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Duki

Ella fue a buscar a su casa las cosas necesarias y volvió con una bolsa, miedo me dio...

–¿Qué es eso?

–Cocaína –sonrió Martín.

–El otro... –rió Tiago.

–Las cosas necesarias para curarte, traerme alguna lampara que sino, puedo clavar mal la aguja.

–Apaguen las luces –sonrió Khea.

–Mira que sos hijo de puta...

–Repito, traedme una puta lámpara, no deja de sangrar y hay que pararlo.

Tiago acabó por entregarle la lámpara led que había en la mesa de noche que tenía y la encendió cegandome.

–Pelotudo me quedé ciego.

Los demás no dejaban de reírse.

–Pues cierra los ojos, tonto del culo.

Agarré lo primero que pillé, en este caso, el muslo de Thalía.

–Venga, te voy a clavar la aguja con la anestesia.

–PERO NO ME AVISES.

La razón por la que no me había drogado todavía era por mi miedo irracional a las agujas. Y sin esperarlo noté un pinchazo en el labio y ahí sí que apreté su muslo, cuando saco eso de mi labio puede respirar.

–Exagerado que eres.

–Andá al carajo.

–Ahora calladito que te voy a coser.

–Joder, nena, que no me avises, vos haz tu trabajo.

Me estaba dando un ataque en verdad.

–Te tengo que avisar para que no hables.

–¿Es normal que sienta un hormigueo en el labio?

–Siii, niño pequeño.

–No me llames así.

–Es lo que eres.

–Pelotuda.

Apreté su muslo y empecé a notar una presión rara, por suerte no me dolía.

–¿Duele?

–No.

Siguió haciendo su trabajo y cuando acabó se alejó de mi.

–Eres un exagerado –dijo Martin.

–Andá al carajo, no es a vos a quien le cosieron.

–Ya estáis los dos curados, que no vuelva a pasar o ahí si que me voy.

–Vale, perdón.

–No te preocupes, ¿estás bien Mauro?

Su mirada se iluminó.

–Sí, gracias.

–¿Puedo pillar algo de beber?

–Agarra lo que quieras, como en tu casa.

–Me renta un chupito de Jägger.

–La madre que la parió. –dijo Momo.

–Eh, con mi madre no, está muerta...

La cara de todos era un poema, incluido yo.

Joder, se os ha cambiado la cara.

–Hombre, nosotros no jugamos con eso.

¿Qué pasó con ella? –preguntó Biza.

–La mató una mafia... –dijo ella sin mirarnos.

–¿Cuál de ellas? –pregunté mirándola, suspiró y me miró.

Camisa de once balas IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora