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Ysy

Y otra vez, el que salía perjudicado era yo. Me daba rabia. Me fui a mi habitación y di un portazo. Me tiré sobre la cama y me encendí un porro, era el último que me quedaba. En verdad no quería, porque sabía que me iba a ahogar aunque fuera un poco, me ardía la garganta, pero no me importó. La puerta de mi habitación se abrió y se asomó Abril.

–¿Estás bien?

–Perfectamente –y más que emporrado.

–¿Has fumado?

–Sep. ¿Por qué viniste?

–¿Para verte?

–Estabas con tu novio.

–¿Y? Si quieres me voy.

–Es lo último que quiero ahora mismo –tosí, me seguía ardiendo la garganta.

–Pues hazme un hueco que me tumbo –eso hice, y la abracé–. ¿Sueles fumar mucho?

–Solía.

–Ah, valee.

–Bueno… ¿Vos no fumaste nunca?

–Marihuana no.

–Ni hace falta que lo hagas.

–No tenía pensado hacerlo.

–Bien que haces –volví a toser, puta que me parió…

–¿Estás bien?

–Sí, solo es… –de nuevo. Nunca me había pasado–. El porro…

–Ya, ya lo sé.

Se acercó más a mí y apoyó la cabeza en mi pecho, abrazándome con su brazo por el torso. Yo me puse de lado para abrazarla, acariciando su pelo, y dejando un beso en su cabeza. El ardor poco a poco se iba calmando, y yo me sentía mejor. Cuando me quise dar cuenta ella se quedó dormida. Era monísima. Y yo al poco rato, por la paz que me daba, me dormí también. Necesitaba descansar.

Cuando me desperté ella me estaba mirando, tenía la marca de mi cadena en la mejilla, lo que me hizo reír.

–¿Qué?

–Mirate la cara.

–Ay, joder –volví a reír, tenía hasta los diamantes que tiene incrustados grabados en la cara–. Paraaa.

–Es muy gracioso, lo siento –no podía parar de reír.

–Sii, súper gracioso.

–HASTA LA FORMA TENÉS.

–¡QUÉ TE CALLES!

–PERDÓN –seguía cagandome de la risa.

–¿A qué me voy?

–N-no –dije sin apenas poder respirar.

–Pues cierra la boca.

–Vaaaale.

–Así me gusta.

–Callame

–¿Con una hostia? Vale.

–Ala…

Se ríe y me pega suavemente en la mejilla. Yo ruedo los ojos y le hago cosquillas, sé que lo odia, pero yo amo su risa. Empieza a retorcerse en la cama mientras no deja de reírse. Me acabo riendo con ella, y ella acaba sobre mí, agarrando mis manos sobre mí cabeza para que pare.

–Ups.

–Para.

–¿Y si no quiero qué?

–Acabarás con mi mano marcada en tu mejilla dos semanas.

Camisa de once balas IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora