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Ryan

Los meses pasaban y ella seguía saliendo con ese tío. Me dolía muchísimo porque quería estar con ella. Quería que ella solo fuese mía. Estaba harto de compartir con un gilipollas que le hace daño.

–Estoy harto –miré a mi padre.

–¿De qué, campeón?

–De la situación con Daniela.

–Ya… La última vez vino magullada.

–Lo peor es que no puedo hacer nada.

–Sí podés.

–Pues ya me dirás, pa.

–Agarra un arma y clávale un tiro. Soluciones legales, no es que haya muchas.

–Ya… bueno, no sé.

–También podría traerlo acá, en cuanto entre, saldrá corriendo por donde ha venido.

–Supongo –estaba tan cansado que no sabía ni qué decir.

–No te vuelvas loco, no sirve de nada –me rodea con su brazo.

Mi padre, a veces, más que mi padre, era mi mejor amigo. En ese preciso momento la puerta se abre y aparece Daniela, como no con marcas. Tenía la marca de una mano en el cuello. Me acerqué rápidamente a ella y la abracé. No merecía sufrir esto. La besé y la mimé, cada vez me daban más ganas de buscar a ese cabrón.

–No puedo más –solloza en mi pecho. La mirada asesina de su padre estaba en un punto fijo, él le tiene incluso más ganas a ese tío que yo–. Me ha agarrado fuerte del cuello mientras… bueno eso. Y me ha dejado marcas por todos lados. Me duele todo el cuerpo.

–¿Dónde está? –la voz sombría de Mauro inunda la sala.

–No sé, dijo que venía esta tarde con el abuelo, no sé ni para qué.

–... Mierda –mi padre y Mauro se miran. Daniela y yo no entendíamos nada. Pero tampoco dijimos nada, solo nos abrazamos, ella me necesita, y yo iba a estar para ella siempre.

–Tranquila, sabes que estoy para ti –la vuelvo a besar.

–Lo sé –me abraza tan fuerte que hasta me cuesta respirar, pero ahora eso me da igual. Yo también la abracé fuerte. Sabía que lo necesitaba.

–Te amo, preciosa –acaricié su pelo.

–Y yo a ti, Ryan.

Daniela

Esa misma tarde tocaron el timbre de casa. Lo que nos sorprendió a todos era que no venían solo el abuelo y Pol. Sino que había más gente, y todos ellos traían armas. Pol agarró a Ryan y le puso una pistola en la sien mientras que los demás alzaban las armas a punto de disparar. Yo no sabía qué hacer, estaba asustada, tenía miedo. Pero ese miedo se hizo más grande cuando Ryan recibió un disparo en el pecho, cayó rendido al suelo mientras sangre brotaba de esa herida. Fui corriendo a su cuerpo y lo arrastré a una esquina mientras acunaba su cuerpo entre mis brazos. Su respiración era lenta, y a penas podía abrir los ojos.

Los demás habían desaparecido de la sala, y algunos de los hombres que habían empezaron a caer, veía cartuchos de bala por el suelo, y noté una mano en mi hombro.

–Corre, encerrate en ese cuarto y no salgas –era Tiago, con un arma más grande que yo. Según lo poco que sabía, un francotirador. Le di un beso rápido a Ryan, que obviamente no pudo corresponder y me escondí. ¿Y si le hacían daño a mamá? ¿O a Abril? ¿Y si Ryan moría? No estaba tranquila, no quería que nadie saliera herido. Había sido tonta por haber confiado en el abuelo. Y Abril me lo decía…

–¡¿DONDE ESTAS, ZORRA?! ERES MÍA, Y LO SABES –chilla Pol, lo oía golpear todas las puertas. Hasta que llegó a la mía, y la golpeaba con más fuerza al ver que alguien desde dentro –yo–, la intentaba parar de los golpes–. SAL DE AHÍ.

–¡Déjame!

–Oh, vamos, ¿ya no me quieres?

–Yo… yo…

Sin querer dejé de hacer fuerza y aprovechó eso para dar una fuerte patada y abrir la puerta, tirándome al suelo en el acto. Intenté arrastrarme lo más lejos posible, pero choqué mi espalda con la pared y ahí me tuve que quedar mientras él se acercaba. Traía su arma con él.

–Venga, dale un beso a tu amorcito.

–No.

–¿No? –me apunta.

–No… no. Para.

–Entonces no hagas la tonta.

Se oían disparos desde esta habitación. Tenía miedo de que alguien saliera herido. Mi madre, mi padre, mi hermana…

–Déjame en paz.

–No me da la gana. Sal.

Me levanté temblorosa del suelo y Pol me coge con fuerza del brazo, clavando sus dedos en mi delicada piel. Pero no le da tiempo a hacer mucho.

–Apártate de mi hermana –mi hermana tiene una pistola en su cuello, Pol se ha quedado congelado.

–S-sí –me suelta.

–Suelta el arma.

Suelta el arma. Y cuando Abril ve que ya no hay peligro baja la suya. Grave error, Pol rápidamente la coge por el cuello y le inmoviliza con su brazo. Abril suelta el arma y le da una patada, me está pasando el testigo. Cojo el arma y apunté a la frente de Pol.

–DISPARA.

–No, no puedo –me temblaba el pulso.

–DISPARA, JODER –dice mi hermana intentando alzar la voz, pero la fuerza de Pol se lo impedía.

–¡QUE NO PUEDO!

–NO LO PIENSES, DIOS.

–CALLA –Pol le pega un puñetazo a Abril en la cara.

–¡DEJALA!

–¿O que?

–Nada…

De repente, vi como Pol caía desplomado sobre Abril, de su cabeza sin vida empezó a salir sangre, viendo a Tiago al otro lado del pasillo, con un corte en la mejilla y el labio partido. Fui corriendo a sus brazos, al igual que Abril. Nos abrazó con fuerza.

–¿Están bien las dos? –nos mira.

–Sí, ¿y tú?

Abril tenía la marca del puño de Pol.

–Sí, estoy bien –se oían disparos por todo.

–¿Y mi madre?

–Pues…

–¿Está muerta?

–No lo sabemos. Viene la ambulancia. Los peores son Ryan y tú mamá.

–No… –lágrimas salieron de mis ojos.

–Lo siento.

–No es tu culpa, no lo sientas.

Abril no podía ni hablar, solo lloraba con fuerza. Tiago la abrazó fuerte, y yo fui corriendo por toda la casa, buscando a mi madre y Ryan. A ambos los encontré tumbados en el salón, mi madre tenía la misma herida que Ryan, y mi tita solo lloraba, no solo era su hijo, sino que su mejor amiga también. Media hora después ya todo se calmó, estaba todo destrozado, sangre por todos lados, heridos. La ambulancia rápidamente se los llevó y nosotros fuimos en coches diferentes detrás de aquella. Esperamos por noticias, ninguno despertaba. Todo era sufrimiento.

Al día siguiente nos avisaron de que Ryan despertó, mamá no. Mamá no. Solo podía pensar en que mamá no despertaba.

Camisa de once balas IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora