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Thalía

Era un día nuevo, me encontraba en el salón desayunando con Duko tranquilamente.

–Necesito un cigarro.

–Olvídate de fumar estando en mi casa.

–Joder... ¿Entonces qué hago?

–Tu sabrás.

–Mira, yo estoy hasta los huevos. O me dejas fumar o me fumo lo que encuentre.

–Relájate...

–NO, ESTOY HARTO.

–¿De qué estás harto? –Hablé intentando mantener la calma.

–QUIERO FUMAR, LA PUTA MADRE, SIN UN CIGARRO O ALGO DE ESO NO SOY PERSONA –se levantó como un energúmeno.

–Joder, ¡no grites! –dije poniéndome frente él.

–QUE NO GRITE, ¿NO ENTENDÉS QUE SIN FUMAR YO ME ESTRESO? ¿TAN PELOTUDA QUE SOS PARA NO ENTENDER ESO?

–A MI NO ME HABLES ASÍ, MAURO –lo encaré y me estampó contra la pared, acorralandome.

–Cerrá el orto –dijo con agresividad.

–A mi no me toques –le di un leve empujón para que se apartara de mí, nunca lo había visto así, y me daba cierto temor.

–No me digas qué putas tengo que hacer.

Nos quedamos mirándonos a los ojos y de un momento a otro me estaba besando con ganas y rabia, pero con pasión, metimos nuestras lenguas al juego. A pesar de que estaba enfadada con él, me encantaba besarlo, y no me pude resistir. Acariciaba mi espalda, mi cintura y mi cadera con desesperación.
Notaba su enfado a través de ese beso, era tan agresivo como satisfactorio. Por suerte, en ese beso, noté entre mis brazos como se relajaba.

Lo empuje separándonos del beso y lo miré con rabia.

Su mirada se había calmado, ahora era como si necesitase de mí para estar tranquilo, tenía la respiración agitada y los ojos le brillaban con un brillo que no le había visto aún.

–Perdón.

–Sí, perdón, vete a la mierda.

Se separó por completo de mí apartándose y volviendo a sentarse en mi sofá.

–Ya estoy en la mierda, mentalmente digo.

–No me tendrías que haber empujado de esa manera por un cigarro.

–Lo sé, creo que tengo una adicción.

–La tienes.

–Preferiría ser adicto a vos.

–Joder, yo así no me puedo enfadarme contigo –dije sentándome a su lado.

–Besame.

Posé mis manos en su cuello y junté nuestros labios, esta vez era un beso más tranquilo, no tardó nada en ponerme sobre su regazo, disfrutando de cada momento. Ese beso sabía a pura gloria.

–Amo como me quitas las penas solo con tocarme...

–No lo hago a propósito. ¿Estás más tranquilo?

–Sí, no te preocupes. Perdón por lo de antes, tengo que aprender a controlarme.

–Me has asustado... –bajó la mirada un poco dolido, lo último que quería era eso—. Eh, no te preocupes, ya está, solo es aprender a controlar tu ira poco a poco, y yo estaré a tu lado para ayudarte –sonrió mirándome a los ojos, que mirada más bonita la que tenía.

Camisa de once balas IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora