XXXIII

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ARIANNA

Cameron me agarró la mano y medio que a empujones salimos de la casa.

-¡No nos esperéis despiertos!-Gritó justo antes de cerrar la puerta.

Le miré sonriente de la misma manera que él lo hacía. Los dos caminamos hasta su coche y nos subimos. Cameron arrancó el motor y empezó a conducir.

-Todavía no me has dicho a donde vamos.-Murmuré.

Él sonrió otra vez y no dijo nada.
Después de aquel almuerzo con todos nuestros mejores amigos y unas cuantas horas de tiempo libre, Cameron me dijo que quería llevarme a un sitio. Pero nunca me dijo a donde.

-Solo te diré que es mi lugar favorito en el mundo.

-¿Vas a compartir tu escondite secreto conmigo?

Él me miró con rapidez para volver a posar los ojos en la carretera. Su mano buscó a tientas la mía y las entrelazó.

-Hay cosas que merecen la pena hacer por gente que merece la pena.-Susurró lo suficientemente alto para que yo le oyera.

El estómago se me encogió por un momento. Contemplé nuestras manos entrelazadas y suspiré. Con mi pulgar acaricié el dorso de su mano con delicadeza. Me sentía tan pequeña a su lado, como si fuera una pequeña miseria. Habían sido tantas las veces que Cameron me hacía sentir en casa, me hacía sentir cuidada y protegida.
Apoyé mi cabeza sobre el cristal de la ventanilla, clavando mis ojos en el cielo que había por encima de los tejados y techos de las pocas casas que quedaban en el camino. Faltaba alrededor de una media hora para que el sol se pusiera, y mientras, nosotros nos desplazábamos por carreteras secundarias que bordeaban la costa.
Toqueteé un par de botones en la radio hasta que está transmitió alguna emisora popular. Sonaba alguna de las canciones antiguas del verano cuando el sol iluminó todo el interior del coche cegándome los ojos.

-En la guantera hay un par de gafas.-Indicó Cameron mientras se ponía unas que llevaba colgadas de la camiseta.

Efectivamente, un par de Ray-Ban de montura clásica dorada estaban ahí. Me miré en el retrovisor con ellas puestas. Eran de chico, eran de Cameron, pero igualmente me quedaban bien. Le observé con una sonrisa.

-¿Puedo abrir el techo?-Acerqué mi mano al botón.

Él asintió y yo presioné el interruptor. El cristal rectangular que había en el techo del Range Rover de Cameron se deslizó con un "ziip" y la brisa de verano inundó el coche. Sonreí cuando los mechones de mi pelo revolotearon al igual que los de Cameron. Me quedé varios segundos mirándole con un mano en mi barbilla.

-Sabes, que me mires tanto me pone nervioso.-Comentó.

Volví a sonreír, esta vez con suficiencia.

-Oh, entonces...Te pongo nervioso.-Hice círculos regulares en su mano sobre la palanca de cambio de marchas.

Mantuve mi mano incluso cuando él la movió para poner el coche en tercera. Me volvió a mirar, esta vez disminuyendo la aceleración. Abrió la boca para replicar algo, aunque la volvió a cerrar y sonrió con dulzura.

-Sí, Arianna Morgan Packet, me pones jodidamente nervioso.

Sentía el corazón en la garganta. De alguna forma nuestros dedos se volvieron a entrelazar. Me descubrí a mí misma maravilla por la perfección que creábamos los dos, juntos.

-Si no estuvieras conduciendo, ya te habría besado.-Confesé sorprendiéndome a mí misma.-Sólo porque estás conduciendo.

Después de un par de minutos, Cameron aparcó entre un sendero empedrado y el principio de un bosquecillo. Le miré inquisitiva al bajarnos. Él empezó ha adentrarse entre la maleza sin mediar palabra alguna, así que le seguí.

The Viner Girl || MagconDonde viven las historias. Descúbrelo ahora