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Thalía

Me encontraba en mi casa, estaba con el perro a mi lado cuando sonó el timbre y Zeus empezó a ladrar.

–Shhh, calla –abrí la puerta encontrándome a Tiago ahí, sonreí.

–Hola, chiquita –sonrió él abrazándome, y yo lo abracé feliz.

–¿Todo bien?

–Sí, cada vez mejor. Ya puedo dormir más tranquilo y dejé de tener pesadillas.

–Me alegro muchísimo, Tiaguito –cerré la puerta, Zeus fue a saludarlo.

–Hola, bola de pelo –se arrodilló para saludarlo también con una sonrisa. A los minutos se levantó y fue directo a por mí, para darme unos buenos besos en las mejillas.

–Te extrañé.

–Estuviste aquí ayer.

–Igualmente te extrañé.

–Que mono... –dije mirando sus ojos.

–¿Qué andabas haciendo?

–Iba a ducharme.

–¿Puedo ir?

–Ven –dije sin más, él se puso rojo.

–¿En serio?

–Sí, ¿qué más da?

–Bueno, como vos me digas –dijo él sonriendo como un bobo. Fuimos al baño y nos empezamos a desvestir, seguía estando igual de bueno que siempre.

Acabé de quitarme la ropa y me metí en la bañera con él. Él me salpicó en toda la cara sin esperarmelo, y al pasarme la mano por la cara lo vi con una sonrisa juguetona.

–Uy, Tiago.

–¿Qué? ¿Qué me vas a hacer eh?

Me subí en su regazo y empecé a menear la cabeza y tirar su pelo sin ejercer mucha fuerza.

–PARAAA, ME ESTAS MAREANDO.

–Qué pena –dije divertida.

–Para –dijo seco agarrándome por el cuello.

–Si pretendes que me enfade con eso, vas mal.

–No pretendo que te enfades, pretendo que dejes de marearme y me sueltes.

–Perdón –dije quitando las manos de su cabeza.

Apoyó ambos brazos en los bordes, haciendo que los músculos de sus brazos se marcaran, no sé por qué me fijé, al igual que tampoco sé porque me estaba poniendo nerviosa.

–¿Qué me miras tanto?

–No te lo creas tanto.

–Es que te has quedado mirándome, perdón su alteza –dijo poniendo los ojos en blanco.

–Es que usted está muy bien hecho.

–Bah, qué va.

–Tonto –dije mientras encendía la alcachofa.

–Es que eso de estar bien hecho... Estoy bien trabajado, lo de bien hecho te lo sacaste de allá de lo que tenés entre las piernas.

Y estaba haciendo el mayor esfuerzo de mi vida en no mirar más abajo de lo debido. Por la cara que puso diría que se puso nervioso.

–Te has puesto nervioso... –dije mientras quitaba el jabón de mi pelo con los ojos cerrados.

–Pues sí, no todos los días una chica linda como vos te dice que estás bueno.

Camisa de once balas IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora