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Ysy

Si ella entendiera lo que me dolía verla con un hombre que ya no sabía valorarla, que la trataba como si todo girase en torno a ÉL. Yo empecé a buscar otro piso, y cuando por fin lo tuve, me fui. Y de ahí empecé a tirarme a nosécuantas mujeres parche, pero por alguna razón, no me llenaban. Incluso me eché una novia, me gustaba, pero no era el sentimiento que yo buscaba con una mujer. Echaba de menos a esa niña, la que tenía ojos inocentes que parecían zafiros a la luz del sol y perlas negras sin ella. La extrañaba, y Olivia, mi novia, una morocha con ojos marrones, no se le parecía en nada. Seamos sinceros, es preciosa, está muy buena y tiene unos sentimientos muy bonitos, y una personalidad increible, pero me da que esta relación no llegaría a mucho. Había veces que la rutina era dormir y coger, y me encanta coger, pero me estoy cansando. De todo. De ella. De fumar. De estar todos los días igual. De este mal de amores infinito. Y de vivir.

-Alejo, ¿estás bien? -me mira Olivia.

-Sep, perfectamente -había vuelto a fumar industrial, el sabor amargo era casi tan amargo como yo. Hm, bonita metáfora.

-Sé que no, pero lo dejaré pasar... ¿Quieres que te prepare algo de comer? -sonríe.

-Dale, lo que quieras -sonrío. Cocina como una profesional, amo todo lo que hace, ojalá pudiera decir que la amo a ella.

-¿Tortitas? -se levanta.

-SÍ.

-Valee -ríe.

Era más mi mejor amiga que mi novia. La prefería en ese aspecto, ella me quería, pero yo... Joder, esto era complicado. Yo también, pero no de la misma manera.

-Alejo, ¿podemos hablar?

-Claro, dime.

-Sé que no quieres estar conmigo, yo tampoco te quiero de esa manera, a decir verdad. Te veo más como un mejor amigo. ¿Entiendes?

-Estoy encantado con la idea -la miro después de tragarme el primer bocado. Menos mal que opinamos igual.

-Pero... -se acerca a mí-. Sí quiero que me folles una última vez -sonríe de esa manera. Y quien soy yo para decirle que no a un buen polvo. Nos fuimos a la habitación, nos dimos tremendo revolcón y al acabar, ella no podía ni levantarse. Siempre era así.

-Dale, flaca, no te di tan fuerte.

-Mentiroso.

-Mentiroso... -me encendí otro cigarro.

-Ñiñiñi.

-No aguantas nada -me burlé mirándola.

-Tú eres muy bruto.

-No lo soy tanto...

-Estaba temblando.

-Y te gusta, Oli.

-Pues sí. Oye, háblame de esa chica, anda.

-¿Qué chica?

-Vamos, no soy tonta.

-Bueno... Se llama Abril. Sus ojos parecen piedras preciosas, tiene la piel de porcelana, cabellos de oro, y unos labios que parecen hechos de caramelo. Nunca los probé, ni siquiera estuve cerca, pero solo con una sonrisa iluminaba una mansión entera.

-Ay, tiene pinta de ser preciosa.

-Lo es. Es una niña hermosa, pero con el gil con el que está... Me hierve la sangre. Se la está cargando.

-Conquistala, y que lo deje.

-Ese imbécil no me deja ni acercarme. Me tiene a raya. Por eso me fui, porque él ni siquiera me dejaba mirarla.

Camisa de once balas IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora