XXIX

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CAMERON

Me daban arcadas.
Nash y Arianna se encontraban enfrente mío, abrazados y sonrientes. Incluso una semana después de aquella lamentable conversación nocturna, no podía evitar que se rompieran puñeteros vidrios en mi interior cada vez que me evitaba, cada vez que le sonreía a alguien que no fuera yo, cada vez que lo único que me quedaba de ella era el fantasma de su presencia. Quería pegarle a Nash cada vez que lo veía, darle la paliza de su vida. Sabía que él solo llegaría ha hacerle daño a Arianna, que jugaría con ella como si fuera un simple peón. Me odiaba por sentir todo eso, me desesperaba, quería abrirme la cabeza para dejar de pensarlo, de pensar en ella. Era mi mayor tortura, la peor pesadilla de todas.
Me levanté, sin ganas algunas de mi asiento, dirigiéndome al final de la guagua, ocupando el lugar al lado de Taylor. A pocas horas de llegar a Houston, yo ya no podía soportar aquel martirio.

-¿Tío, que te pasa?-Carter se giró para verme, algo preocupado.

-Tu mejor amiga y mi ex-mejor amigo me pasa.-Contesté seco, cortante. Sabía que él no tenía culpa alguna de ello, pero no tenía otra forma de hablar en esos momentos.

-¿Todavía? Hace una semana de eso.-Gilinsky -quien se había enterado junto a Aaron de toda nuestra conversación- se veía algo cansado del tema.

-Hermano, tampoco fue para tanto.-Johnson intentó sonreír con algo de tacto.

-Eso dices tú, que no has estado en mi situación.-Contraataco con dureza.

-Vale tranquilo, tranquilo.-Levanta los brazos como si quisiera calmar a una bestia. Puedo que me vieran así en estos momentos; como una bestia.

-¿Exactamente de que hablasteis?-Preguntó Tay algo aturdido.

Bufé y le di una mirada a Gilinsky. No tenía ganas de contar nada de eso. Jack le intentó explicar lo ocurrido con suavidad, procurando que yo no despertara al monstruo de mi interior otra vez. Aquella noche estuve pateando árboles, bancos y papeleras de un parque, con el único consuelo de Aaron, ya que Jack no sabía cómo lidiar con algo así. En estos momentos necesitaba a Aaron y a Shawn. Ellos siempre me habían servido como una especie de "consejeros". Pero el primero se había quedado en Louisiana con su familia por unas semanas. Y el otro estaba a miles de kilómetros.

-Y, ¿Como te sientes?-Volvió Taylor después de estar al tanto de la historia.

-Como una mierda.-Reí sin gracia, con amargura.

-¿Que sientes por ella?-Miré a Jacob en el momento que escuché su voz.

-Me gusta.-Me encojo de hombros.

-Eso ya lo sé, idiota.-Rueda los ojos.-Lo que digo es ¿Que sientes cuando la ves, cuando la tocas, cuando estas con ella?

-Hmn.-Pensé durante varios segundos, con la mirada de los cinco chicos sobre mí.-No sé. No es que sienta mariposas ni ninguna de esas mierdas, no. Pero no sé, cuando la besé, fue como si miles de fuegos artificiales explotaran dentro de mí. Tenía un cosquilleo en la punta de los dedos, y lo único que escuchaba era el latido de mi corazón.-Levanté la mirada, observando que todos ellos me miraban con mucha atención.-Que cursi a sonado.

-Hermano, no tienes vuelta atrás.-Jacob negó con la cabeza.

-¿De qué?

-Ya lo sabrás.

~*~

Iba a ir hablar con Nash. Tenía que parar todo esto. No quería que Arianna sufriera, no quería verla luego llorando por las esquinas. Me mataría si eso pasara.
Con insistencia toqué la puerta del cuarto de Nash. El chico abrió pocos minutos después. Me miró algo intrigado. Sin dejarle tiempo a reaccionar lo empuje dentro de la habitación, abriéndome paso. No me preocupé en cerrar la puerta, esto sería rápido.

-¿Qué pasa?-Preguntó algo alarmado.

-Pasa que hay que acabar con esto.-Me crucé de brazos, inquieto.

-¿Qué?

-La apuesta.-Contesté con frialdad.

-¿Porqué quieres acabar la apuesta?-Rió con amargura.

Me contuve de estrellar mi puño en su cara, de partirle las piernas, de... Era tan despreciable que no me importaría mandarlo al hospital. Aunque no lo haría. El sentimiento de una gran amistad, la más grande de mi vida, seguía presente.

-¿¡Eres gilipollas!?-Grité sobresaltándolo.-Eres el ser más asqueroso de este mundo, eres...

-Oye tío, yo no...-Intento defenderse caminando hacia atrás.

-¡Joder Nash! ¿No te das cuenta de que con eso solo llegaremos hacerle daño a Arianna? ¡Ella no se lo merece!

Nash no contestó. Sus ojos estaban muy abiertos, pero no me miraban a mí. Tenía la vista perdida detrás mío, con el labio inferior temblándole.

-Arianna...-Susurró.

Giré dolorosamente. Mi rostro parecía el de cualquier agonizante persona que acabase de ver el fantasma más tenebroso y estremecedor que pudiese existir. La chica tenía sus ojos llenos de rabia, los dientes increíblemente apretados y los nudillos blancos de la fuerza que ejercían sus manos. Sentía como el alma me caía al suelo, pero no solo eso, atravesaba miles y miles de pisos, llegando hasta el mismísimo infierno. Balbuceé varias veces, al igual que Nash. Pero nada serviría para el desastre que nos esperaba.

-¿Q-qué demonios habéis echo?-Su voz era mucho más suave de lo que esperaba, tanto que dañaba mis oídos sin razón aparente. Pude notar como los ojos se le aguaban. Miles y miles de balas invisibles y inexistentes me atravesaron, tan dolorosamente que mis hombros cayeron y me encorvé sobre mi estomago.-¿¡Qué habéis echo!?

-Ari, nosotros...

-¡Cállate Nash!-Sus ojos ya desprendían lágrimas.-¿Que mierda habéis apostado?

Nash y yo estábamos en blanco. Los dos articulamos cosas con las manos, pero ninguna tenía sentido. El gran nudo en mi garganta crecía y tuve que cerrar con fuerza mis ojos cuando ella chilló de desesperación. Tenía que decírselo, cuanto antes mejor.

-Apostamos...-Empecé, tragando saliva constantemente.-Nosotros apostamos a ver... A ver quien te llevaba antes a la cama...

Ya había soltado toda la mierda. Era incluso peor oírlo en voz alta. Me odiaba, me odiaba, me odiaba.
Arianna desprendía lágrimas, lágrimas de rabia.

-¡Ahora todo tiene sentido!-Exclamó con sarcasmo.-¡Claro! Los dos sois los hijos de puta que me habéis intentado camelar para ver quien era el más hombre, el que consiguiera tirarse a la estúpida Arianna Packet.

-Arianna, no. Nosotros no te conocíamos cuando hicimos esto, no queríamos hacerte...-Intentó explicar Nash.

-¡Cállate! ¡No quiero oír tus falsas explicaciones!-Volvió a chillar.-¡Os odio! ¡Sois los mayores pedazos de mierda que he visto en mi vida! ¡Os odio!

Entonces se marchó entre sollozos y gritos de rabia. Nos odiaba, me odiaba. Y yo también me odiaba. Era el mayor hijo de puta de la historia. Me lo merecía. Me merecía que todos esos trozos rotos que tenía por dentro se volvieran a destrozar, en pedazos aún más pequeños.
Me lo merecía.

The Viner Girl || MagconDonde viven las historias. Descúbrelo ahora