61

11 1 0
                                    

Abril

Unos años después

Mi vida era increíble. Desde el momento en el que mi ahora marido llegó a mi vida. Y solo se hizo mejor al traer al mundo a mi niña Nadia. Hasta que un día, por nuestra puerta apareció un hombre que hacía años que no veía. Tiago. Me quedé muda. Estaba guapísimo. Pero tenía la mirada apagada. Observó la estancia unos segundos y al verme sonrió.

–Cuanto tiempo, nena –aún me acuerdo de ese apodo.

–¿Cómo estás? –pregunto con mi preciosa niña en mis brazos. Tres años acababa de cumplir.

–Bien, bien… Hola, hermosa –la niña sonríe, y los ojos se le humedecen–. Es igualita a vos.

–No llores…

–… N-no puedo. 

–¿El qué no puedes?

–No llorar –se rompe. Dejo a la pequeña en la cuna de paseo y lo abrazo. Sé que lo necesita. Él me abraza con muchísima fuerza, me ha echado de menos.

–Yo también te he echado de menos. Son tres años…

–Lo siento, no debí irme, debí arreglar las cosas contigo.

–Sshh… no pasa nada.

–Sí, sí pasa… Fui un cobarde. No dejé de amarte nunca y ahora… Déjalo. No importa.

–Ya no sé puede hacer nada.

Limpio sus lágrimas con mis dedos suavemente. Él suspira, me mira a los ojos, y empiezan a fluir algunas más. Vuelvo a rodearlo con mis brazos y se deshace en ellos. Llorando casi desconsoladamente en mi hombro. Oigo como balbucea y murmura disculpas, me está rompiendo verlo así.

–Tiago… por favor.

Él trató de calmarse, pero igualmente no pudo dejar de llorar. Nos sentamos en el sofá, yo con Nadia sobre mi regazo, la cual no aparta la mirada de Tiago.

–Lo siento… necesitaba soltarlo.

–Sin problema.

–Te extrañé.

–Yo también…

Se queda mirándome a los ojos, su mano se pone en mi mejilla, había olvidado cómo era su tacto… Cierro los ojos ante la caricia tan suave. Sigue acariciando mi mejilla, y ahora también la otra. Abro los ojos y lo miro, tiene la mirada fija en mí, no puede alejarse de mí ahora. Sigue así y me acaricia el pelo también, me abraza, y se queda tranquilo en mis brazos hasta que la niña le da con el brazo y él se aparta con una sonrisa. Ella se interpone entre nosotros y se sube al regazo de éste, para luego abrazarlo como lo hacía yo. A Nadia le encantaba ir con la gente cuando le caían bien, y Tiago le había gustado.

–Creo que le caigo bien. 

–Pues sí.

Tiago la rodeó con sus brazos y acarició con delicadeza a la nena. En ese instante apareció mi madre con mi marido. Sonreí al verlos.

–¿Qué haces aquí? –mi madre esta flipando.

–Sorpresa.

Él me da a mi niña y esos se envuelven en un abrazo mientras yo me levanto con la bebé en brazos y saludo al amor de mi vida. Él me besa, y Tiago se queda mirando a la nada con melancolía. Las cosas entre ellos siguen tensas, pero a Alejo parece ahora no darle mucha importancia, solo se dedica a besuquear a su nena. Mi madre vuelve a abrazar a Tiago, este casi vuelve a llorar, y cuando el resto aparece y lo ven, van con él como si fuera lo último que fueran a hacer. Fue una escena preciosa de ver. Se nota como se habían extrañado entre todos.

Camisa de once balas IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora