45

11 0 0
                                    

Abril

Las semanas pasaban y ya sabía usar la armas bastante bien. Cosa sorprendente, porque aprendí muy rápido. Ysy y yo poco a poco nos íbamos llevando un poquito mejor. Pero había algo en el que no me gustaba, el deseo que sentía por mí. Yo tenía novio, y no lo veía bien.

Dominaba cualquier arma, incluso las armas blancas, jugaba como quería con cada una de ellas. Tenía una versatilidad increíble. Cuando lo veía practicar con aquellas me quedaba de boca abierta. Era, guau. Esta vez estaba jugando con un cuchillo entre los dedos, pareciera como si fuera un bolígrafo, lo lanzaba, lo giraba, jugueteaba. Hubo una en la que lo lanzó al aire y lo agarró entre los dientes, no entiendo cómo lo hizo sin morir en el intento. Éste tío me dejaba sin palabras. Todo el rato. Joder macho. Estaba realmente concentrado, absorto, no se fijaba en otra cosa que no fuera su mano y el cuchillo.

–¡HOLA!

–LA RECONCHA DE TU PUTA MADRE –el cuchillo salió volando, directo a mi cara, pero él lo agarró al instante, por la hoja, eso tuvo que doler…

–¡AY, DIOS MIO! –me acerqué más a él–. ¡¿Estás bien?!

–No te preocupes –al abrir la mano un hijo de sangre recorrió su brazo–. No es la primera vez que me pasa.

–Tienes sangre, ven –le cogí de la otra mano y lo llevé al baño a rastras.

–Estoy bieeenn… –insiste.  Negué con la cabeza y lo senté en el váter, me puse delante de él y le limpié la herida.

–Te pasa por jugar.

–¿A mi? ¡Si viniste vos a joder! –se quejó. Ahora que me fijaba en sus manos estaban plagadas de cicatrices. Cortes, raspones, arañazos… De todo tipo.

–Si no estuvieras jugando no habría pasado eso. Y no fui a molestarte solo a pasar el rato. Perdón, eh.

–Ajam –su mano no dejaba de sangrar. Apreté la herida y él hizo una mueca de dolor. Sí, está muy bien, sí. Ya lo veo.

–No hagas eso…

–Tiene que parar de sangrar –ni yo sabía porque me preocupaba por él.

–Si tan mal te caigo, ¿qué haces conmigo así?

–Bueno, me gusta ayudar a los demás.

–Ah, vale. Tampoco duele tanto –apreté el corte y puso otra mueca.

–Ya veo –la desinfecté, la vendé y a tomar por culo.

–Gracias.

–De nada –hice una pequeña sonrisa.

Volvimos a donde antes, y vi a Duki practicando también, parecía que se aburría y todo. Alejo venía detrás de mí, sentía su mirada.

–¿Me estás mirando el culo?

–No, ni siquiera te estoy mirando.

–Se te da como el culo mentir.

–Ajam.

Ruedo los ojos y aparece mi novio en mi campo de visión. Me abrazó agarrándome fuerte del culo y me besó con pasión. Jo-der. ¿Marcando territorio? Supongo que sí. Me mira con una mirada sometedora y posesiva para luego sonreír.

–Menuda posesividad –nos mira Ysy.

–El que puede, puede.

Alejo aparta la mirada y vuelve a ponerse a jugar con fuego, el puto cuchillo otra vez. Suspiro y me centro en el buenorro de mi novio, me llena la cara de besos, hasta que Duki nos ordena que volvamos al lío. Y él, acata órdenes. Nos pasamos toda la tarde practicando, tanto tiros, como en el gimnasio la condición física.

Camisa de once balas IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora