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Thalía

Los chicos vinieron otra vez a casa y Tiago no estaba ahí, cosa que me extrañó, pero no le quise dar importancia, pero al ver que al rato no aparecía empecé a rayarme. Mi amiga me dio su móvil para llamarlo, y cuando me lo cogió suspiré.

<Tiago, ¿dónde estás?

>Tu amigo está dormido ahora mismo –ese acento alemán me horrorizó.

>¿Qué?

<Espero que te arrepientas de haber abandonado Grecia, Thalía Romanov.

Me levanté del sofá y me fui a una habitación para que no lo oyeran.

>No menciones mi nombre.

<Mataste a tu padre, era buen amigo mío... Deberías arder en el infierno, tu y el engendro que llevas dentro.

<Se lo merecía, merecía morir. A mi bebé ni lo nombres.

>No te preocupes, en cuanto te encontremos te arrancaremos ese repugnante útero, saluda a tu pandilla de nuestra parte –y me colgó. Tenía miedo, mucho miedo, no quería que le hicieran nada, salí de allí y volví con los demás con lágrimas.

–¿Qué dice? –preguntó Adha.

–N-no era él...

–Jodeme –dijo Mauro con horror.

–Lo tienen.

–Empezamos mal... –dijo Adhara.

–Vienen a por mí.

–¿A por ti? ¿Por qué a por ti?

–"Mataste a tu padre" no fui ni yo... encima quieren que... mi bebé esté muerto. Tengo miedo.

–No te van a hacer daño mientras yo esté acá –dijo él yendo a abrazarme, apoyé mi cabeza en su pecho y solté algunas lágrimas más.

Pasaron algunos días, ellos no estaban en casa, y en el pasar de canales en la televisión vi una noticia, un atentando en la capital, un tiroteo, el cual supuse que serían los alemanes. Los chicos ya estarían en acción, yo solo rezaba porque no les pasará nada.

>Si me pasa algo recuerda que te quiero –Adha no me digas esto ahora.

<Tía...

>Lo siento, tenía que hacerlo.

<Suerte, te quiero mucho.

>Gracias 💛 –sé desconectó y yo suspiré, tenía miedo de perderla, era la mejor amiga que había tenido nunca, y si le pasaba algo, me moriría, lo era todo.

Las siguientes horas las pase en tensión, y cuando volvieron ella no podía caminar y lloriqueaba por el dolor.

–Ay dios... tumbalá en el sofá.

Martín la dejó en el sofá y enseguida vi una herida de bala bastante profunda en su muslo.

–Te la voy a sacar, Adhara

–Sácala, no lo soporto.

Por suerte aquí había un botiquín con un montón de cosas, entre ellas anestesia, así que la metí en una jeringuilla y se la chuté. Luego cogí unas pinzas y con cuidado las introduje en el agujero y saque la bala, ella chilló de dolor, a pesar de que le puse anestesia, no era suficiente.

–Llevarla al hospital, cuanto antes, se está desangrando.

Le puse unas gasas sobre la herida intentando que dejara de sangrar un poco, ellos hicieron lo que les dije y se la llevaron, Mauro se quedó conmigo y empezó a llorar.

Camisa de once balas IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora