Sábado 2 de Octubre. Acababa de salir de la clase de surf.
Paloma se había marchado un poco antes que yo, así que no podría salir con ella. Me tocó quedarme completamente sola esperando a que mi padre, quien me recogería ese día, viniese a por mí.
Me senté al final de la cuesta. Estaba reflexionando, pero llevaba varios días con la conciencia intranquila. Estas dos últimas semanas de instituto me habían consumido emocionalmente, pues estaba devastada. Devastada por Iván y su idolatría hacia Natalia. No podía verlos juntos. No podía acercarme a él ni aunque me pagasen. Y lo peor es que estaba sentado al lado mío en clase de Mates, Castellano, Gallego y Química, debido al temido orden de lista. En esas clases, evitaba todo contacto con él, ya que él también lo hacía conmigo. Pero dolía.
Habían sido los días más duros de mi vida. Me encerraba a llorar en la habitación, tenía que refugiarme en BTS siempre que mi tristeza acabase por consumirme, Fernanda estaba como un hombro sobre el que llorar todos los días... No me importaban las peleas de los Huevones y los Culones. Lo único que quería era tener a Iván como mi amigo. Y su desmedido amor por Natalia me impedía conseguir tal.
En el momento de la espera, estaba todo el rato con él rondando por mi cabeza. Miraba a todos lados, tiraba insistentemente piedras, me sentía en una situación en lo que lo único que pretendía era mandar todo a la mierda. En especial al mismo Iván.
Mis pensamientos se borraron en el instante en el que oí una fuerte bocina sonar en el coche que se posó frente a mí. Alcé la cabeza, confundida, preguntándome por qué esa bocina sonaría con tanta fuerza. Grande fue mi sorpresa al encontrarme a Bruno mirarme con los ojos muy abiertos y una gran sonrisa en mi cara.
-¿Bruno? ¿Qué pasa?
-Súbete al coche-Me quedé mirándole callada al oír aquello, pues me parecía inconcebible que me pidiera tal. Él interpretó mi silencio-Te llevo a Pontedeume, y ya que estamos, ¡te vienes a correr conmigo!
¿Eh?
He de decir que no estaba por la labor de salir a correr a ningún lado. No obstante, Bruno parecía muy emocionado con la propuesta. Me mordí el labio, preguntándome a mí misma si debía ir con él, o bien seguir esperando por mi padre para llegar a casa a descansar.
Analicé las posibilidades. Me paré dos minutos a pensar con detalle, y me di cuenta de que esto iba a ser positivo para mí. Si bien en primer lugar iba a sacarme de la cabeza a Iván por un rato, también era capaz de percibir que Bruno estaba haciendo todo cuanto estuviera en su mano para que yo hiciera deporte con frecuencia. Yo le había hablado al menos dos veces de mi sueño de estudiar en INEF, y me parecía muy emocionante, ya no sólo encontrar a alguien que persiguiese la misma pasión que yo, si no también a alguien que me quisiera ayudar a alcanzar un sueño.
No dije nada, agarré mi cubo con mis cosas, me levanté y entré escopetada dentro de su coche. Nada más llegar al coche, le dije a mi padre que no viniera a buscarme. Afortunadamente, acababa de salir de Cabanas y pudo dar la vuelta a tiempo.
Llegamos hasta Pontedeume. Bruno me esperó en la puerta a que fuese a dejar mis cosas en la habitación. Corrí con gran velocidad hasta la misma, saludé rápido a mi padre, quien estaba en el salón viendo la televisión, y dejé el cubo en la habitación. Allí, ojeé mi armario. Quería el mejor chándal que pudiera usar. Había reencontrado uno chulísimo de Legea que no me ponía desde el verano anterior para ir a hacer pesas al parque. Tras pasearme tanto por Decathlon este año, compré tantos chándales que había dejado ese completamente olvidado. Así que decidí reestrenarlo. Temí que no me quedara igual de bien que antes. Sorpresa fue la mía cuando me di cuenta de que todavía me quedaba como un guante.
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Los Colores de Las Olas
Teen FictionSeis personajes. Seis frustraciones. Tres historias. Camila, Rosalía, Paloma, Néstor, Bruno y Nicolás tienen vidas muy diferentes. Sufren cosas muy distintas, desde la pérdida hasta la acentuación de sus inseguridades, pasando por el maltrato en el...