XXXI

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ARIANNA

No había minuto al día en el que no me preguntara cómo podía ser tan ingenua. Los días habían pasado, y parecía que yo había aprendido a convivir con el dolor y la decepción. Estaba decepcionada. De mí, de Nash, pero, sobre todo, de Cameron. Había formado en mi mente que él llegaba a ser un chico sin mal alguno. Un idiota al fin y al cabo, pero posiblemente el único idiota dulce y comprensible que había sobre la faz de la Tierra. Me había acostumbrado a verlo cerca mío, ha molestarlo y a sentir el tacto de su piel.

Pero todo aquello se había desvanecido, se había perdido en alguna parte, en algún lugar profundo de mi corazón.

Había llorado, y todavía de vez en cuando lo hago. Pero lo peor no era eso, si no que no entendía porqué. Él no me debía importar, yo no quería que me importara. Pero aunque intentara matarme cada vez que pensaba en él y no podía sacarlo de mi cabeza, él no se iba. Era como un fantasma que me perseguía a donde fuera, que me atormentara hasta en mis mismísimos sueños. Y nada que decir cuando el se materializaba fuera de mi cabeza, delante de mis ojos, cerca de mi ser. Era una tortura. Por lo cual había decidido ser transparente ante él. No hablarle, no tocarle, y hacer el mayor intento posible para no mirarle. Aunque siempre acababa cayendo en la tentación, y si mi cuerpo no lo hacía, lo harían mis recuerdos.

Deseaba con todas mis fuerzas olvidarlo.

Quería borrarlo de mi mente.

Pero quería conservar todo lo bueno que me quedaba de él.

O por lo menos de lo que creía que era él.

Pero, ¿Porque me ocurría todo esto? ¿Porque me importaba? ¿Porque inundaba mi mente y mis sentimientos? ¿Porque...?

-¿Te vas a comer esa hamburguesa?-Me preguntó Matthew, señalando mi comida intacta.

Le sonreí a medias, pasándole mi plato sobre la mesa.

También había aprendido a fingir la felicidad, a verme normal y no como una adolescente que dentro de poco estaría delirando. De la misma forma que no había salido el tema de la apuesta a la luz.

Nash a mi lado me miraba algo preocupado. A él le hablaba. Había ido expresamente a pedirme disculpas por él y por Cameron poco después de lo sucedido, y aunque lo agradecía, no le había perdonado del todo. Pero no entendía que me impedía hablar con el otro.

-Creo que voy a salir a tomar el aire.-Comenté pocos segundos antes de salir del restaurante del hotel.

Llegué a la terraza de mi habitación. Desde aquí veía todo Dallas.

Una punzada de dolor me atravesó el pecho. Todo me recordaba a él.

Había ocaciones en las que me daban ganas de tirarme en un césped durante todo el día, sin hacer nada en especifico. Tumbarme a escuchar música, ver las nubes pasar y, pensar. Pensar, pensar y más pensar. En eso se basaba mi día a día. En torturarme mentalmente.

Tome asiento en una amaca. Al recostarme sobre ella tenía una vista estupenda del cielo, debido a que la sombra cubría toda la terraza. Se veían un poco las ondas del calor en el borde del tejado, pero yo prefería estar aquí fuera en vez de allí dentro con el aire acondicionado.

Escuché la puerta de la habitación abrirse, pero no me iba a molestar en mirar quien era. Dejé pasar el sonido de pasos, y el de alguien revolviendo algo en alguna de las maletas. Luego escuché otra puerta, esta vez la del baño, para que seguido se escuchara correr el agua por las tuberías.

Empecé a formar animales y cosas con las nubes, pero me acabé aburriendo, por lo que intenté encontrar palabras. Un avión acrobático pasó sobre la ciudad, dibujando en el cielo de esta un mensaje. Desde aquí no lo podía ver con claridad, pero se distinguía que era una pedida de mano.

Me gustaría que alguien hiciera algo así para pedirme matrimonio. Me gustaría casarme, y tener una familia. Imaginaba mi vida como una mujer trabajadora y que aparte de eso criase a sus hijos junto a su marido. También me gustaría que me casase con la persona que amase de verdad, con "el indicado". Un hombre no perfecto, con su encanto, sus pros y sus contras. Alguien responsable y cariñoso. Quien me sea fiel y a quien no le importe mi estado físico. Alguien que este dispuesto en compartir su vida conmigo.

Y mientras mi mente se imaginaba mi vida soñada, con "el indicado", alguien se asomó a la terraza. Y para mi desgracia, él no era "el indicado".

Sentía la respiración trabada en mi garganta, mi pecho latir más deprisa y las manos picarme del nerviosismo.

Esto no podía estar pasando.

Después de estar días sin encontrar con éxito la paz interna, llega él a destrozar el poco avance que había conseguido.

Parecía un espejismo, un sueño. Era como si no lo hubiera visto en años, cuando la realidad era que lo veía todos los malditos días. Su rostro no me mostraba ningún sentimiento en especifico. Sus labios, los que una ves besé, estaban entre abiertos, indecisos de si tomar la palabra o no. Notaba sus puños apretados, como si quisiera contener algo.

-Cameron...-Pero fui yo quien empezó.

Sus ojos no dejaban de hacer contacto con los míos, como si estuvieran maravillados de que eso ocurriera. En un intento de acercarse tropezó, agarrandose al bordillo. La respiración se le había vuelto jadeante y yo solo escuchaba el rápido sonido de mis latidos.

-Arianna...-Se acercó a mis pies, agachándose como si temiera que fuera a escapar en cualquier momento.-Perdóname.

Me quedé mirándolo.

-Perdóname.-Repitió.-No puedo aguantar más con esto, no soy capaz de recibir más de tu odio.

«No te odio» pensé. Y era verdad. Hiciera lo que hiciera, nunca podría odiarle. Y eso me atormentaba. Quizás porque necesitaba odiarlo para olvidarlo. O quizás porque no sabía la razón.

-No te odio.-Dije esta vez en voz alta.-Claro que no te odio.

Sus ojos adquirieron un brillo que no podría explicar que era o de que provenía. Sentía la necesidad de abrazarle, de quedarme entre sus brazos. Pero mi cuerpo estaba rígido, pero a la misma vez flácido, decaído. Suspiró, mirándome está vez con amargura.

-Entonces...¿Porque haces todo esto?-Se levantó del suelo, haciéndome retroceder mientras se acercaba.-¿Porque me haces daño?-Su voz se cortó, al llegar a estar a pocos centímetros suyos.-Dime por favor, ¿que debo hacer para que me perdones?

-Nada.-Me abalancé sobre él, envolviendo mis brazos por su cuerpo. Las lagrimas picaban en mis ojos, y no fui capaz de contenerlas. Habían tantas emociones y sentimientos por todo mi cuerpo en estos momentos, que mi menté se quedó en blanco. No escuchaba ni veía el mundo exterior. Era solo yo, abrazada a Cameron. Éramos solo nosotros.-No hace falta que hagas absolutamente nada.

No sé si lo he perdonado. No sé si debo, ni si hay razón para hacerlo. Pero no puedo negar que algo muy fuerte me une a él, y no sé que es.
Si no nos perdonáramos, ¿Todo acabaría? Posiblemente esto no se base en confianza, no se base en la sinceridad. Quizás se base en el perdón. Si no perdonamos, ¿podemos seguir adelante? Siento que lo he perdonado, que mi corazón lo ha echo. No soy como las otras chicas. No soy orgullosa, no soy fuerte, no soy cínica. Me siento cobarde, ingenua. Pero también siento que eso no importa, porque estoy segura, entre sus brazos, a su lado.

-Te quiero.-Le oigo susurrar contra mi pelo. El corazón me da un vuelco y agarró con fuerza su camiseta.-No sé cuanto, pero te quiero.

Y dejo que caigan más lágrimas por mi rostro. He puesto los pies en la tierra y la mano en el corazón. Dejos que mis sollozos hagan algo de eco. No me importa. Por fin lo entendía. Todas aquellas preguntas que me había planteado consiguen solución. No lo olvido. No puedo impedir que me importe. No le puedo odiar. Lo puedo perdonar. Y todo por la misma respuesta: Le quiero.

Le quiero.

No sé hasta que punto.

No sé si de la misma manera que él a mí.

Pero le quiero.

Y aunque no se lo digo.

Le quiero.

The Viner Girl || MagconDonde viven las historias. Descúbrelo ahora