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Thalía

Al día siguiente me levanté porque mi móvil no dejaba de sonar. Vi a Mauro moverse con una mueca de molestia, cogí el móvil y era una llamada de Adhara, así que lo cogí rápidamente.

>¿Dónde coño estás?

<¿Qué pasa? –pregunto adormilada.

>Te he hecho una puta pregunta Thalía, Cristian está loco.

<Y yo otra. ¿Qué hora es?

>Las dos de la tarde, ES HORA PUNTA. Como no aparezcas…

<Ahora voy. 

>Más te vale –dice ella para luego colgar.

Al girarme con esos amenazantes pero tranquilos ojos verdes.

–Perdón por despertarte.

–No te preocupes... ¿Qué pasó? ¿Quién te llamaba?

–Mi amiga, llego tarde al trabajo –digo levantándome con pereza.

–Te llevo –dice levantándose. Joder, menuda espalda…

–No te molestes, sigue durmiendo.

–No te pregunto sobre lo que quieras vos, te llevo –dice él rotundo.

–Vaale. Pero dame mi tanga.

–Tómalo. Pero en cuanto nos volvamos a ver quiero otro –dice él entregándomelo.

–Joder, vale –él sonrió y me dio un beso en la mejilla, para luego dejar una nalgada en mi culo.

–Vestíte antes de que te coma el coño.

–Por dios... –digo poniéndome mi ropa interior y luego el uniforme, bajamos al salón y ahí estaban todos–..Buenos días.

–A buenas horas. –dice el otro Mauro.

–Bueno, me voy porque llego tarde.

–¿A dónde? –preguntó el de ojos azules y el labio perforado.

–Al trabajo hijo de mi vida.

–Ah claro, que vos trabajas.

–Cosa que tú no.

–No, pero me pagan por pegar palizas.

–Que si, que me comas el coño, cállate.

–Vale –sonrió.

–Eh, yo la vi primero –advirtó Mauro.

–Y yo tengo novio –todos se quedaron perplejos.

–Pues pobre de tu novio –rio el que solía llevar gafas de sol.

–Ya hablaré con él luego –digo ¿sin más? Si, me importaba bastante poco y no sabía por qué.

–Buenos ovarios hay que tener para traicionar a alguien así –soltó él del Mullet azul.

–Peor es matar a gente, cállate la puta boca, imbécil.

–Mato a gente que quiere matarme, ojo por ojo.

–Que si chico que si.

–Me llamo Martín estúpida.

–¿Te aplaudo? No he preguntado por tu nombre, creo.

–Valiente zorra –soltó él, a lo que los demás se reían.

–Un besito para ti. –digo poniendo morritos sarcásticamente–. Venga chao, hasta otra –digo saliendo por la puerta con Mauro detrás de mí.

Camisa de once balas IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora