos diste un buen susto, Shawn estuvo a punto de llamar a una ambulancia.- Le contó Nash, de una manera tan extraña que hasta daba miedo. Para él parecía que no había cambiado nada entre ellos en estos últimos días, como si su amistad siguiera a flor de piel.

-L-lo sé, todavía me acuerdo de todo lo de anoche.-Su voz empezaba a coger algo de soltura, si apartar su ceño fruncido.

-¡En el hotel hay una piscina que está de puta madre!-Le dice entusiasmado. Yo por mi parte me estaba tomando mi desayuno mientras los contemplaba, como si fuera uno de los culebrones que ve mi madre.-Si quieres luego vamos. Estoy más blanco que la leche.-Se mira dentro de la camiseta y Cam ríe.

-Tío tu siempre estás blanco.-Cam le golpea amistosamente en el hombro.

-Eh tranquilo. No todos somos Cameron Negro Dallas.-Se burla.

-Cállate caja de leche.-Se levantan los dos a la vez, empezando una amistosa batalla de motes.

Ver para creer.

Cameron me lanza una mirada. Asiento demostrando que estaré bien y me despido con la mano. Él disimuladamente me lanza un beso en el aire y me crecen unas enormes ganas de pegarle. Idiota.

-Adiós Ari.- Es lo último que dice Nash hasta desaparecer con Cam por la puerta.

Una sola palabra: Raro.

The Viner Girl || MagconDonde viven las historias. Descúbrelo ahora