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Tiago

Volverla a ver fue para mí recuperar el color del mundo, pero había un problema. Un problema que tenía nombre y apellidos. Un problema, y un milagro de ojos azules como los tiene ella. No es mía, pero siento como si lo fuera, porque desde el primer momento en que me presenté, ese angelito se me quedó al lado, y no se despegó. Pero volviendo a Abril -que cada vez que pienso en ese nombre se me humedecen los ojos-, ella es feliz. Sin mí. Pero es feliz. Mientras yo sigo pensando en sus besos, en cómo era estar con ella y en lo pelotudo que fui.

Cada vez que cruzábamos miradas por casualidad, se me hacía la vida linda, luego volvía a ser la misma pelotudez de siempre. Vivía atrapado en un bucle que dolía más que dormir en cama de clavos. Y no sabía salir. Nicki y María habían intentado presentarme a amigas suyas, pero nunca me gustaron ninguna, ni siquiera María me llegó a gustar. Y había empezado a fumar. Pero de mala manera.

Una mañana cualquiera, entré al salón y la vi a ella con la niña en una silla rosita dándole de comer. Por lo que veo, no había nadie más que nosotros. Me pasé a la cocina y encendí el extractor para poder fumar, desde ahí se veía a la nena y a ella, era una pista plena al salón. La niña tenía el pelo azabache y los mismos ojos de su madre. Era su clon en miniatura. La pequeña giró la cabeza y al verme sonrió y me saludó con su pequeña mano, yo le devolví la sonrisa y el saludo.

-Mamiii, ta ahí.

-¿Eh?

La mira, ella me señala, y la mayor se gira para verme. No le gustaba verme fumar, pero era lo único que me calmaba por así decirlo. Cuando la nena acaba de comer, Abril la pone en el suelo y la niña viene directamente a mí. Mala idea, está la cocina llena de humo.

-Mi amor, espera un momento, quieta.

No quiero que lo huela. La nena se para, y yo apago el cigarro a medio terminar en el cenicero de al lado y salgo para verla.

-Hola. ¿Cómo te llamas?

-Tiago

Sé que no me conoce, pero aún así me he jurado a mí mismo que nada la va a tocar.

-Yo Nadia.

Me encanta como hablan los nenes chiquitos.

-Lindo nombre, Nadia.

No sé de donde había sacado el pelo negro, el padre era castaño oscuro y la mamá rubia.

-Buenos días, Tiago -habla Abril entrando a la cocina.

-Buenos días -la miro. Vuelvo a sentir eso, el cómo se me ilumina la mirada. Y por bonito que suene, es lo más doloroso que se puede sufrir.

-¿Ya te está molestando la renacuaja?

-Nunca molesta -le sonrío a esa enana que me está mirando con ojos curiosos.

-¿Dónde ta papá?

Veo como Abril se tensa inmediatamente al oír a la niña decir eso. ¿Que pasó acá?

-Dando una vuelta.

La miré entornando la mirada, este camión huele a droga. Ella me mira y rápidamente aparta la mirada. Algo ha cambiado ahora en ella.

-Quiero a papiiii -protesta.

-Siii, hija, sí.

-Hm -gruñe y se me aferra como si yo fuera la pared para hacerse la enfadada. No puedo evitar contener una carcajada.

-¿Y ahora que le dio?

-Si lo supiera...

Intenté separarla, pero para tener tres años tenía tremenda fuerza.

-Pues nada, ahora es mía.

A la nena se le escapa una risita. Veo como ella vuelve a tensarse y como su pecho empieza a subirle y bajarle el pecho con rapidez. Vale, esto es extraño. Dejé a la niña en el suelo y me llevé a su madre a parte.

-¿Qué pasó?

-¿Ah? Nada, ¿por qué?

-Porque te pusiste a respirar como conejo con ansiedad, ¿hay algo de lo que debería preocuparme?

-Noo...

-Vale, voy a volver a formular la pregunta, ¿hay algo que debería saber?

-No.

-Abril...

-Necesito estar preparada para contártelo, ¿vale?

-Eh, no, decímelo, no me podés dejar así.

-Lo siento.

Sale de allí y desaparece de mi vista. Noto algo rodear mi pierna, y al bajar la mirada veo esos ojitos lindos de color azul.

-Aupa.

La agarré en brazos y la puse a la altura de mi cara.

-¿Y tú también eres mi papi?

-¿Como? -la miré extrañado.

-Mi papi no me hace casho.

-¿Como que no?

Voy a agarrar un rifle y se lo voy a meter por el orto y luego voy a disparar como me entere de que le hace daño a este ser de luz.

-Desde que has vuelto no me hace casho, pero tu chi.

-¿Por qué no te hace caso? -me senté en el sofá con ella encima.

-Poque dice que no soy como él. Pero él es mi papi...

-Bueno, no te pareces mucho... Eres más igual a tu madre. Lo que sí no sé es de donde sacaste el pelo negro, mi amor.

-¡Tu también tienes el pelo negro y un lunar al lado del labio como yo!

-Pues sí.

-Chachiiii.

-Pues sí -sonreí. Abril vuelve con nosotros y se sienta a mi lado.

-¡Mami! ¡Tenemos un lunar en el mismo sitio!

Ella asiente con una pequeña sonrisa. Yo miré a la niña, es muy linda. Tiene la boca redondita como la madre, y es cachetona, como yo, el pelo lacio, y esos hermosos ojos azules que resaltan vivarachos en toda su carita.

-Le agradas mucho...

-Ya veo.

-Eso es bueno.

-Lo sé.

-A Martín le tiene un poco de manía porque dice que es muy bruto.

-No me ha conocido bien a mí... -me río.

-Por mala suerte no te ha podido conocer antes -murmura.

-... Lo siento...

-No, no. Si lo supiera... -vuelve a murmurar. Me estoy poniendo histérico.

-¿Me puedes decir que mierda pasa?

-Nada.

-No, nada no. Que si necesito estar lista, que si ahora te evito... ¿QUÉ-PASA?

-Pues...

Camisa de once balas IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora