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Thalía

Me acosté con Mauro, pero no tenía la cabeza para empezar otra relación, porque quería a Tiago pese a que me faltaba algo. Volvía a estar hundida, estaba claro que nunca sería feliz, porque cuando conseguía serlo algo fallaba, y no podía más. Fui a la mansión con los chicos y me abrió Biza con una sonrisa, era muy buen amigo para mi, lo adoraba. Al entrar mi hija lo abraza y él sonríe. La agarra en brazos y se la come a besos, él conseguía sacarme una sonrisa, fuera como fuera. Adhara también estaba ahí, así que también la saludé, al igual que a los demás. Nos pusimos a hablar, Adha hablaba con la niña, no sé qué dijo que mencionó a Biza, y él la miró. Ella se puso a la defensiva, y se fue, no lo entendí. Al final nosotros fuimos a su habitación y cerró la puerta, cosa que me extrañó. Me senté en su cama y lo miré. 

–¿Cómo estás? 

–Bien, supongo –me encojo de hombros.

–¿Segura? –me coge de ambas mejillas.

–No –lo miro. 

–Cuéntame… 

–Es lo de siempre, no consigo ser feliz. 

–¿Por qué? 

–Ojalá pueda saberlo. Estuve con Mauro y todo fue bonito. Estuve con Duki y se fue a la mierda, no pienso recordar el porqué. Estoy con Tiago, bueno, estuve y me falta algo. No entiendo nada –él me abraza.

–Seguro que con alguno tendrás suerte –besa mi cuello. Se me pone la piel de gallina. 

–Supongo que sí –su mano se pasa por mi espalda, acariciándola–. ¿Tú estás bien?

–Sí, estoy bien. 

–Bien –le beso la mejilla. Se sienta a mí lado, quiero seguir abrazándolo, así que me siento en su regazo y lo abrazo. Él rodeó sus brazos en mi cintura y me pegó a él. Apoyo mi cabeza en su hombro y dejo un beso en su cuello, su cuerpo se tensa y escucho lo que creo que es un jadeo. Me separo y lo miro–. ¿Acabas de jadear?

–Tengo el cuello sensible… 

–Te entiendo –río.

–Cosas que pasan –ríe también. Quiero pensar que lo que estoy sintiendo debajo de mí no es lo que es… ¿Qué estamos haciendo y en qué momento estamos tan cerca? Sus manos están en mi cadera, mis brazos rodeados en su cuello, y estamos a menos de dos centímetros. Siento su respiración en mis labios, sus labios rozan los mío, y estamos tan pegados que noto como late su corazón con fuerza. A la mierda, junto sus labios con los míos y él ejerce fuerza en mis caderas, le había gustado. Me cago en la puta, besa muy bien. Y notar eso debajo de mi me está poniendo muy mal. Cada vez estaba más duro, y yo tenía más ganas, él puso sus manos sobre mi culo y le dio un buen apretón. Y yo estoy tan desesperada en despejar mi mente que me dejo llevar sin pensar las consecuencias.

Lo hicimos, nos desvestimos y empezamos a intimar, lo hacía bien, muy bien, y yo cegada por el placer no quería parar. Estaba sobre él, moviéndome a mi gusto, pero al parecer, él se estaba volviendo loco. Porque no deja de tocarme. Gimió mi nombre, y yo también me volví loca. A decir verdad, hemos sido unos inconscientes en hacerlo con ella en la misma casa, porque la puerta se abrió y ahí estaba. Su cara era un poema, al igual que la mía. Con él cortó al instante y yo me vi envuelta en la vergüenza. Tiago y Lit se fueron con ella, y al rato ella cogió sus cosas y se fue con Mauro, cosa que me decepcionó, porque su hija quería estar con él. Los demás se quedaron conmigo en el salón.

–¿Por qué hicieron eso? –Momo me mira a los ojos. 

–No lo sé, no he pensado.

–Me sorprende que lo hayas hecho sabiendo lo que se siente… 

Camisa de once balas IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora